La familia
Los analistas han dicho que don Leopoldo Calvo Sotelo anticipó alevosamente: las elecciones. Yo creo que más bien las ha retrasado, porque no es fácil que nuestra capacidad de: audiencia soporte otros quince días de izquierda / derecha de los pequeños y los grandes tópicos. Y no hago este atrio verbal por nada, sino porque los partidos de izquierda / derecha parecen muy dispuestos a salvar a la familia, que según ellos está en crisis, y yo veo que no. Claro que a mí, con un gato y una gata, ya me parece que tengo familia numerosa.Progresistas e integristas coinciden en desarrollar una política de protección fiscal a la familia. La izquierda, porque está con las clases medias y el lumpemproletariat, y pretende, coherentemente, que los grandes impuestos amanezcan de las grandes fortunas. La derecha, porque liberando fiscalmente a las familias de escasos medios se gana votos, tiene coartada para liberar también "a las cien familias" y elimina todo lo que de socializante o jeffersoniano hay siempre en una Ley Fiscal, aunque haya sido tan chuleada como la de Fernández Ordóñez. Otra cosa que quieren todos (coincidiendo así en el progresismo moderado de nuestra sociedad pequeñoburguesa) es extender la Seguridad Social al ama de casa, e incluso que el viudo cobre pensión de la difunta. Esto último al personal le divierte mucho, porque le parece el mundo al revés, un costumbrismo invertido.
Unos se oponen a la despenalización del aborto y otros exigen el aborto controlado, en nombre de la salud y, sobre todo, en nombre de la estadística, ya que aquí, o en Londres, abortan las que pueden o consideran que pecar en Londres no es pecado. A mí, que no estoy en campaña, me parece que lo mismo se desestabiliza una familia por no tener hijos que por-tener veintiuno, como solían haber los ministros del cuarentañismo (y en esta proliferación ponían mucho el énfasis las biografías / Cifra de los nuevos Gabinetes, como si en lugar de ministros se hubiera elegido sementales). Una pareja sin hijos termina en el psicodrama, el juego de la verdad, la psicoterapia de grupo y otras bobadas, con visitas de alivio a los minicines Alphaville, como necesaria tregua de silencio y sombra. Pero un familión de veintiún hijos, más los diversos perros, canarios, criadas filipinas, tías, suegras, nueras y tíos de América que han venido sin un peso, no es sino un colectivo desestabilizado, descompensado y en descomposición, un tranvía llamado deseo en hora punta (quitaron los tranvías, pero no los sementales) y una cola tercermundista para la sopa. Sólo se podía tener tantos hijos en la Biblia, porque en la Biblia no había Seguro de Enfermedad. En vez del Seguro estaban las tan nombradas pestes bíblicas, que también se llevaban mucha basca. La demagogia izquierda / derecha de que la familia está en crisis y ellos, los políticos, van a salvarla se desmiente sola, pues que la familia siempre ha estado en crisis y quizá no es otra cosa que un amogollonamiento de parientes y contraparientes en torno de una crisis legendaria que ya ninguno de ellos recuerda de dónde viene. En Mariana Pineda, de García Lorca, que Carmen de la Maza ha repuesto en el Martín (noche de aplausos y rosas: una hemorragia, oyes, como se dice ahora, mayormente por las noches, o sea de felicidad), Marianita y don Pedro no fundan una familia porque el penamortista Pedrosa ahuyenta al novio hacia Londres, con la hez liberal / romántica, y le corta el cuello a la novia. El integrismo, por muy partidario que sea de la familia, no puede esperar que una señorita descabezada eche muchos niños al mundo. Que se aclaren.
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