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La expulsión de más de un millón de inmigrantes de Nigeria es una decisión teñida de electoralismo

La decisión del Gobierno federal nigeriano de expulsar del país a una elevadísima cifra de inmigrantes ilegales (entre uno y dos millones de personas) aparece teñida con un claro tinte electoralista.Sus graves repercusiones, aparte del terrible drama humano de los directamente afectados, -ayer el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados confirmó que por lo menos una decena de personas habían fallecido de hambre y agotamiento- son difícilmente evaluables a pocos días de la expulsión. Pero una de ellas será, sin duda, el desencadenamiento de una ola de xenofobia en Africa occidental, precisamente la región del globo donde las migraciones internacionales son más comunes. Y, aparte de los indudables problemas de orden público, la integración de la región y el papel dirigente de Nigeria en ese proceso pueden debilitarse irremisiblemente.

El primer problema que se le va a plantear a Nigeria, y en el que no parecen haber pensado sus dirigentes, es que, de hecho, hay más nigerianos residiendo en los restantes países de la región que extranjeros había en Nigeria. En 1981, un estudio encargado por el Instituto Nigeriano de Relaciones Internacionales -órgano del Ministerio de Asuntos Exteriores- señalaba que Nigeria "...no podría, salvo en casos extremos, ejercitar su derecho a rechazar la entrada de extranjeros, o a expulsarlos, de un modo rígido. Si lo hiciera, millones de nigerianos residentes en otros países de la Comunidad Económica de Estados del Africa Occidental (ECOWAS) podrían sufrir las consecuencias". Un editorial del diario Daily Times, de Lagos, señalaba en 1980 que "...la deportación de extranjeros es un arma de dos filos. Si otros signatarios del tratado de ECOWAS siguieran el ejemplo de Nigeria y decidieran hacer lo mismo, Nigeria podría acabar recibiendo más desempleados de los que expulsó".

Resulta extremadamente dificil dar números exactos de las personas que han sido afectadas o que podrían sufrir las eventuales represalias. Para explicar esta dificultad baste decir que los censos de población son cuestiones eminentemente políticas en la región. El censo nigeriano de 1963 fue uno de los desencadenantes de la guerra civil (Biafra). En la actualidad, Nigeria prefiere vivir sin censo y su población se estima, por organismos oficiales, entre 75 y cien millones de habitantes. En cualquier caso, es un hecho que países como Costa de Marfil o Ghana han tenido en ocasiones más de una cuarta parte de su población compuesta por extranjeros, en buena parte nigerianos. En la actualidad puede haber varios millones de nigerianos repartidos por toda Africa. Hasta en el lejano Sudán hay zonas pobladas mayoritariamente por agricultores nigerianos.

Nigeria ha experimentado en su propia carne el drama de las expulsiones. En los años sesenta, cientos de miles de nigerianos fueton expulsados de Ghana, tres años después del derrocamiento de Nkrumah. El dictador ecuatoguineano, Macías Nguema, también expulsó a decenas de miles de agricultores nigerianos. Similares problemas han ocurrido con Liberia y otros países.

La ruptura del acuerdo tácito

La cuestión de los residentes extranjeros es un problema que afecta a la totalidad de los países de la región del Africa occidental y, como tal, ha sido siempre abordado en foros regionales. Desde 1975 ha funcionado un acuerdo tácito entre todos los Gobiernos de la región en el sentido de limitar las expulsiones a los casos extremos de delincuentes. 1975 fue el año que vio nacer a la ECOWAS, el más serio intento de Nigeria de convertirse en líder indiscutible de la región, desplazando incluso a Francia.Inicialmente, sólo se integraron en la ECOWAS los países angloparlantes de la zona, puesto que los francófonos se encontraban integrados en la CEAO y ligados a Francia. Poco después, sin embargo, Francia habría de ceder, y la totalidad de los dieciséis Estados situados en la región, desde Mauritania hasta Nigeria, quedaban incluidos en el tratado.

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En el seno de la organización se concluyó un Protocolo relativo al libre movimiento de las personas y al derecho de residencia y establecimiento, del cual sólo la primera etapa -libertad de movimientos- está en vigor en la actualidad. Este protocolo, escrupulosamente respetado por Nigeria hasta ahora, ha permitido la entrada de un gran número de africanos en Nigeria en los años del boom del petróleo, acabado el pasado año. Combinado con la ley de Inmigración nigeriana de 1963, que limita las expulsiones a casos extremos, ha permitido el mantenimiento de una situación de tolerancia, rota ahora con la decisión del Gobierno de Sehu Saghari.

La medida no ha sido una sorpresa absoluta, pues el ministro del Interior nigeriano, Alhaji Ali Baba, ya venía endureciendo sus acciones administrativas desde hace medio año. No obstante, supone una gravísima ruptura del consenso de todos los países de la ECOWAS, no sólo en materia de extranjería, sino también en los propósitos integradores de la organización. No hay que olvidar que Africa occidental constituía la región más próspera e integrada del continente. La decisión nigeriana puede acabar con la ECOWAS.

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