Panamá confía que la visita genere una atmósfera de diálogo
Panamá es el país más alejado del volcán centroamericano y, en consecuencia, el que menos ha padecido sus efectos. Existe, no obstante, una viva preocupación en los medios políticos por los aires bélicos que se respiran al norte de sus fronteras, y esto ha hecho que su cancillería esté presente en casi todas las iniciativas de paz formuladas para la región. El viaje del Papa ha despertado una gran expectación, porque puede generar una atmósfera de diálogo.Al margen de este reflejo del conflicto centromaricano, Juan Pablo II tendrá ocasión de palpar los problemas específicos de una nación que, después de catorce años de protagonismo político de los militares, se encamina hacia una democracia plena, no sin contradicciones y luchas en las cercanías del poder.
En este marco de normalización institucional, que pasa por una reforma de la Constitución de Torrijos, un sector de la oposición, encabezado por el Partido Demócrata Cristiano, está tratata ndo de instrumentar una batalla política de profundidad, junto con ciertos grupos eclesiásticos, para quitarle al Estado la primacía que las leyes vigentes le reconocen en materia de educación.
El objetivo no es otro que restituir a los centros docentes confesionales sus pasados privilegios, usando para ello la ya conocida palanca de la libertad. Este tema ha enturbiado ocasionalmente las relaciones, por lo demás bastante fluidas, entre el Gobierno y la Iglesia.
En cualquier caso, y dada la idiosincrasia, de los panameños, la influencia eclesiástica en la vida civil no alcanza los niveles casi determinantes que tiene en otros países centroamericanos.
Quizá por esto haya sido también menor hasta hace unos días el entusiasmo popular despertado por la llegada del Pontífice, y el tratamiento en los medios informativos no ha tenido un carácter abusivo.
Al margen de las convicciones religiosas, más o menos arraigadas, el carisma del papa Wojtyla se mostraba en toda su fuerza, cuando días antes de su llegada muchos panameños, no especialmente practicantes de su fe, se mostraban en cambio deseosos de ver al Papa en directo, aunque ello les costase largas horas de espera.
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