La CEE cifra en 18.400 millones el presupuesto necesario para promover una campaña de lucha contra el hambre
En 184 millones de ECUs (unidad de cuenta europea que equivale a unas cien pesetas) estima la Comisión de las Comunidades Europeas el presupuesto necesario para llevar adelante un programa especial de lucha contra el hambre en el mundo, que atienda tanto a las ayudas de urgencia a refugiados y damnificados por las guerras o catástrofes naturales como a las ayudas al desarrollo agroalimenticio de los países más retrasados en la carrera del progreso, y más afectados, generalmente, por la desnutrición y la escasez.
Una de cada cinco personas no come o come mal. La familia de los subalimentados, que se acerca actualmente a los quinientos millones de personas, rebasará, según previsiones del Banco Mundial, la cifra de setecientos millones en el año 2000. La mayoría de esta población desnutrida se encuentra en países en vías de desarrollo, aunque una parte considerable pertenece a núcleos urbanos de países calificados como desarrollados. El organismo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, informa que en el curso de la década de los setenta la producción agroalimentícia de los países menos desarrollados ha crecido un 29% pero en esos diez años el crecimiento demográfico ha sido más fuerte, y ha reducido así el avance agrícola a un 5% por habitante.En ciertos países de Africa se ha advertido un retroceso de un 9% y hasta de un 20% en la productividad, lo que ha motivado que zonas de Asia, Africa y Suramérica, tradicionalmente exportadoras de productos alimenticios (cereales, sobre todo), hayan pasado a ser importadoras de esos mismos productos.
El hambre es una realidad de
este planeta a la que hay que dar la cara, porque están en peligro muchos seres humanos. Peligro de muerte, en primer lugar, por la desnutrición, y, en segundo, por las revueltas y conflictos sociales que la necesidad origina.En una comunicación presentada al Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas (órgano ejecutivo integrado por los representantes de los diez países miembros) el pasado mes de julio, la comisión expone las líneas de un proyecto de "programa especial contra el hambre", que se inscribe dentro de la estrategia aprobada por el propio Consejo a finales de 1981. Dicho programa, dotado de una cantidad base de 184 millones de ECUs (18.400 millones de pesetas), prevé una serie de acciones a corto y a largo plazo, dirigidas a dos objetivos: aportar una ayuda de urgencia a poblaciones que viven una situación de necesidad que exige solución inmediata y contribuir a la puesta el! marcha de políticas nacionales agroalimentarias, a través de ayuda material, técnica y educativa, con miras al autoabastecimiento de lo! países infradesarrollados.
La ayuda material o de urgencia a poblaciones damnificadas, por conflictos naturales o sociales, internos o externos, es prioritaria. Actualmente existen en el planeta unos cuatro millones y medio de personas que pasan hambre y miseria a consecuencia de guerras e invasiones: son los refugiados y desplazados de Afganistán, del sureste asiático, de América Central, de Africa Austral y del Cuerno de Africa, así como ciertas capas de población de los países receptores. "Ellos están entre los más desheredados del planeta", dice el informe de la comisión; "su supervivencia depende a todos los niveles de la ayuda exterior".
Para ellos las comunidades aportarán 35 millones de ECUs (3.500 millones de pesetas), según el programa especial contra el hambre. Esta ayuda, canaliza da a través de organismos especializados públicos o no guberenamentales, nacionales e internacionales, no afectará al desarrollo económico interno, del país a cuyos habitantes fuera destinada.
Ayudar a hacer vivir
Muchas veces el hambre no es consecuencia de un determinado hecho bélico o catastrófico, sino de una penuria alimenticia aguda y de una pobreza económica general del país. La falta de recursos naturales, la falta de conocimientos y de técnicas adecuadas para obtener el máximo, rendimiento ¿¡el suelo, la falta de preparación de la mano de obra, la inversión de los débiles beneficios locales en la adquisición de
petróleo (para transportes, calefacción y alumbrado), el constante peligro de los caprichos de la naturaleza (lluvia, inundaciones, sequía), todos son factores que atentan contra la buena marcha y el avance del sector agroalimenticio de los países en vías de desarrollo, y que, por ende, generan hambre.Las actuaciones programadas en este terreno son de dos modalidades: las de apoyo directo a políticas alimentarias locales y las acciones específicas en favor de la conservación del medio rural.
Las ayudas directas a políticas agrolimenticias de países con bajo índice de desarrollo (gratuitas si el producto nacional bruto no sobrepasa los 730 dólares por habitante y año) persiguen la finalidad de crear las condiciones económicas y sociales idóneas para que el país pueda, en un futuro, aprovisionarse por sí mismo y por sus propios recursos naturales (agrícolas, de ganadería y de pesca), haciendo especial hincapié en aquellos que, pose yendo no pocas fuentes de riqueza, no disponen de medios suficientes ni de personal adecuado para realizar una explotación provechosa.
El programa contra el hambre prevé la cantidad de cien millones de ECUs (10.000 millones de pesetas) para realizar estas acciones. A diferencia de las ayudas urgentes, estas otras sí inciden, y muy directamente, en el desarrollo económico interno del país en cuestión. Y eso es precisamente lo que se pretende.
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