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Socialismo y derecho al desarrollo

Emilio Menéndez del Valle

¿Qué sentido puede tener la humanidad sin el ejercicio real de los derechos humanos?. Obviamente, la libertad es el primero de esos derechos puesto que sin ella los demás no pueden ejercitarse de manera plena. Pero la libertad sola no vale para mucho. La libertad es un derecho-marco que posibilita todos los demás y sin los cuales ella misma se vería seriamente limitada. La sociedad de nuestros días reclama crecientemente un par de derechos que llenan de contenido y potencian el mismo concepto de libertad. Ellos son el derecho al trabajo y el derecho al desarrollo.El primero afecta sobre todo a la faceta individual y colectiva de cada una de las sociedades que componen nuestro mundo. El segundo se refiere a la exigencia de los pueblos de nuestro planeta, en especial de los pueblos insuficientemente industrializados, por salir del subdesarrollo, lo que no será posible sin la creación de un nuevo orden económico internacional (NOEI).

Derecho al trabajo y derecho al desarrollo son complementarios e interdependientes. Y si bien el primero es común a las sociedades del Tercer Mundo y a las más avanzadas industrialmente, mientras que el segundo es más descarnadamente reivindicable por los pueblos económicamente subdesarrollados, ambos están íntimamente ligados a la necesaria, inaplazable, aun cuando necesariamente paulatina, construcción del NOEI.

Será imposible hablar de paz y seguridad en el mundo sin que se establezca la justicia económica y social a nivel nacional e internacional. Una vez logrado por los pueblos políticamente sujetos a dominación colonial el derecho a la libre determinación, que para ellos equivale precisamente a un derecho-marco donde se encuadran todos los otros, ha de ser potenciado y cumplimentado el derecho al desarrollo si se desea que a través del progresivo establecimiento del NOEI puedan irse satisfaciendo las más elementales necesidades de millones de personas, al tiempo que se van desactivando potenciales (en algunos casos ya dramáticamente reales) situaciones de confrontación entre los pueblos del Norte opulento o medianamente satisfechos y los pueblos del Sur, agobiantemente empujados hacia la pobreza o la miseria militantes.

De ahí que esté en auge en Occidente la llamada "escuela del interés mutuo" ("ayudar al Sur", esto es, al Tercer Mundo, "es ayudarnos a nosotros mismos", pues la creación de riqueza, aun relativa, y de comercio beneficia a unos y a otros.

Por todo ello, para el socialismo democrático, el derecho al trabajo y el derecho al desarrollo, interdependientes y ambos conectados con la tarea inaplazable de lograr ese nuevo orden económico y social, nacional e internacional, son de vital importancia. El derecho al trabajo y al empleo, en cuanto instrumento imprescindible para que todos los ciudadanos compartan la prosperidad nacional y en cuanto manifestación de la lógica aspiración creadora del ser humano. El derecho al desarrollo, como medio de potenciación de una estrategia socialista en lo económico que a nivel doméstico y mundial conduzca a un planteamiento alternativo al de la actual dominación de las grandes potencias que acabe instaurando el nuevo orden internacional a que venimos aludiendo.

Paz, justicia y democracia

Ese derecho al desarrollo que defendemos los socialistas debe basarse en la paz, la soberanía nacional, la justicia, la democratización de las instituciones internacionales y el establecimiento de un sistema de cooperación y desarrollo internacional que contemple los intereses del Norte y del Sur.

Para los socialistas, el derecho al empleo es, por otro lado, una prioridad que debe ser exigida en cada sociedad. Fracasados los intentos conservadores y neoconservadores de solución de los problemas económicos y sociales a nivel nacional, la política alternativa socialista de salida de la crisis ha de ser potenciada rigurosamente.En este nivel nacional, un país como Austria, que viene gozando desde hace muchos años de un Gobierno socialista democrático, es un modelo a considerar. Un modelo pleno de éxito a pesar de la recesión mundial. Un modelo nacional que ha potenciado un pacto social justo, unido a un programa coherente de inversión pública y privada que tiene como objetivo la creación de los necesarios puestos de trabajo, la reforma estructural y el cambio tecnológico. Tal modelo ha logrado hasta ahora sostener el empleo y el crecimiento económico (con un equilibrio entre el crecimiento cuantitativo y el cualitativo) y mantener a raya a la inflación.

Y precisamente un país como Austria, ejemplar en la defensa del derecho al trabajo en el terreno doméstico, resulta un paradigma en su programa de cooperación y asistencia a los países tercermundistas económicamente subdesarrollados. Este y otros países industrialmente avanzados, gobernados democráticamente por socialistas, son conscientes de que mientras se logren los niveles adecuados de éxito en la construcción del NOEI han de propiciarse soluciones provisionales, siempre en el camino del proceso de negociación global que conduzca al NOEI, incluidas las imprescindibles reformas financieras internacionales.

Es el nuestro un mundo al borde de la asfixia moral y material. No obstante, poco podremos lograr moralmente sin garantizar antes la faceta material. Aquí el primus vivere deinde philosephare adquiere su justificación más directa con la simple reflexión sobre los datos más elementales de los estudios objetivos de las Naciones Unidas: más de la mitad de los habitantes del planeta consume a diario menos alimentos que los indispensables para una dieta mínimamente aceptable. A eso se le llama, simplemente, pasar hambre.

De ahí la urgencia de convertir en práctica cotidiana lo que hoy todavía constituye bellos eslóganes: derecho al trabajo y derecho al desarrollo. Sólo la auténtica consecución de los objetivos que ambos teóricamente persiguen podrá alejarnos de la predicción con que Willy Brandt presentaba en 1979 al secretario general de la ONU el "Informe Norte-Sur. Un programa para la supervivencia": "Es indudable que el mundo en el año 2000 estará superurbanizado y quizá superpoblado. Además, existe el peligro de que el 40% o más de la población mundial viva todavía en la pobreza y de que el hambre de amplios sectores de la población y los peligros de la destrucción vayan en aumento, si es que antes otra guerra mundial no ha destruido los cimientos de la civilización".

Emilio Menéndez del Valle es un experto del PSOE en Relaciones Internacionales.

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