Justificar la violencia

Hay actores de gran dureza expresiva, incapaces de comunicar seriamente los sentimientos de sus personajes. Stallone es uno de ellos. Y no le queda más recurso que convertir su hieratismo en estilo, su ineficacia en técnica. Para compensar tal inexpresividad, se refugia en el espectáculo de la violencia como una de sus actividades naturales (y la serie del boxeador Rocky es una prueba de lo que le interesa).Sus películas son, en este sentido, servicios a una crispada demanda de títulos violentos donde el dolor físico, la sangre y los muertos por docenas son sus auténticos protagonistas. En ello consiste también la aventura de este filme, aunque al final, un largo discurso explicativo trate de denunciar la injusticia de quienes regentan el poder con frivolidad.

Con ello se pretende que estamos ante una película ambiciosa. Stallone, viejo guerrero del Vietnam, se encuentra mejor preparado que el torpe sheriff del pequeño pueblo donde es asediado por su sucio aspecto. Vencerá siempre en la larga caza de que es víctima porque la guerra -esa guerra que este mismo cine auspiciaba antes- le ha hecho un hombre. Es un nuevo héroe, y por ello no muere, aunque en la excelente novela original su derrota era, efectivamente, el mensaje.