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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los 'fracasos escolares'

Sorprende -en el contexto del meritorio esfuerzo que significa la iniciativa del suplemento semanal de EL PAIS dedicado a la educación- encontrar conceptos y apreciaciones tan escasamente objetivos y constructivos como los que aparecen en el número correspondiente al 13 de julio último, en el suelto titulado El oráculo del ministro, firmado con las iniciales E. S. B.En primer término, por la desafortunada denominación de oráculo para definir la función modesta y meramente técnica del jefe del gabinete del ministro de Educación. Justamente un ministro cuyo prestigio científico no se pone en duda dentro ni fuera de nuestras fronteras. Difícilmente podrían encontrarse figuras históricas más contradictorias con los usos de la ciencia que las de oráculos, augures y nigromantes. No, el ministro de Educación y Ciencia no necesita oráculos a su lado. Simplemente modestos asesores con más rigor y menos dogmatismo que quienes parecen convencidos de poseer el secreto magnífico de las soluciones a todos los problemas, y por ello pueden permitirse ironizar sobre cualquier extremo que a otros preocupa.

Viene todo esto a cuento de la importancia que el citado E. S. B. otorga al número de alumnos por aula, como condicionante de especial importancia del fracaso escolar. Miles de profesores y de ciudadanos podrían testimoniar sobre las posibilidades de eficacia educativa de un buen profesor con los 35 o 40 alumnos que albergan nuestras aulas, agrupados por grados con criterio de similar nivel de edad y de conocimientos, como se organizan, la inmensa mayoría de nuestros centros, con la excepción de las escuelas incompletas.

Dije en la conversación que motivó el suelto del periodista que desconocía, pero que dudaba de la verosimilitud de la cifra de veinticinco alumnos por maestro en Italia. Ahora' es el propio E. S. B. quien asegura que pueden llegar a treinta, después de "haber insistido en sus indagaciones y fuentes del Ministerio de Educación de la República Italiana". En el supuesto de que sea cierto, hay que reconocer que la situación ha evolucionado muy rápidamente, porque en el volumen II de L?éducation dans le monde, publicado por la Unesco en 1960, se indica, sobre la base de un informe oficial del Gobiemo de dichó país, que "la ley fija el número mínimo de quince alumnos para la creación de una escuela a cargo del Estado y el número máximo de sesenta que podrán ser confiados a un solo maestro".

Prioridad a la escolarizació

Es cierto que en los últimos años la situación ha evolucionado sensiblemente en toda Europa, aunque junto a países como Dinamarca, con veintiocho alumnos por aula, como máximo, o Finlandia, con 32, otros se aproximen todavía a nuestras cifras (Australia 36, República Federal de Alemania 38, Israel 40) sin que pueda asegurarse que se trata de países con los que no debamos comparamos (*). Pero tampoco se puede olvidar que en un primer momento esa mejora cualitativa de reducción numérica fue posible gracias al crecimiento económico excepcional en unos países que ya tenían básicamente resuelto el aspecto cuantitativo de su escolarización básica.

España también experimentó un notable crecimiento económico, pero hubo de otorgar prioridad a la escolarización realmente generalizada en EGB y a un impresionante progreso hacia la escolarización general en la enseñanza media y en preescolar a partir de la Ley General de Educación. En un segundo momento, frenada la aceleración del desarrollo económico, con la consiguiente reducción de inversiones en educación, la evolución hacia la limitación del número de alumnos por aula sigue manteniéndose en esos países, pero sobre todo debido al superávit de profesores funcionarios como consecuencia de la reducción demográfica infantil.

Son sobre todo los sindicatos de profesores los que luchan -con éxito y con mérito- por asegurar el puesto de trabajo al profesorado, aduciendo la calidad de la enseñanza como fundamento de sus reivindicaciones.

Sin negar el fundamento y la necesidad de establecer un número razonable de alumnos por profesor, es evidente que eso sólo no es suficiente para superar los fracasos escolares. Y a ese respecto, otro elemento ha llamado mi atención en la lectura que comento: la parcialidad y hostilidad con que el periodista atribuye a las autoridades educativas intenciones cínicas que subrayarían la problemática de los fracasos escolares con el fin de que, al hablar de ellos, la sociedad se habitúe y disminuya su sensibilidad al respecto.

Educación y provocación

Sería ofensivo, si no fuera cómico, atribuir tal intención a un ministro que desde su primera comparecencia en el Parlamento destacó el problema del rendimiento escaso del sistema (y los parlamentarios no se habitúan a convivir con problemas irresueltos) y también desde ese primer momento ha alentado el estudio de sus condicionantes y ha promovido una real política de medidas correctoras.

Entre éstas, unas realizadas y otras en fase avanzada de elaboración, la expansión de la educación preescolar, cuya acción compensatoria en favor de los alumnos procedentes de medios socioculturales desfavorecidos es bien cónocida; la renovación de los sistemas de formación inicial y permanente del profesorado; la obligatoriedad de que los puestos de profesores en educación preescolar, educación especial o en las áreas de especialización de la segunda etapa de educación general básica, sean desempeñados por quienes acrediten las calificaciones adecuadas para ellos, la renovación de los contenidos en la EGB, la ampliación de los servicios de orientación y el impulso a las innovaciones educativas. ¿Por qué se silencia que 50.000 profesores se están beneficiando de las oportunidades de perfeccionamiento promovidas y financiadas por el Ministerio de Educación y Ciencia? Hay muchas cosas por mejorar y otras por cambiar, pero ¿por qué ese empeño por omitir lo propio y aceptar sin sentido crítico lo ajeno?

Concluyo, por no abusar de la pacencia del lector, sugiriendo la conveniencia de no sustituir con fórmulas ambiguas que simulan novedad, ideales y métodos que desde hace ya muchos años forman parte de la actividad normal de nuestros buenos profesores. Decir que "la educación, o es provocación o es bien poca cosa, cuando no un verdadero delito", no es decir mucho más que lo que dijeron con fórmulas menos ambiguas profesores y pedagogos insignes -muchos de ellos españoles-, o es una estulticia. Bien está que descubran mediterráneos ,quienes los ignoraban, pero no es sensato que se empeñen en hacer admirar la novedad a miles de profesores curtidos en la docencia.

José Blat Gimeno ex jefe del gabinete del ministro de Educación. * Study on Teacher working conditions in Europe. World Confederation of Organizations of th Teaching Profession. Switzerland. 1979.

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