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Rafael Canogar presenta el resumen de sus 25 años de pintura, "cansado de ser ser símbolo de cosas"

El artista abre hoy su antológica en las salas Picasso de la Biblioteca Nacional

El nuevo abstracto del pintor Rafael Canogar (Toledo, 1935) encuentra su explicación en la pintura de sus veinticinco años de profesión madura, que se puede ver bien representada en la exposición que se inaugura hoy en las salas Pablo Picasso de Bellas Artes, en los bajos de la Biblioteca, Nacional. El propio Canogar dirige, en esta entrevista, la lectura cronológica de la exposición, que culmina en este momento en que, dice, "estoy cansado de ser símbolo de cosas", se entrega a Y "la investigación del arte más puro".

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Antonio Fernández Alba y Alvaro Martínez Novillo se las han arreglado para que en el salón central de la sala Pablo Picasso coincidan todas las épocas de Rafael Canogar, de manera que, desde la puerta, se puede ver en resumen a qué exposición se asiste: a una gran antológica, rigurosamente cronológica, que ilustrará mejor, en dos alas colaterales, las dos épocas peor conocidas de Canogar, la informalista y la última abstracta, que él define como de "meditación interior, metafísica". En medio, el compromiso realista, seguido de los collages.

Pero es Rafael Canogar el que guía la visita a sus Veinticinco años de pintura, visita que se va haciendo de izquierda a derecha y comenzando por los cuadros fechados en 1957. "Mi época informalista", dice, "es la que justifica esta exposición. Es una época poco conocida, sobre todo para los que se han incorporado después al mundo del arte". El informalismo de Canogar comienza en 1957 y aparece públicamente por última vez en 1963. Es la época gloriosa del grupo El Paso y, dice Canogar, "coincide exactamente con mi propia madurez de pintor". La sala lateral de la izquierda está íntegramente dedicada a estos cuadros expresivos, fuertes, cargados de contenido, muchos de los cuales vienen de Italia, gracias a la colaboración de Bruno Sargentini.

"El Paso me marcó fundamentalmente, porque lo formaban artistas de una gran personalidad" dice Canogar. "El grupo me dio lo que nos dieron a todos el contacto diario, las discusiones, el mutuo apoyo: promoción y estímulo. De cualquier manera, fue una emocionante aventura que tuve la fortuna de vivir, pero que recuerdo sin nostalgia. Me interesa más lo que va a ocurrir que recordar vieja

historias".

Se refiere a esta época, que algunos llaman de expresionismo abstracto, como informalista. "Es que éste era el nombre de la tendencia en Europa, mientras expresionismo abstracto se llamó en Estados Unidos. Hoy se confunden entonces estaban bien diferenciados. En realidad, a lo que se refería era a la ruptura del formalismo del abstracto anterior, así que informalismo expresaba muy bien lo que buscaba la plástica europea de entonces. El expresionismo abstracto americano partía de principios distintos, difíciles de expresar desde fuera, aunque la sensibilidad era la misma. De hecho, yo creo que los de Madrid estábamos más cerca de los americanos, y los de Barcelona, más cerca de los europeos".

Pero ya aparecen, al final de esta galería lateral que recorremos, los primeros indicios de cambio: estamos en los primeros años sesenta, y en los cuadros empiezan a aparecer figuras. "Si te fijas, se cuida todavía la textura -y yo creo que eso va a caracterizar toda mi obra-, pero la figura va tomando autonomía". "Quizá", ex plica, "el cambio a la figuración nació de la necesidad de buscar una salida al informalismo, con todo lo que tuvo de ruptura. Era un rechazo visceral: en pocos años fui consciente de que no se podía mantener, a la larga, sin que se convirtiera en pura retórica. En estos años, además, había interés en acercarse al espectador, en salirse de la individualidad y romper las barreras. Yo encontré en los me dios de comunicación imágenes que me habían de servir, siempre sin abaratar lo que yo creía, para romper estas fronteras".

La exigencia exterior

Curiosamente, esta época, que luego se va a revelar en el Canogar más conocido, el del compromiso político y la denuncia, el que se instala en los bordes de la pintura para hacerla avanzar al. espacio de la escultura, es la menos representada en la antológica. Ocupa el centro del salón central, y cubre aproximadamente los años anti franquistas: de 1962-63, en que Canogar hace su última exposición abstracta, a 1975, en que "menos forzado por el exterior, comienzo a buscar salidas a la narrativa. De hecho, algún cuadro aparentemente de esta época es ya otra cosa, donde los miembros humanos y los elementos han sido dispuestos un poco como objetos encontrados, y las composiciones, hechas directamente a partir de restos literalmente encontrados en mi estudio".Es la transición a la época de lo collages, que va a abrir la del retorno a la pintura, "a la plástica más pura", gracias al "rigor compositivo", el reencuentro con los pinceles y el espacio bidimensional, el particular tratamiento de las telas y el cuidado de las texturas, que son, dice, "memoria de la pintura". Una época, la de los collages, transitoria, como los años de transición en que se produce: desde 1975 a 1978. Después, Rafael Canogar ya se siente capaz de "ordenarse, enfrentarse a la nueva realidad de España, que permite volver a un arte más libre, a la investigación estética, sin sentirse como dejando de lado problemas más urgentes de los que hablar". "Hay pintores que se marcan una línea y se mantienen en ella pase lo que pase. Yo nunca he podido ser indiferente a lo que ocurría a mi alrededor".

Y ya estamos entrando en la sala negra, donde están los abstractos últimos. "He vuelto a la abstracción con una actitud nueva, tratando de desembarazarme de un lenguaje que a veces ha sido solemne, y otras, entendido, muy a su pesar, como metáfora. Estoy cansado de ser símbolo de cosas, y he querido encontrarme conmigo mismo y pintar, en el sentido más profundo de la palabra, libre de la necesidad de referirme a nada.

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