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Un paso más hacia el origen del cáncer

A los españoles que trabajan en el laboratorio de Bethseda les ha sorprendido la excesiva difusión de su hallazgo, del que subrayan que no tiene aplicación terapéutica

"Se ha exagerado la noticia en la Prensa española". "Es un tema para un artículo en las páginas científicas". "El descubrimiento supone un pequeño avance". "No tiene ninguna aplicación terapéutica". Es así, con tales afirmaciones, como el grupo de investigadores españoles descubridores de genes humanos capaces de poder causar cáncer explican de forma extremadamente prudente y matizada el alcance de su hallazgo en los laboratorios del National Institute of Health, situado en el barrio de Bethseda, en las cercanías de Washington.

"Es evidente que el descubrimiento supone un avance en la lucha contra el cáncer pero debe explicarse en el contexto de las investigaciones en curso", dice Mariano Barbacid, de 32 años de edad, químico y responsable del programa de investigación. Corroboran el mismo principio los biólogos Eugenio Santos, de veintiocho años, y Vicente Notario, de veintinueve años, miembros del equipo, que integran también las norteamericanas Linda Long y Anne Lauver y la italiana Sirrionetta Pulziani.

En torno a una barbacoa, en la calurosa noche de la capital norteamericana, el joven equipo de científicos charla de su trabajo, de la lógica sorpresa sobre el impacto que le ha dado la Prensa en España (la revista especializada Science y el diario The New York Times dedicaron artículos al tema) y de la problemática general de los científicos españoles que se encuentran investigando en EE UU, a los que el Gobierno español, a falta de una política clara en materia de investigación, trunca a veces su vocación y su carrera al obligarles a regresar a España al cabo de tres años de trabajo en EE UU. "Para sumarnos a la lista del paro, en muchas ocasiones", dice Santos. En cuanto a los organismos oficiales, tampoco la Embajada de España en Washington, o los consulados, parecen muy interesados en mantener algún contacto, al menos una vez al año, con la comunidad española de científicos y profesores en Estados Unidos.

"No hemos descubierto la solución del cáncer"

"A primeros de 1980 comenzamos a buscar genes cancerígenos en tumores humanos", explica Barbacid. "Continuamos extrayendo DNA (ácido desoxirribonucleico, que integra toda composición genética) de cánceres humanos, y lo introdujimos en células en el laboratorio, células de ratón por razones técnicas, aunque podían haber sido también humanas. Entonces comprobamos que este DNA podía transformar células normales en oncogénicas, o sea en células malignas cancerígenas"."Al año siguiente", continúa Barbacid, "estábamos ya en condiciones de aislar los oncogenes mediante la técnica genética. Fue Eugenio el que, a partir del mes de septiembre, se puso manos a la obra y lo sacó. El nuevo gene lo hemos encontrado tres grupos de científicos, centrados actualmente en ese tema: Robert Wember, del Massachusetts Institute of Tecnologie; Michel Wingler, del Cold Spring Harbor Laboratorie, y nosotros. Joffrey Cooper, del Sydney Farber Cancer Institute, no ha podido. Es un caso excepcional en investigación, ya que los tres grupos hemos llegado a dar con los mismos genes, los mismos datos".

-¿Tiene algún nombre científico específico el gene aislado en el descubrimiento?

-No tiene ningún nombre, es un gene oncogénico de un cáncer humano de vejiga.

-¿Cuál es la importancia del descubrimiento, a escala científica, puesto que insiste en que no supone curar el cáncer ni tiene aplicación terapéutica?

"Bueno, han llamado la atención dos hechos", prosigue Barbacid, flanqueado por Santos, Notario y Long. "En primer lugar, que se haya identificado y se haya aislado. Durante los últimos seis meses lo que Eugenio Santos está haciendo es caracterizarlo. Una de las cosas más sorprendente que hemos encontrado ha sido que este gene es prácticamente idéntico a otro que está presente en todas las células normales. O sea que este gene no ha venido de fuera. Como segundo concepto hay que destacar que el gene normal ha sufrido un cambio mínimo para convertirse en un gene de cáncer".

"Esto es muy importante, pero todavía está todo en pañales, porque el cáncer es un proceso muy complicado. Por ejemplo, el cáncer de pulmón. Tú fumas ahora y tarda veinte años en aparecer la enfermedad. Por eso todavía no entendemos por qué ese gene que tú pones en el laboratorio en un animal le causa cáncer en dos semanas, cuando en la naturaleza tarda, por ejemplo, veinte años. O sea que hay algo que todavía está sin explicar", agrega Barbacid, visiblemente molesto por la innecesaria publicidad sensacionalista que se ha dado en España al hecho del descubrimiento científico.

"El camino abierto ahora consiste en que hemos identificado varios genes en otros tumores, y nos ha sorprendido encontrar que cánceres que desde un punto de vista clínico son completamente distintos tienen el mismo gene". Todo el equipo insiste en el carácter científico y experimental del hallazgo, "al que, posiblemente, en España no se habría dado tanta publicidad de no tratarse de españoles", concluyen los jóvenes científicos.

"España carece de política científica"

La conversación deriva rápidamente hacia la situación general de los científicos españoles en EE UU. En el grupo hay de todo. Desde quien lleva quince años en este país, hasta el que acaba de aterrizar. Casi todos vinieron con una beca, en virtud de los acuerdos de cooperación hispano-norteamericanos, una de cuyas cláusulas es que al término de tres años deben regresar a España, al menos durante otros dos años. Pero la pregunta que se hacen es: ¿regresar para dedicarse a qué?"¿Para ir a golpe de burócrata a la cola del paro?", se preguntan los miembros españoles del equipo de Barbacid, que expresan una inquietud generalizada entre los centenares de cerebros españoles que se encuentran actualmente investigando en Estados Unidos.

Si Madrid no envía a las autoridades norteamericanas una carta de no objeción, en la que renuncie a la teórica recuperación de los científicos al cabo de tres años de labor en Norteamérica, la Administración de Estados Unidos no renueva el visado J-1 y les obliga a salir del país. Es evidente, por una parte, que el Gobierno español intenta recuperar a sus científicos. Pero, en muchos casos, cabe preguntarse para qué labor.

"En primer lugar, Madrid debería definir unos objetivos de política científica. Saber qué es lo que interesa en genética, por ejemplo, para el bienestar y el desarrollo económico de España. España no tendrá nunca medios suficientes para cubrir todos los sectores de la investigación", explica Alvaro Puga, biólogo instalado en EE UU desde hace quince años y director de un programa de investigación. en el National Institute of Healt.

Mayor flexibilidad por parte del Gobierno español en la aplicación del programa cultural y de los tratados de cooperación hispano-norteamericanos, que dirige Ramón Vela, es lo que desean los científicos españoles en EE UU. Hay unanimidad en el deseo de regresar a España, siempre y cuando puedan continuar sus investigaciones en condiciones parecidas. "No para instalarse entre cuatro paredes, sin presupuesto y sin una política clara", afirma con unanimidad el grupo. "El centro de biología molecular de Madrid está muy bien", dice Barbacid, "pero no hay puestos de trabajo para todos".

También hay unanimidad en el grupo de científicos a la hora de valorar el escaso -por no decir nulo- interés de la Embajada de España en Washington, o de los consulados españoles en Estados Unidos, a la hora de mantener un mínimo contacto, al menos una vez al año, con los centenares de estudiantes, científicos o profesores españoles esparcidos por Estados Unidos.

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