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La polémica de los euromisiles

La OTAN y los números arbitrarios

La cantidad de misiles de crucero y Pershing depende de factores múltiples

Andrés Ortega

¿Por qué es justamente 572 el número de misiles Pershing 2 y de crucero norteamericanos que quiere desplegar la OTAN en cinco países de Europa Occidental? "El número es arbitrario", comentó tajantemente un político noreuropeo que participó en el High Level Grotip (LG), el foro encargado entonces en la OTAN de preparar aquella famosa. "doble decisión" de diciembre de 1979 en que se intentó conjugar los criterios de la defensa y de la distensión, a veces irreconciliables. Atrás quedan los numeros reales, los quebrados, los complejos y los imaginarios. Al decidir en 1979 sobre el número 572, la Alianza Atlántica inventó los "números arbitrarios", que, por definición, no responden a ningún criterio realmente racional. O casi.Las transformaciones tecnológicas que ponían en duda la penetrabilidad de las defensas soviéticas por los bombarderos estratégicos F- 111 y Vulcan, como insistían los británicos, por una parte; el despliegue de los misiles. SS-20 soviéticos, que preocupaban fundamentalmente a los alemanes, por otra; y, finalmente, las dudas internas de,la Alianza Atlántica sobre la verdadera cobertura de la sombrilla nuclear norteamericana, llevaron a la decisión de la OTAN. El contexto es el del "equilibrio de los desequilibrios" -lo que vulgarmente se llama paridad entre EE UU y la URSS-, consagrado en los primeros acuerdos SALT (conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas). Si la URSS había conseguido la paridad a nivel de superpotencia, buscaba ser aceptada como una gran potencia en el orden europeo.

Los S S-20, llegaban en principio para reemplazar a los viejos SS-4 y SS-5 -los SS-20 tienen un mayor alcance (5.000 kilómetros) y requieren tan sólo una hora, frente a un día, de preparativos para su disparo-. Poseen tres cabezas nucleares. Este desarrollo planteó, un problema a la OTAN sobre las verdaderas intenciones de la URSS en Europa. Con la decisión de 1979 se trataba, según un experto, de "crear una simetría de vulnerabilidad territorial en Europa, debilitando la posición de santuario de la URSS frente a Europa Occidental". Por ello se escogió la opción de los misiles terrestres frente a los lanzados desde submarinos.

Según observadores citados en un informe de la Asamblea del Atlántico Norte, los SS-20 no vienen a cambiar el balance militar en la práctica, pues su uso sería tan devastador como el de un misil estratégico. Pero, como indica este informe, en el debate en público era, y es, más fácil concentrarse sobre este dato visible.

Para la OTAN, se trataba de llegar por su parte a un número de euromisiles suficientemente alto para asegurar el principio de la respuesta flexible, pero no tan alto como para sugerir la creación de un teatro nuclear europeo autónomo; aumentar la disuasión, tras lo señalado sobre los bombarderos; y acordar una cifra que obligara a la URSS a negociar. Se trataba asimismo, según insisten una y otra vez las fuentes atlánticas, de no ligar las cifras de la OTAN puramente al número de cabezas nucleares de los SS-20, que llevan tres cada uno, y de los que hay 351 en la actualidad, 250 en la parte occidental, según EE UU. Ahora, de hecho, la opción cero-cero (la eliminación por ambas partes de estas INF, armas nucleares de alcance intermedio) liga las cantidades, una consecuencia en relación entre la postura de defensa y la postura de negociación.

Complicado reparto

Una suma fácil: 572 = 108 más 464; 464, el número de misiles de crucero, es múltiplo de 16. Cada lanzador de misil de crucero cuenta con cuatro tubos. Y, según el principio norteamericano, las baterías están organizadas en grupos de cuatro lanzadores. La unidad básica es, pues, de dieciséis misiles de crucero. Imponiendo el principio de "no singularidad", la RFA no quería ser el único país en este plan. Además, para complicar la planificación soviética, la OTAN quiso el despliegue repartido por la mayor áerea geográfica posible. Se eliminaron Grecía y Turquía -por sus propios problemas-, Francia -por su peculiar postura- y los países que no admiten armas nucleares en su territorio en tiempo de paz.

