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El probable despliegue de los euromisiles norteamericanos inquieta a la Unión Soviética

Andrés Ortega

En octubre de 1962, durante la crisis de los misiles de Cuba, el enviado especial del presidente Kennedy, Dean Acheson, fue a discutir el tema con el entonces presidente francés, Charles de Gaulle. "¿Viene usted a informarme o a consultarme?", preguntó De Gaulle. Acheson no tuvo más remedio que admitir que su misión era puramente la de informar a los aliados de Estados Unidos de las medidas que éstos se disponían a tomar.

"Perfecto, replicó De Gaulle, apruebo las decisiones independientes por parte de los aliado?. Diez años han pasado. Las primeras respuestas europeas a las propuestas de desarme del dirigente soviético Yuri Andropov han sido similares. En una década han cambiado tanto las cosas como para que se repitan las actitudes.En los años sesenta, la Unión Soviética no se había preocupado sobremanera de la presencia de misiles nucleares norteamericanos de alcance medio en Europa. En los últimos tiempos, sin embargo, su preocupación es patente. Y se trata de una inquietud fundamentalmente política. Como también ocurre por parte europea.

En la decisión atlántica de diciembre de 1979 sobre el despliegue de estos misiles para finales del año 1983, jugó la idea del territorio. Los europeos

Podrían haber elegido unos misiles basados en submarinos. Pero el mar no es una entidad políticamente visible, aparte de argumentos técnicos sobre la peor precisión de los misiles disparados desde el mar o desde el aire.

Los europeos que aceptaron esta decisión querían un arma cuyo punto de origen geográfico en caso de conflicto fuera visible. Querían así ligar estrechamente a los Estados Unidos a Europa en el terreno nuclear, ya que, con la evolución de las doctrinas nucleares, la credibilidad de Estados Unidos había quedado algo erosionada.

En realidad, lo que la decisión de 1979 puede producir es justamente todo lo contrario: desligar el potencial nuclear estratégico de los Estados Unidos de la defensa de Europa. Este es el argumento que se ha barajado entre algunos críticos europeos de la decisión. Y, al parecer, es también el punto de vista que han adoptado los soviéticos sobre el tema: con los misiles de Crucero y Pershing II, los americanos podrían librar una guerra nuclear en Europa, sin arriesgar su territorio. De ahí la nueva preocupación soviética desde que llegó al poder Ronald Reagan.

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