Primer enfrentamiento sobre libertad de Prensa en la Conferencia de la Unesco
El pasado viernes saltó el primer chispazo en la sesión extraordinaria de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), inaugurada el pasado día 23 y que se cerrará el próximo 3 de diciembre. El director general de la organización, Amadou Mahtar M?Bow, y el jefe de la delegación suiza, Ernesto Thalmann, resucitaron el debate que confronta a los países ricos y a los pobres en el terreno de los medios de comunicación. El ministro español de Educación y Ciencia, Federico Mayor Zaragoza, intervino y anunció, de entrada, que su actuación había recibido el visto bueno de los futuros gobernantes socialistas.
En esta Conferencia de la UNESCO, a la que asisten las delegaciones de los 158 países miembros y algunas más como observadoras, se presenta el proyecto de plan a medio plazo que debe decidir sobre las actividades globales de la organización. Es el segundo plan que presenta la UNESCO desde que existe. Su característica esencial es que, por primera vez, dicho proyecto, como preámbulo, realiza un estudio total de la problemática humana, es decir, desmenuza el contexto político, económico, social, estratégico y cultural en el que se sitúa su plan de acción.Hasta ahora no se ha producido el enfrentamiento que se espera entre los países occidentales y el Tercer Mundo, más los países comunistas. Esa batalla se centra en un tema: "La comunicación al servicio del hombre", lo que en términos prácticos quiere decir que la UNESCO pretende alertar sobre el desequilibrio informativo del mundo actual, en el que prácticamente todas las noticias que circulan proceden de los potentes medios escritos y audiovisuales del mundo rico.
La confrontación entre el jefe de la delegación suiza y el director general de la UNESCO fue un índice nítido y agudo de la batalla que se desarrolla en el seno de la UNESCO. Para Ernesto Thalmann, la organización antes citada cae en excesos ideológicos con finalidades políticas; en segundo lugar, está promoviendo el control de los medios informativos por el Estado, y por último, se muestra parcial al analizar problemas capitales de los tiempos actuales, como el desarme, al que la UNESCO es favorable.
Contra su costumbre -puesto que nunca responde a las acusaciones de las delegaciones participantes en una conferencia-, M'Bow, indignado, respondió a las denuncias anteriores. El desarme, según el director general, "es un problema real", puesto que el mundo gasta cerca de 600.000 millones de dólares en armas, y esta cifra beneficiaría a las tareas culturales de la UNESCO. En materia de comunicación, el director general fue categórico: en ningún texto se ha dicho nunca que la UNESCO preconice el control estatal de la información. Dicho organismo, dijo el director general, no tiene una doctrina precisa, sino que es el foro en el que deben manifestarse las opiniones de todos los países. Lo que desea la UNESCO, añadió M'Bow, es que la libre circulación de la información sea posible también para el Tercer Mundo.
Este último tema y el de las identidades culturales encenderán el fuego de las discusiones en los próximos días. De manera sucinta, dichas cuestiones, que la UNESCO estima que no debieran dar lugar a esta guerra entre ricos y pobres, se plantean como consecuencia de la actitud de tres grupos de países, de los que pudiera decirse que no todos dan la cara en términos correctos: el mundo occidental defiende, simplemente, la libre circulación de la información, lo que, a su vez, conlleva la competencia, igual que en el terreno económico; los países del Tercer Mundo desean enfocar el problema de la información de acuerdo con sus posibilidades y su situación actual, y el mundo comunista, que aparentemente se une a las tesis del Tercer Mundo, pero sólo por razones de influencia política. En la práctica, la URSS y los países de su esfera entienden que la verdad es el Estado y, en consecuencia, la Prensa y los poderes públicos se confunden.
El ministro de Educación y Ciencia, Mayor Zaragoza, pronunció un discurso, avalado de antemano por los futuros responsables socialistas, en el que afirmó que, a pesar de la crisis económica, España apoyará sin vacilaciones la propuesta económica máxima de las que estudia la Conferencia General.
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