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Se empezó, según esta versión, a negociar el número de misiles, empezando por países más pequeños, estudiando la supervivencia de las baterías ante un ataque. Y de ahí se fue subiendo y multiplicando para los países más grandes. De acuerdo con la fuente noreuropea, al principio estas negochaciones no tuvieron un marco multilateral -la OTAN como tal fue informada posteriormente-, sino bilateral. Las cifras para cada país fueron negociadas directamente entre Washington Y las capitales implicadas. Resultado para los misiles de crucero: Bélgica, 48; Países Bajos, 48; Italia, 112; Reino Unido, 160, y RFA, 96. Y así llegó la decisión. Ciento ocho son los misiles Pershing 2 adjudicados al territorio de la RFA, para reemplazar a los más antiguos 108 Pershing 1A, que se encuentran en Alemania, bajo control total de EE UU. Washington se resistió al principio a las peticiones europeas sobre estos planes. Pero, una vez que los aceptó, quiso imponer que todos los euromisiles fuesen Pershing 2 -más rápidos-; pero los europeos querían beneficiarse de la tecnología de los de crucero, los cuales, con su lentitud de vuelo, no sirven para un primer ataque preventivo, por lo que son políticamente más estables.

SHAPE (Cuarteles Generales de las Potencias Aliadas en Europa) y EE UU, según el político noreuropeo antes citado; insistieron, a la vista de la decisión, en ver qué uso real se podía hacer de estar armas, es decir, especialmente, en contra de los segundos y terceros escalones de refuerzos soviéticos en caso de un ataque del Pacto de Varsovia. Los europeos no estaban interesados en esto, sino en el aspecto político de la decisión, en particular el acoplamiento estratégico nuclear entre EE UU y Europa Occidental. Para el HLG, entre 200 y 600 era la cifra adecuada. Para la RFA, 572 era un máximo; menos hubiera bastado. Para EE UU éste no era un techo, sino una base. El número apropiado debería haber venido fijado por una doctrina atlántica sobre su uso militar, de la que carece la OTAN. Esta incluso quiso mantener una cierta apariencia de statu quo en esta modernización, reduciendo en 572 el número de cabezas nucleares tácticas de Europa (además del millar que se retiraron en 1979).

En principio, si en diciembre las negociaciones INF, de Ginebra entre EE UU y la URSS no han dado un resultado, comenzará el despliegue occidental, operación que será lenta y ocupará gran parte de la actual década. Bélgica y los Países Bajos serán los últimos, dados sus problemas de opinión pública. La cuestión de los euromisiles se ha convertido en un test de solidaridad interna de la OTAN. El progreso de las negociaciones de Ginebra puede depender del despliegue, pero éste puede depender a su vez de las negociaciones. Es no ya un círculo, sino una esfera viciosa. Dado como se tomó la decisión, la opción cero-cero es quizá la menos arbitraria, pero no resuelva gran parte de los problemas que, justamente, llevaron a la decisión. El cero, como la nada que representa, no es un número arbitrario. Pero en términos políticos soviéticos, tampoco es realista. Moscú sabe que si no hay acuerdo en las negociaciones INF no puede haber acuerdo en las START (conversaciones sobre Reducción de Armas Estratégicas). Para algunos expertos, es, sin embargo, absurdo diferenciar entre INF y tablas estratégicas, pues, por ejemplo, los nuevos SS-19 soviéticos, estratégicos, pueden ser utilizados con los mismos fines que los S S-20 y éstos a su vez, instalados en la parte nororiental de la URSS, pueden amenazar a Alaska y más allá.

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