Balance y fin de aventura
Hace unos días, públicamente, aprovechando la invitación generosa de Víctor Merino y el pretexto de la presentación de las últimas publicaciones de la UIMP, anuncié mi dimisión como rector de la Universidad Internacional. Dimisión que ya el verano pasado adelanté en el palacio de La Magdalena, sede tradicional de nuestra universidad, y, por tanto, sin connotaciones políticas, con las que, por otra parte, en cuanto proyecto genérico de cambio, me siento muy identificado. Como le decía a mi viejo amigo, hoy ministro, José María Maravall, las aventuras académicas, como todas las aventuras, deben ser intensas, pero limitadas razonablemente en el tiempo: así nos lo enseña el viejo-joven Montesquieu. Tres años son un buen período para llevar a cabo una tarea, hacer el despegue e incluso asentarla, y, en su caso, iniciar otra tarea.Justamente hace tres años, el Gobierno del presidente Adolfo Suárez, a propuesta del ministro y fraternal amigo Luis González Seara, me nombró rector de esta institución, que, como dijo el rey Juan Carlos en la inauguración oficial de esta nueva etapa -primera universidad española en que los Reyes abrían un curso académico-, debe ser "un foro abierto de cultura, plural y progresista". Institución que, creada en la República, sentó -desgraciadamente por poco tiempo- unas bases de pro greso y dinamización culturales. Recordar hoy, en esta despedida, aquellos nombres de promotores y colaboradores no es sólo un acto de justicia histórica, sino también de estímulo para todos: Fernando de los Ríos y Pedro Salinas, Jorge Guillén y Gerardo Diego, Menéndez Pidal y Sánchez Albornoz, Ortega y Zubiri, Cabrera y Flores de Lemus, García Lorca y Pérez Serrano, Américo Castro y Carande, Bataillon y Heller, Laski y Von Euler, Pi Suñer y Jiménez Díaz. El espíritu de la antigua Institución Libre de Enseñanza, el de Francisco Giner de los Ríos, realizaba así una de sus últimas ideas en tiempos de democracia. Por ello, como herederos hoy ideológicos de aquel talante -de conjugar tradición y modernidad, de libertad y humanismo progresista-, las primeras medallas de la universidad se las concedimos, junto al rey Juan Carlos, a una representación de antiguos profesores y alumnos de aquel período: Jimena Menéndez Pidal, Solita Salinas, Ramón Carande, Jorge Guillén, José An tomo Rubio Sacristán, Francisco Giner de los Ríos, Emilio Gómez Orbaneja, Ignacio Aguilera. En el transcurso de estos tres años, en esta etapa que ahora concluimos, hemos querido llevar a la práctica tres principios rectores:
En primer lugar, avanzar en la reconciliación cultural y universitaria españolas. Ayudar, dentro de nuestras posibilidades, a superar nuestra historia antagonizada por las categorías amigo / enemigo. Por ello hemos procurado que la UIMP sea pluralista y abierta a todas las tendencias y corrientes metodológicas e ideológicas. Integrar y no excluir. Así hemos establecido los premios Giner de los Ríos, Pedro Salinas, Blas Cabrera y Alfonso R. Castelao, hombres ilustres de nuestra cultura, en el marco de una institución que lleva, y debe seguir llevando, el nombre ilustre de Meriéndez Pelayo. Si queremos -dije en cierta ocasión- que nuestro futuro sea un haz de convergencias, una comunidad integradora de lo múltiple y lo diverso, es necesario reivindicar nuestro pasado como una suma de afinidades y también de diferencias, de semejanzas y de disparidades. Que estos premios, en 1982, hayan recaído en Rafael Alberti y José Bergamín, en Enrique Tierno Galván y José Luis Aranguren, en Nicolás Cabrera y en Isidro Parga, expresa -por parte de los jurados correspondientes- el reconocimiento a su valía intelectual y, por tanto, una decisión correctora.
En segundo lugar, la UIMP ha pretendido coadyuvar a la dinamización, con crítica y autocrítica, de nuestra actual cultura. Hemos querido reinsertar la universidad dentro de los contextos sociales y económicos, políticos y militares, artísticos, literarios y científicos, que nos circunscriben. La universidad española, con imaginación, utopismo y dinamicidad -y con la necesaria y urgente financiación adecuada, hoy mínima-, sigue siendo una base esencial para llegar a una sociedad democrática, avanzada y progresista. Así, en tres años, la UIMP, por distintas tierras españolas -Cataluña y Galicia, Castilla y Canarias- y, desde Santander, como base tradicional en el palacio de La Magdalena, y por nuestras aulas, han acudido más de 3.000 conferenciantes, en el marco plural y múltiple de más de doscientos cursos, seminarios y coloquios.
En tercer lugar, profundizar en la problemática interregional e internacional. La universidad, por principio, debe ser universalidad, en contra de fronteras que anquilosan, en constante contacto con lo nuevo: nada en la cultura nos debe ser ajeno. Por ello, dentro de nuestros cursos y seminarios hemos querido colaborar en la integración de las distintas culturas regionales españolas, extendiendo nuestra labor en Galicia, Cataluña y Canarias, como primer paso, y proyectando a nuevos horizontes, de modo especial al mundo latinoamericano, europeo y africano. Más del 20% de los profesores y conferenciantes, en efecto, es extranjero, y hemos firmado treinta convenios de cooperación con universidades e instituciones varias.
Quisiera, en fin, señalar que esta labor ha sido una labor de equipo, centrada operativamente en un triángulo -universidad, sociedad y medios de comunicación- que ha permitido que la UIMP haya sido un revulsivo cultural, abierto y plural, en esta etapa de transición y de proceso de consolidación de la democracia en España.
Y estoy seguro de que el candidato a rector, propuesto por el pleno de la Junta de Gobierno de la UIMP entre varias personalidades -todas ellas de alto nivel intelectual-, sabrá reforzar la visión utópica y modernizadora que toda universidad debe promover y, en concreto, seguirá conectando la universidad con la sociedad. El profesor Santiago Roldán -candidato propuesto al ministro de Educación- une, junto a su gran competencia intelectual en el marco de las ciencias sociales, una experiencia probada en la administración universitaria y un muy amplio conocimiento de nuestras culturas regionales e internacionales. La UIMP, entre la continuidad y el cambio, seguirá, así, siendo un permanente desafío intelectual -corno nos señaló el rey Juan Carlos- para la modernización de la sociedad española.
Babelia
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