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Tribuna:Ante el centenario de la muerte de Karl Marx
Tribuna
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La estetica de un clásico

Empiezo con una pregunta: ¿qué sentido tienehoy, en estética, declararse kantiano o hegeliano? Es conocido que Kant y Hegel escribieron sobre estética y que lo hicieron con una profundidad difícilmente superable. Ello no obsta para que sea dificil asumir íntegramente sus postulados y ser así, en este campo, kantiano o hegeliano. Muchas de sus propuestas sólo tienen sentido en conexión con sus tesis filosóficas centrales, articuladas en el sistema del que forman parte.Por eso nuestra lectura actual de Kant o Hegel no es ya la de los neokantianos o la de los hegelianos, de izquierda o derecha, ni es una indagación para ver si tuvieron razón o no, si estuvieron acertados en lo que decían -¿tiene algún sentido este tipo de lectura en filosofía?- No corroboramos sus textos; sus textos nos suscitan ideas nuevas, problematizan las adquiridas, convencionales, y abren -y delimitan- panoramas teóricos; suponen un continuo ejercicio de reflexión, impiden que nos dispersemos y llaman nuestra atención sobre lo, que es verdaderamente central... En una palabra, leemos a Kant y a Hegel como a los clásicos que son, como a Platón, Descartes, Aristóteles, Hume... Ahora repito mi pregunta ini cial: ¿qué sentido tiene hoy, en es tética, declararse marxista? A diferencia de lo que sucede con Y.ant y Hegel, ni Marx ni escribieron ssobre estética o teoría del arte, n tampoco sobre teoría de la literatura. No ejercieron, en sentidos iniciales en el campo literario, y otro tanto sucedió con Engels, y sus opiniones sobre arte y literatura están dispersas a lo largo y ancho de sus escritos. Son opiniones muchas veces interesantes, otras más. o menos irrelevantes, algunas lúcidas, pero dificilmente se considerará que constituyen un sistema equiparable a la Estética de Hegel o a la Crítica de1juicio de Kant. Ni Marx ni Engels escribieron una estética o una teoría del arte, y esto ha tenido aspectos positivos: escribirla obligaba a establecer relaciones que desarrollaban rasgos, nuevos del pensamiento marxiano, liberaba a los hipotéticos escritores de la exégesis y el comentario, alentaba el tratamiento original y, por tanto, diverso, de los problemas concretos... Claro es que también tenía aspectos negativos: facilitaba la sustitución y permitía el dogmatismo, léase Plejanov y Zhdanov, respectivamente. Pero creo que el balance último ha sido más positivo que negativo: pocos son los campos del pensamiento marxista donde la- diversidad es tan grande, donde el comentario ocupa un lugar menor, donde las orientaciones discurren por caminos más originales. Basta echar una ojeada a la excelente antología de Adolfo S ánchez Vázquez Es-tética y para darnos

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Por eso mismo, si hay algún campo en el que Marx puede ser leído como un clásico -y creo que ya. va siendo hora de leerlo así en todos-, ése es el de la estética. Pero un clásico un tanto especial. Su discurso lo es sobre temas puntuales; sus textos son fragmentarios, y cuando, como en la conocida Introducción de 1857, plantea una cuestión central de su pensamiento en relación directa con un tema' artístico y estético, la relación desigual entre el desarrollo de la producción material y la producción artística -y deja formulada una pregunta que se ha hecho, justamente célebre: ¿por qué el arte griego y la epopeya nos procuran todavía unplacer estético?-, cuando se plantea esa cuestión central, el texto queda incompleto e inédito (¿quizá porque. la respuesta que en él daba no era satisfactoria, excesivamente ingenua?).Ausencia de sistemaUn clásico, pues, que en este asunto carece de sistema, que sólo nos ofrece algunas reflexiones en las que el gusto personal se mezcla con la expresión privada y la sugerencia del ejemplo. Un clásico, así, cuya, lectura nos dispensa de aceptarle a pies juntillas y, simultáneamente, nos obliga, al menos, a preocuparnos por la obra concreta -no es prescindir nunca del punto de referencia que está ahí, en la cotidiana práctica artística y fiteraria- y a tensar esas propuestas. en su relación con una concepción general. Una lectura, pues, que no alienta el dogina ni imparte doctrina, sólo problemas. Y, entre todos, uno: ¿cuál, es la relación que mantienen la obra de arte y el medio histórico-social? La importancia del asunto es tal que muchas veces ha servido para marcar un texto -decir si es marxista o no- y, dentro de-los explícitamente inspirados en Marx, para señalar su tendencia. El tema es tan controvertido que: toda vía continúa produciendo teoría, y 2) para abordarlo llama a horizon tes y disciplinas que poco tienen que ver con el marxismo, eviden ciando así su lugar central en la lectura del clásico. Más clásico que nunca en este punto Carlos Marx se limitó a plantear la cuestión e impedir que sus lectores la olvidaran, pero no suministró ninguna solución fuerte. A la vez, sus opiniones iban contra aquellos que, al modo mecanicista o sociologista, banalizarían el asunto. - Quizá por ello, el debate sobre la sociología del arte se ha convertido en uno de los ejes centrales del terreno en que se configura la estética marxista, eje que, atravesándolo, la lleva más allá de las limitaciones que el adjetivo podría fijar, que la articula no sólo con las fuentes hegelianas del historicismo y del sociologismo, sino también con los horizontes de una semiótica del signo artístico aún no suficienierriente desarrollada. Pues lo que la reflexión de Marx pone de relieve -sólo esto, pero no es poco- es que semejante reJación no puede hacerse desde fuera de la obra de arte, como si ésta fuera un objeto más, sino desde su condición misma de obra de arte, a tenor de la incidencia que su significado puede tener, y de hecho tiene. Planteamiento en que discurso literario y poético, por una parte, o sistema visual, por otra, no son meros instrumentos con los que transcribir contenidos dados, ni tampoco, a la manera de Lotman, resultado de una manipulación de los sistemas primarios en que se apoyarían, sino verdaderas formas de conocimiento y producción de significados, que, tal como indica Éajtin, son propias de colectivos sociales. Caracteres específicos, dinámicos, no puros resultados. Mas, con ello, nos hemos alejado de Marx, al menos de lo que explícitamente dijo, y haremos bien, pues tal es la grandeza, y los límites -si así quiere llamárselos-, de un clásico: nos envía a otros dominios sin desaparecer ni borrarse. Al alejarnos afirma, paradójicamente, su presencia.

Valeriano Bozal es profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid.

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