Carta a Umbral sobre 'El hijo de Greta Garbo'
Estimado Umbral: acabo de leer tu libro El hijo de Greta Garbo y te escribo no sé por qué, o sí lo sé, pues alguien algún día -algún niño, y sólo un niño- tenía que hablar de esa madre que ignoro si fue la tuya, merecías que lo fuera por haber escrito este libro, Umbral... Ya quisiera yo que uno de mis cuatro hijos me recordara un día así, como el hijo de Greta Garbo, aunque en nada se parezca la madre -¿tu madre?- de tu libro con esta madre que anduvo con hijos en el vientre por un exilio que no acababa nunca y que acaso soporté por eso, porque andaba preñada de amor y paría extranjeros que me llevaba a las reuniones ilegales, o quedaban solos, solitos mientras mamá hacía política, y tu no sabes, Umbral, lo que puede sufrir una madre, Greta Garbo o no, asumiendo un ideal político escandaloso y una maternidad deseada, porque es eso que llaman "sentimiento de culpabilidad" agazapado y tenaz, acosándote con la insidiosa frase "no tienes derecho a sacrificar una vida normal para tus hijos" y "un día tus hijos te pedirán cuentas...", y entonces lees un libro titulado El hijo de Greta Garbo y lo ves todo claro, y al carajo el sentimiento de culpabilidad, porque sabes que el niño, tu niño, era feliz y te amaba, y no importa que la mamá del libro haya sido hermosa y tú no, rica y tú pobre, culta y tú inculta ... ; no importa que los hijos de una no puedan asociarla a Bach ni a Byron, ni a la blancura de la muselina; no importa, porque lo que evoca el hijo de Greta Garbo es lo que tú quieres que haya pensado un día tu propio hijo, que no fue hijo único sino uno de cuatro, o sea: son cuatro niños que pueden haberte visto así, un día, hace muchos años, o te vean cuando ya no estés y recuerden a mamá velándoles la fiebre mientras corregía Nuestra bandera..., todas esas mamás entregadas a una causa justa y compartiéndola con los hijos a cuestas, a rastras, en un mundo hostil, con el húsar en Ocaña o en Mauthausen; todas esas mamás son la Greta Garbo de tu libro, tan hermoso, tierno, político, poético libro; que todos podemos sentirnos Greta Garbo en el recuerdo -aún fugaz- de uno o de todos nuestros niños... Ya sé que las cartas a un escritor pueden ser un rollo y una chorrada, pero no me importa; tenía que decirte que me ha conmovido tu libro, que me ha hecho llorar esas lágrimas buenas, liberadoras, estimulantes, de esas que la Marlene iba a buscar en el teatro de bulevar, según le oí decir un día por radio, cuando yo, en París, arrastraba mis niños por las manifestaciones, mítines, cursillos de capacitación, y les enseñábamos a no hablar nunca jamás de papá, que no estaba en el armario aunque a veces sí, no su uniforme de húsar, sino él mismo, de carne y hueso, porque habían llamado a la puerta y podía ser el inspector de la Securité Social encargado de verificar que Greta Garbo vivía con su sus hijos, y si no, pregúntale a mi buen camarada Gros cómo se las arreglaba su mujer en su oficio de mamá, y tantas, tantísimas otras que están en tu hermoso libro, Umbral, aunque tu Greta-mamá sea mucho más hermosa, y vistiera muselina, y fuera una excepción en su mundo señoritil y clerical, que aún tiene más merito, tu Greta Garbo, tu mamá o la mamá que has creado para hablar de todas, de todas, tan olvidadas en la literatura o tratadas desde el misticismo del cual te liberaste: "Y decidí muy fuerte escapar a este hechizo, ser yo mismo", y porque eres tú mismo has podido escribir este libro, y porque escribes verdadera poesía, y por eso llega hondo, como este que, por cierto, me regalaron mis hijos el día de Navidad... Gracias, Umbral.
Teresa Pámies es escritora.
Babelia
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