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Reagan pide a Brasil un plan de estabilización a cambio de la ayuda económica estadounidense

La estancia de tres días del presidente norteamericano en Brasil terminó con un discurso en la ciudad de Sâo Paulo ante mil empresarios estadounidenses y brasileños, con particular insistencia en la recuperación económica mundial, la confianza en el futuro de la sociedad brasileña y la petición de un "plan de estabilización" para que este país latinoamericano pueda superar la crisis.

ENVIADO ESPECIAL, En lo político, el balance concluye con un firme apoyo de Washington al Gobierno del presidente Joáo Baptista Figueiredo, la concesión de un crédito a corto plazo de 1.200 millones de dólares y la creación de "comisiones de trabajo" para estimular la cooperación bilateral en economía, energía nuclear, ciencia y armamento. Reagan continúa hoy viaje a Colombia y Costa Rica, para concluir su gira latinoamericana mañana, sábado, en Honduras.La estancia de Reagan en Brasil debería tener un "serio impacto psicológico entre los banqueros internacionales", afirman, no sin cierto optimísmo, los medios financieros de este país. Estados Unidos apoya firmemente la concesión de un crédito de 6.000 millones de dólares a Brasil a través del FMI (Fondo Monetario Internacional). Las negociaciones comenzaron ayer y su culminación supondrá un alivío para la enorme deuda exterior brasileña, cifrada en más de 80.000 millones de dólares.

"Es inevitable que para reducir los déficit", díjo Reagan a los empresarios, "hay que adoptar planes de estabilización que permitan continuar la concesión de créditos". Tal es la clave de las condiciones que el FMI pide a Brasil para socorrerle en sus agujereadas arcas.

Pero estabilización supone moderar las políticas internas, incluida la salarial, tema este que puede provocar serias tensiones entre el Gobierno brasileño y los trabajadores. La estabilización puede ser dolorosa, reconocen los medios financieros, en un país en crisis cuyo crecimiento bruto pasó del 7,9% en 1980 al 2% en 1981. Tampoco caerá muy bien entre la población una restricción en los salarios cuando la inflación para 1982 se cifra en el 95,9% y el cruceiro ha sido devaluado en un 85% con respecto al dólar en lo que va de año.

En su discurso en el palacio Dos Bandeirantes, sede del gobernador de Sâo Paulo, hoy de la oposición tras las elecciones brasileñas del 15 de noviembre, Ronald Reagan rechazó las ideas del presidente Figueiredo de que los males de la situación económica internacional radican en el desequilibrio entre paíles desarrollados y países en vías de desarrollo. Justo lo contrario que había pedido Figueiredo la noche anterior en una cena de gala en Brasilia, donde insistió en activar el "diálogo Norte-Sur" entre países ricos y países pobres.

"En Estados Unidos", añadió Reagan, "la economía se está recuperando y pronto estaremos en mejores condiciones para ayudar a los países amigos". Categoría esta en la que se incluye actualmente al Estado de Brasil. Sin embargo, es todavía precipitado calibrar cuáles serán los efectos a largo plazo de lo definido como "una nueva era en las relaciones Brasil-EE UU".

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Sensible a las opiniones que predicen un mayor alineamiento de Brasil con las ideas de la Administración Reagan, el presidente Figueiredo quiso dejar las cosas claras. Respecto a Centroamérica, por ejemplo, Figueiredo dijo que "deben ser respetados los derechos de los pueblos, sin interferencias exteriores". Un lenguaje que vale para Cuba y Nicaragua, acusadas por la Casa Blanca de promover la revolución en Centroamérica, pero unas palabras que son igualmente válidas ante las presiones de Honduras contra Nicaragua.

En menos de 48 horas, Ronald Reagan y su séquito volarán de Brasilia a Bogotá, San José de Costa Rica y San Pedro de Tula, en Honduras. Finalmente, regresó a Washington.

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