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Festival Intemacional de Teatro de Sitges

El director general de Teatro de la Generalitat presenta 'La dama enamorada', de Joan Puig i Ferrater

El Festival Internacional de Teatro de Sitges toca a su fin con un nuevo espectáculo que no terminó de convencer, dentro del tono general de apatía que ha tomado el certamen ya desde los primeros días. Se trata de un montaje del Teatre de I'Escorpí, con un montaje del escritor catalán Puig i Ferrater, cuyo centenario se cumple este año. La nota más destacada es que el propio director general de Teatro de la Generalitat fue quien presentó al autor y a la obra escenificada.

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La madrugada del pasado jueves los tres componentes del Cire Perillós, de Barcelona, desmontaron la carpa instalada en la playa de Sitges, detrás del denominado Teatre Envelat. El Circ Perillós empezó sus actuaciones el domingo, con un día de retraso sobre lo previsto, a causa de la falta de corriente eléctrica.El escaso público, que nunca sobrepasó las 30 personas, ha obligado a los componentes del Cire Perillós y el Teatre La Viu-Viu, de Masnou, a cancelar sus actuaciones hasta hoy domingo. El grupo El Tricicle, otro de los que utilizaban la carpa, ha optado por quedarse en Sitges, en la esperanza de conseguir un local donde poder ofrecer su espectáculo Manicòmic, que sólo pudo ser visto la madrugada del jueves, pocas horas antes de que se desmontase la carpa, por unas 30 o 40 personas que se lo pasaron estupendamente. La organización del Festival ofrecía al Circ Perillós un espacio donde instala la carpa y la corriente eléctrica, que los artistas, según afirmaron este periódico, consideran insuficiente. Tampoco se les, ha ofrecid los llamados tickets de manutención que son de dos categorías: de 700 y 450 pesetas por comida, los primeros reservados a la gente importante (críticos y jurados) y los segundos para los artistas que intervienen en los espectáculos del Festival. La entrada a los espectáculo de la carpa costaba 300 pesetas.

El viernes por la noche, en el Prado, estreno de La dama enamorada que ha realizado el Teatre de I'Escorpí. Antes de levantarse el telón, Jordi Maluquer, director general de Teatro de la Generalitat. pronunció unas palabras sobre la personalidad del autor, Puig i Ferrater. Palabras muy atinadas, las del señor Maluquer, pronunciadas con el corazón, en las que evocó al Puig apasionado, pero dotado al mismo tiempo de un gran espíritu crítico para con sus semejantes, lo cual, como es sabido, acaba pagándose muy caro en este país. El señor Maluquer concluyó pidiendo al público que se esforzara por ver aquella dama enamorada con los mismos ojos, agradecidos, con que la viera el público de su estreno. Fueron unas palabras muy emotivas y serias que sirvieron de única introducción al espectáculo, pues no se había distribuido entre el público ni un miserable papelito con el reparto y cuatro frases sobre el autor y su obra.

La dama enamorada (escrita en 1907 y reescrita en 1921) del Teatre de l'Escorpí no puede analizarse con las prisas y el breve espacio a que obliga una crónica telefónica diaria sobre el Festival. Con todo digamos que el espectáculo falló por dos motivos: la interpretación y la dirección. El primer acto, muy poco controlado, estuvo a punto de naufragar en el puro melodrama. Parece muy claro que Pep Muñoz no es el Abel de Puig i Ferrater. Le falta esa fuerza, esa magia que, en teoría, debería poseer ese pequeño Peer Gynt catalán que, en parte, es lo que: quiere ser el Abel de Puig, y le sobra un montón de los tics del teatro de aficionados de este bendito país. Carme Fortuny (Lluïsa de Morán) nos da una parte muy reducida de su personaje, la más superficial: hay un mundo de sensaciones bajo esa piel de mujer, de madre y de amante, que el director, Josep Maria Segarra, no ha sabido despertar. Boris Ruiz (Víctor Morán) ola el tipo y llega a convencer en su escena, la del segundo acto. El personaje de el llarg de camins, interpretado por Jordi Bosch, se queda a medio camino entre el ibsenismo sui generis del joven Puig y la típica escena pairalista (patrimonialista) catalana, con toda su torpeza e ingenuidad. Resumiendo, que la intención es buena -y el planteamiento escenográfico de Majó, digno y resuelto con muy buen gusto, trabaja a su favor- pero los resultados están aún bastante lejoss de lo que debe entenderse, hoy en día, despues de la experiencia del Lliure y del trabajo realizado por el equipo de Terra baixa, por eso -que se llama la recuperación del teatro "clásico" catalán.

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