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La primera vez que estuve en Aracataca

La primera vez que llegué a Aracataca eran las ocho de la noche y, apenas entré en el pueblo, es cuché una voz que invitaba a la función de un circo. Diez artistas actuaban, con trapecio y todo, en una pista rodeada por un armazón de palos cubierto por un toldo lateral que tapaba el espectáculo a los posibles colados. El capital de aquel grupo de trashumantes no llegaba para poner techo al andamiaje, así que disfru tamos de la función a la luz de cuatro focos y un montón de estrellas, como sólo se ven en el cielo del Caribe.Había ido a Aracataca en busca de la magia y desde el primer momento me fascinó la realidad.

Un mes recorrido por los muchos rincones de la costa colom biana. Jornadas para hablar e indagar sobre aquellos trozos de la historia de Colombia que Gabriel García Márquez había hecho importantes sin proponérselo, escribiendo para que sus amigos lo quisieran más.

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Una larga búsqueda de datos, fotografias y metros de película abandonados en archivos caseros de los amigos de Colombia y España. Y sobre todo, conversaciones interminables con mi amiga Lola (marriagallista, barranquillera y periodista como Gabo). Todo eso dio como resultado un documental: La magia de lo real.

"A mí me gusta García Márquez porque es un poeta muy científico y porque cuenta las cosas como son", me dijo en Riofrío un viejo militante del partido comunista que participó en la huelga de las bananeras, en 1928. El viejo luchador me confesó que sólo había leído Cien años de soledad y que todo lo que contaba ya se lo sabía.

Yo también sabía cosas de Colombia. También oí historias fantásticas en mi niñez y tuve una abuela que era capaz de mover montañas si se le antojaba.

Pero ha sido tratando de reconstruir el mundo del escritor y mezclando elementos de la realidad y de la fantasía cuando más he aprendido de ese país nuestro. Por eso, aunque no tengo el gusto de conocer personalmente al nuevo premio Nobel de Literatura, le doy las gracias por haber hecho posible mi encuentro con el mundo sin horizontes del Caribe.

Gracias a mis recorridos por Macondo y a mis búsquedas en la imaginación de muchos de sus personajes, me hice más consciente de que los pueblos de Latinoamérica merecen amaneceres interminables porque colocan siempre la fantasia por encima de la desesperanza. En esos pueblos de América estamos de enhorabuena y, para celebrarlo, estoy segura de que en Macondo ya ha empezado, antes de tiempo, el carnaval y de ¡que durará cientos de días con sus noches y a él acudirán "hombres y mujeres venidos de todos los rincones de la Tierra".

es periodista de Televisión Española y autora de una película sobre los orígenes de Macondo.

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