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Salvat presenta un montaje sobre la historia de Cataluña en clave feminista

Dones i Catalunya (Mujeres y Cataluña), con textos de Lidia Falcón, Carme Riera, Isabel Clara Simó, Marta Pessarrodona, Maria José Ragué y Marisa Híjar, y la actuación de Raquel Capdet, Carme Contreras, Maria Fernanda Gil, Pepa Arenós, Maribel Altés, Mireia Ros, Araceli Bruch y Marta May, y con la dirección de Ricard Salvat, ha empezado sus representaciones en el Instituto Francés de Barcelona el viernes 18 de febrero.El espectáculo, según cuenta Salvat en el programa de mano, está compuesto por una serie de sketchs situados "en algunas fechas claves de la historia de la resistencia catalana", como pueden ser la huelga de tranvías de 1951 o la capuchinada de 1966. Fechas, momentos, fijados por Salvat para que las autoras de los sketchs los dramaticen, los escenifiquen se prefiere, los ejemplaricen de todo hay en ese bendito espectáculo. También habla Salvat e el programa de la voluntad explícita de mostrar a través de este espectáculo "que las mujeres son las grandes perdedoras de la historia", tanto si se trata de la mujer "burguesa y pequeño burguesa como de la proletaria". Por tanto, de ahí la necesidad de tener presente en el trabajo las dos Cataluñas: "la de la imaginación y la de la tradición histórica, y también las dos lenguas que aquí fundamentalmente se hablan, al menos todavía en esta etapa de transición", cito de nuevo a Salvat, "en la que todos tenemos la sensación de hallarnos".

Los sketchs, claro, debían ser escritos pensando en un escenario, en unos intérpretes -actrices en este caso-, en un determinado lenguaje: el lenguaje teatral. Pero, por desgracia, ese lenguaje no se aprende en veinticuatro horas. Dicho de otro modo: se puede ser una excelente periodista, una excelente abogada o una excelente poetisa y no saber dibujar una escena dramática, incluso un simple diálogo sobre un escenario. La impresión general que ofrecen los sketchs de Dones i Catalunya es de una gran pobreza teatral, excesivamente discursivos, en los que la historia y el feminismo parecen, por momentos, como metidos con calzador.

Al querer salvar la pobreza de los textos o simplemente al ir a ponerlos en pie, Salvat no ha hecho sino empeorar la cosa. Las canciones que ha incorporado al espectáculo no hacen más que subrayar la pobreza y las pretensiones, las infinitas pretensiones del mismo. La música en vivo, la voz en vivo, supone saber cantar; si no, es mejor recurrir a la trampa, que el teatro es trampa y es mentira, señoras y señores. Ni las cancioncitas ni el vídeo, machacón, muchas veces gratuito desde un punto de vista dramático, consiguen salvar, al contrario, ese espectáculo, que al cabo de dos horas largas termina por naufragar en las aguas del puro aburrimiento.

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