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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las lecciones de la conferencia del GATT

LA CONFERENCIA ministerial de los 88 países firmantes del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, conocido por las siglas inglesas GATT, ha puesto de manifiesto el difícil momento que atraviesan las relaciones comerciales internacionales y la amenaza que pesa sobre ellas de que se conviertan, en breve plazo, en una guerra comercial entre los principales bloques exportadores, los Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea (CEE). La fuerte disminución del comercio mundial, tanto en volumen como en valor, fue la causa original de que esta conferencia fuera convocada, hace más de un año, con el propósito inicial de mejorar la estructura del sistema GATT y establecer mecanismos adicionales para el cumplimiento de los acuerdos ya existentes. En la picota estaba la contradicción manifiesta que se produce entre la postura oficial de muchos países que defienden abiertamente políticas de libre cambio en sus relaciones comerciales mientras que, por otro lado, aplican medidas proteccionistas en clara violación de las normas legales del propio GATT.

Tras cinco días de negociaciones intensas, la conferencia ministerial no ha resuelto de manera efectiva esta contradicción. Es más, la inesperada iniciativa norteamericana de introducir nuevos capítulos en las negociaciones -concretamente, en el frente agrícola y en el de los servicios- no ha hecho más que ampliar la brecha de partida y colocar a los países asistentes ante la amenaza real de una guerra comercial, cuyas consecuencias sólo pueden tener precedente en los momentos previos a la última guerra mundial.

La insistencia de la delegación norteamericana, representada en Ginebra por William Brock, en incluir el problema de los subsidios agrícolas dentro de los problemas a resolver por unas futuras negociaciones multilaterales dentro del sistema GATT ha causado extrañeza en Europa, donde no se comprende bien la razón oculta de esta actitud. Para la CEE -y esto es motivo de estudio para las próximas negociaciones del nuevo Gobierno socialista sobre nuestra eventual adhesión a las Comunidades Europeas-, la posición norteamericana es poco menos que casus belli, ya que la aceptación de este principio significaría, a medio plazo, el total desmantelamiento de la Política Agraria Común (PAC), algo consustancial con el mismo concepto de la Europa unida.

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El problema se ve agravado por la importancia política que, a su vez, tiene esta cuestión en Estados Unidos. La Administración Reagan ha reconocido que, como consecuencia de su propia política de ayudas al sector, tiene almacenado en sus silos un histórico excedente de cereales y productos agrícolas, del que da idea el hecho de que tiene mantequilla para servir al mundo durante un año. Brock ha llegado a amenazar, en Ginebra, con inundar los mercados mundiales de estos productos excedentarios si la CEE no se aviene a razones sobre la negociación agrícola.

Como consecuencia de esta disputa, la conferencia del GATT, que debía ser el tercer intento en los últimos 35 años para relanzar el comercio mundial, se ha convertido en una negociación bilateral, en la que los países en desarrollo se han visto mezclados y marginados. Tanto Washington como Bruselas parecen disfrutar con el hecho de que su batalla bilateral se libre ante la mirada atenta de unos países que no hablan ya de excedentes, sino de situaciones desesperadas.

Para mayor abundancia en la irracionalidad de esta disputa, la conferencia del GATT parece olvidar el hecho cierto, denunciado por la delegación francesa, de que el problema comercial no es más que una consecuencia de la aguda crisis económica mundial, caracterizada por la inestabilidad monetaria y por la amenaza de una cadena de quiebras institucionales en numerosos países del Tercer Mundo. El representante francés, Michel Jobert, no se ha cansado de repetir este argumento, ante los delegados asistentes en Ginebra, aunque sus argumentos parecen haber caído en saco roto.

Washington ha venido a enturbiar más la situación abriendo un nuevo frente en el enfrentamiento con los países en desarrollo. Se trata de su propuesta para incluir el capítulo de servicios (banca, seguros, transportes, tecnología, etcétera) dentro del sistema GATT. Estados Unidos argumenta que este capítulo constituye el 60% de sus exportaciones y, por tanto, debe mirar por sus intereses.

No obstante, las negociaciones de Ginebra, que deberán acabar con una mera declaración de intenciones muy imprecisa, han servido por lo menos para identificar los problemas y fijar bien claras las posiciones de los firmantes del acuerdo GATT. Se abre así un período institucional para la negociación a largo plazo, cuyo principal objetivo será alejar la amenaza que significa para todos la tentación del proteccionismo.

España, mientras tanto, puede ir tomando nota de lo difíciles -mucho más, quizá, de lo que se suponía- que pueden ser sus negociaciones de integración en la CEE. La Política Común Agraria de la Comunidad es algo consustancial con la idea de Europa, y no parece que la CEE, que no cede ante Estados Unidos en este frente, lo vaya a hacer con alguien que llama a su puerta en una posición de desventaja. La realidad es dura, pero conviene quizá hacerse ya a la idea.

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