Stalin y las galaxias
De su editorial del día 27 de marzo, titulado La guerra de las galaxias, se desprende que a estas alturas poco importa saber qué fue antes, si el huevo del miedo o la gallina del terror. Sí, pero no. Me parece harto gratuito que la historia, según ustedes, adjudique la culpa a Stalin de toda la chatarra nuclear que amenaza nuestras cabezas, porque, posiblemente, éste no sea un cuento de buenos y malos o de buenos y buenos: lo que no puede ser, con justicia, es uno de malos y malos. Hay matices.La historia se escribe con hechos, no con intenciones. El universo de lo posible se presta a manipulaciones. Así, ¿por qué no pensar que una tropa expedicionaria de a caballo cruzó el río Grande sólo porque los norteamericanos pensaban que con este acto imperial en suelo de México, cuando la URSS todavía era Rusia, Finlandia alcanzaría la independencia tres años después?
Lo que sí es cierto es que éstos se adelantaron 38 años a los hipotéticos ingenios atómicos soviéticos arrojando dos bombas atómicas sobre la población civil de un Japón derrotado. Y, tal vez, para conjurar los nefastos efectos futuros del pacto de Varsovia crearon la OTAN seis años antes. Lo que se llama premonición.
Cualquier día, Reagan sale en televisión mostrando las fotos de algún misil del Este almacenado en los lavabos de caballeros de EL PAIS o en el huertecillo experimental de algún colegio nacional del extrarradio. /
