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Preocupa en París el progresivo divorcio entre Washington y sus aliados

La degradación de las relaciones euronortemericanas preocupa cada día más en Francia. Aunque en el origen de este inicio de guerra fría se encuentran exclusivamente las discordancias económicas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte también podría sufrir las consecuencias. Uniéndose a Italia, el Reino Unido y Alemania Occidental, Francia decidió ayer ignorar el embargo americano de la venta de tecnología a la URSS. El ministro de Relaciones Exteriores, Claude Cheysson, que no viajará a Washington, en contra de lo que se había anunciado, subraya el divorcio progresivo entre EE UU y Europa.

El primer ministro, Pierre Mauroy, anuncié ayer que las empresas francesas "cumplirán los contratos concluidos con la URSS para la construcción del gasoducto eurosiberiano", de 5.000 kilómetros, que debe transportar el gas soviético al oeste del viejo continente. El Reino Unido, Italia y la República Federal de Alemania (RFA) ya habían hecho otro tanto, ignorando con ello el embargo decretado unilateralmente el pasado mes de junio por Estados Unidos, que prohibía la venta a los soviéticos de la tecnología necesaria para construir el gasoducto siberiano. Para finales de la década de los ochenta, el 30% del consumo total europeo dependerá del gas procedente de Siberia.La decisión francesa de ayer es el último episodio, por ahora, del divorcio progresivo euroamericano, según el ministro galo de Exteriores, Claude Cheysson. Las discrepancias entre Washington y las principales capitales de Europa occidental ya quedaron encima de la mesa en la reciente cumbre de Versalles. La política, la estrategia, la economía y las finanzas tramaron, en el que fuera castillo del Rey Sol, el esquema de la gran desavenencia entre el líder de la Alianza Atlántica y los principales miembros de esta organización. En térmínos simples, los americanos piden a sus aliados que no comercien con la URSS para que este país no importe divisas, que le servirían para reforzar su potencial estratégico, "aumentando con ello el peligro que representa para la paz mundial".

Según esta tesis americana, se trata de retrasar al máximo la construcción del gasoducto que transportará a Europa el gas siberiano. Para realizar esa obra gigantesca, los soviéticos necesitan créditos y tecnología occidentales. El pasado mes de junio, Washington decretó el embargo de todo comercio tecnológico con la URSS sin consultar con sus aliados eu ropeos. De aquí la agravación del divorcio ya iniciado con la política de altas tasas de dinero de la Administración Reagan y con la sobrecarga de impuestos decidida para gravar los aceros importados de Europa occidental por los norteamericanos.

Claude Cheysson resumió el desacuerdo euroamericano en términos serios: "No hablamos el mismo lenguaje. Existe una incomprensión enorme entre Europa y Estados Unidos. Esto es grave".

Esta incomprensión, originada por las cuestiones económicas, se teme repercuta en los lazos más directamente políticos. Los medios oficiosos parisienses, por ejemplo, temen que la instalación de los misiles atlánticos para contrarrestar a los SS-20 soviéticos sea más difícil aún a causa de la política egoísta de Estados Unidos. Los movimientos pacifistas, tan potentes en la RFA y en otros países europeos, encontrarían una razón más para desarrollarse a la vista de la indiferencia de Washington cuando se trata de los problemas de sus aliados. "El fundamento de nuestra política exterior continúa siendo la Alianza Atlántica, pero en París, como en las demás capitales europeas, se empieza a sentir una gran inquietud, debida a las medidas de EE UU", declaraba ayer un portavoz del Ministerio francés de Exteriores.

En Francia, más que en ningún otro país de Europa occidental, se quiere convalidar en la práctica su postulado teórico: "Una cosa es la lógica económica en las relaciones con la URSS, y otra, la lógica política". Es decir, hay que comerciar pero hay que seguir enfrentándose con Moscú.

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