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Marruecos y España

La visita del ministro español de Asuntos Exteriores a Marruecos, la prórroga del acuerdo pesquero por seis meses y el anuncio de la visita del monarca magrebí Hassan Il parecen constituir una nueva etapa en las relaciones entre España y Marruecos. ( ... ).Partiendo de una vieja historia común, las relaciones hispano-marroquíes debieron fijarse en 1956. El Gobierno español mantuvo los legítimos derechos del sultán Mohamed V, depuesto y desterrado por el Gobierno francés, negándose a reconocer al títere de Ben Arafat. Sin embargo, debido a la inercia de muy miopes intereses, no fue España, como parecía lógico, quien dio el primer paso a la hora de la proclamación de la independencia. Pese a la opinión de técnicos y diplomáticos, fue preciso que corriera la sangre en 1958 para resolver el problema de Tarfalla, y que se llegase casi a la guerrá abierta en 1969 para proceder a la llamada retrocesión de Ifni. Ni militar, ni política, ni económicamente, dichas zonas eran sostenibles, y así consta en los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Más aún, en la última fecha indicada, 1969, el ministro español don Fernando María Castiella sostuvo la tesis de la liquidación total de nuestros restos colonialistas, y su propuesta llegó a ser debatida en el Consejo de Ministros. ( ... ).

Frente a lo que se repite con pertinaz reiteración, el conflicto del Sahara y después la llamada marcha verde no sorprendió al Gobierno español. Simplemente, éste retrasó de manera inverosímil el proceso descolonizador, frente a la opinión de la diplomacia española y de los técnicos. El retraso en la solución más adecuada: la autodeterminación del pueblo saharaui, dio lugar a que Argelia y Marruecos tomasen posturas contradictorias y a que las grandes potencias se alineasen de una y otra parte. Al final, Francia y Estados Unidos decidieron apoyar a Marruecos, y tuvo lugar el momento en que agonizaba el anterior jefe de Estado y el Gobierno se encontraba sumido en la mayor perplejidad. Ni la vía diplomática ni los contactos directos proporcionaron al Gobierno la información necesaria -o si la tuvo no supo aprovecharla-, llegándose al lastimoso extremo de que el jefe del Estado en funciones y el presidente del Gobierno conociesen el discurso del rey de Marruecos anunciando el regreso de la marcha verde por una apresurada traducción al oído del mensaje televisado de Hassan II, que fue facilitada por el hoy desaparecido Ministerio de Información y Turismo. El resultado es bien conocido: la larga y sangrienta guerra saharaui, en la que ha habido también víctimas españolas.

Un segundo grupo de torpezas no es atribuible al Gobierno ni a los políticos que frente a aquél apoyaron la causa saharaui, sino a la falta de espíritu cívico de una minoría de pescadores españoles, de la que existe abundante documentación en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Nuestra flota pesquera se encuentra así con el doble problema de ser juzgados todos con el rasero de unos pocos y con el inherente a la lucha en las cercanías del banco de pesca saharaui. Que la actual prórroga de seis meses haya dependido de un gesto de personal generosidad del rey Hassan II es gravemente sintomático. Y debe tenerse muy en cuenta que el problema de la pesca, como otros muchos, no es desligable de la solución del conflicto saharaui, cuya prolongación ha causado grave daño económico a Marruecos y puede conducir a su destabilización política.

2 de enero.

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