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Discreción israelí ante una eventual apertura de Moscú hacia Tel Aviv

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel afirmó la noche del viernes que "no sabe nada" de una apertura de Moscú hacia Tel Aviv. No obstante, han admitido que Israel "se sentiría feliz" con la reanudación de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.Este desmentido a medias con relación al artículo del columnista norteamericano Jack Anderson, en el que afirma haber detectado un "cambio radical" en la política del Kremlin ante Israel y que Moscú está haciendo guiños a Tel Aviv, intriga a los diplomáticos en Israel.

Efectivamente. El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Yitzhak Shamir, se entrevistó durante su estancia en Nueva York con "un mínimo de diez representantes" de países que no mantienen relaciones diplomáticas con el Estado hebreo. La mayor parte de estos diplomáticos eran de países del Africa negra.

¿Mantuvo también un encuentro con su homólogo soviético Andrei Gromiko? Shamir se ha negado a confirmarlo o desmentirlo. "Mantenemos un acuerdo con todos nuestros colegas para que los encuentros secretos no se discutan en público. Podemos hacerlo más adelante, cuando ello sea útil y oportuno", se limitó a comentar el ministro israelí.

"Israel considera que es muy importante el restablecimiento de relaciones diplomáticas con una potencia mundial como la Unión Soviética. Trabajamos en ello y esperamos conseguir resultados", añadió Shamir.

Estas sibilinas, por no decir misteriosas, declaraciones del ministro israelí han aumentado aún más las especulaciones sobre una próxima reanudación de las relaciones entre la URSS e Israel, que fueron rotas en 1967, a raíz de la guerra de los seis días.

El interés del Kremlin es evidente. Eliminada la URSS de la escena en Oriente Próximo, quisiera remediar esta situación. Pero su orgullo de gran potencia le impide dar los primeros pasos. Hasta ahora, los sucesivos gobiernos de Tel Aviv han mantenido insistentemente que la iniciativa del restablecimiento de relaciones debe partir de quien las ha roto, es decir, de Moscú. Esta ruptura de relaciones resultó muy conveniente para Estados Unidos porque esta situación permitió a Washington convertirse en la única dirección a quien dirigirse para buscar una solución negociada en la región. El antisovietismo crónico de los gobiernos israelíes favoreció la política norteamericana de aislar y, a ser posible, eliminar completamente a Moscú de la escena de Oriente Próximo.

El Gobierno de Menájem Beguin puede inclinarse a reconsiderar la tesis anteriormente citada (que Moscú dé el primer paso). Enfrentado a la nueva política norteamericana, especialmente al plan Reagan para solventar el conflicto árabe-israelí, que el primer ministro israelí considera inaceptable. Beguin pude intentar ampliar su margen de maniobra para liberarse en cierta manera de su dependencia total hacia Estados Unidos. Y esto podría lograrlo mediante una mejora en sus relaciones con la URSS.

Sin embargo, los observadores diplomáticos en Tel Aviv se muestran escépticos en que esa mejora de relaciones llegue hasta el intercambio de embajadores, aunque consideran que nada es imposible.

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