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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las armas y Europa

PROBABLEMENTE REAGAN va a superar el obstáculo de la Cámara de Representantes mediante la intervención del Senado para la construcción de los nuevos misiles MX; la noticia coincide con la de los ensayos de los misiles soviéticos SSNX-20, también de largo alcance, al parecer con éxito. No son noticias que puedan considerarse como felices o satisfactorias, aunque desde Europa puedan verse con una cierta óptica: las dos grandes potencias pueden ya (podían antes: se trata ahora de un superarmamento) destruirse mutuamente, de una manera prácticamente total, sin necesidad de comprometer a otros países. Es, naturalmente, una suave y utópica forma de considerar el tema: el viejo temor de Europa, que no se ha disipado en la OTAN a pesar de un comunicado más ambiguo de lo que han dejado traslucir los comentarios al comunicado, y a pesar de la visita de Shultz, es que sucede precisamente lo contrario: que una primera fase de enfrentamiento, si las cosas llegaran a ese estado, se desarrollara en lo que se llama "el teatro europeo", dejando al margen mientras fuera posible los territorios de los dos estados, que se saben no solamente ya directamente apuntados por cientos de cabezas atómicas, sino sin medios de poner un escudo a ese ataque: ni siquiera ganando la ventaja de segundos o escasísimos minutos que pueda tener el que dispare primero. En el comunicado de la OTAN se insiste seriamente en que los misiles americanos se instalarán en Europa si antes de un año no llegan a un acuerdo las dos grandes potencias en la negociación de Ginebra, y se insta a que las dos partes lleguen al máximo en su esfuerzo para llegar a la supuesta opción cero, que equilibraría el material atómico dispuesto en Europa. Sobre la naturaleza de ese equilibrio existen, como es habitual, todas las dudas. Lo que parece proponer la nueva voluntad de Andropov es la reducción a la mitad de su arsenal de medio alcance apuntado sobre Europa, a cambio de que Estados Unidos renuncie a la instalación de los 572 euromisiles, pero considerando que el armamento nuclear americano existente en la actualidad es el contrapeso del arsenal soviético restante. No es fácil imaginar que la Administración de Reagan acceda a considerar como cero ese balance: insiste en el desmantelamiento de todos los SS-20 soviéticos. El fracaso de estas negociaciones traería, como se sabe, la instalación de los euromisiles, pero no sólo eso: la URSS se consideraría en libertad para aumentar el arsenal existente. En otras palabras, cada parte insiste en que su platillo de la balanza está descompensado, y puede muy bien no llegarse nunca al fiel. Sobre todo, si a ninguna de las dos naciones le interesa demasiado, y lo que prefiere es llegar a acuerdos -incluso tácitos, sobrentendidos según los cuales esa primera fase de la posible guerra se decidiera en Europa.¿Sería eso posible? ¿Podría llegarse a tal aislamiento de una guerra, y la aceptación por parte de quien fuese vencido en este teatro de un cierto armisticio sobre las condiciones del otro? Los lógicos pretenden que no, y que una vez disparada una guerra atómica en cualquier parte de¡ mundo, sobre todo en Europa, no tendría límites. Los estrategas suelen ser más cínicos -más realistas- en sus cálculos: si hay en estos momentos aproximadamente una decena de guerras en las que de alguna forma están comprometidas las dos grandes potencias, la escalada podría elevarse hasta considerar Europa como un conflicto local, aunque alcanzara a parte de la Unión Soviética. Lo que nadie alcanza a prever, efectivamente, es hasta dónde llegaría ese conflicto aparentemente localizado.

Una cosa está clara: Estados Unidos no está dispuesto a una Europa neutralizada, a una amplia franja continental desmilitarizada; son sueños de pacifista, pero nada más. Hoy caben pocas dudas de que a pesar de la resistencia de algunos países de Europa, a partir de finales del año que va a entrar las dos Europas -Este y Oeste- estarán erizadas de cohetes de los llamados de medio alcance, pero también la URSS y Estados Unidos tendrán arsenales suficientes para destruirse mutuamente sin capacidad de defensa. Ninguna de las señales que se están produciendo ahora, ni la llegada de Andropov ni la nueva suavidad de Reagan, indican lo contrario.

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