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Reportaje:

El espacio, escenario de una nueva y espectacular carrera armamentista

Soledad Gallego-Díaz

Con el regreso a la Tierra de la nave espacial Columbia en su último vuelo experimental, y la creación de un mando militar para el espacio dentro del Pentágono, se ha abierto una nueva era. La década de 1985 a 1995 será esencial no sólo por el perfeccionamiento de los satélites actuales, gran parte de los cuales tienen ya objetivos mili tares, sino porque los dos grandes bloques pueden dar un giro de 180º en su actual política de desarme espacial e iniciar una espectacular carrera de armamentos en órbita alrededor de nuestro planeta. Todo está a punto según los técnicos, falta la decisión política.

Los defensores de esta nueva política forman un poderoso grupo de presión tanto en Estados Unidos como en la Unión Soviética, los dos únicos gigantes capaces de desencadenar una guerra en las estrellas. La decisión final, abrir el portón de la militarización del espacio, parece estar por el momento en manos de la Casa Blanca directamente. Algunos afirman que el presidente Ronald Reagan está personalmente interesado en la posibilidad de instalar armamento en el espacio. Su ministro de Defensa, Caspar Weinberger, se ha declarado abierto a la idea, al igual que el asesor presidencial para asuntos científicos, Jay Keyworth. Al menos así lo afirma uno de los mayores expertos en el tema, el británico Robempbanks, que presentó un informe sobre Tecnología de los sistemas militares espaciales, en la última reunión de la asamblea parlamentaria de la OTAN. La polémica se centra fundamentalmente en la conveniencia o no de poseer una base espacial equipada con misiles balísticos de defensa (SBWS). Para unos es una locura algo injustificada, o simplemente prematura; para otros, el sistema perfecto de defensa. La discusión no afecta sólo a militares o políticos. Grandes empresas norteamericanas se juegan también contratos de miles de millones de dólares. La militarización del espacio es ya un hecho. La única frontera que aún no se ha rebasado es su neuclarización o la instalación de medios de destrucción masiva, prohibidos por el tratado internacional de 1967 que firmaron 89 países. Nada ha impedido, sin embargo, que el 75% de los satélites lanzados desde los años setenta tenga una finalidad exclusivamente militar. A principios de 1980 se estimaba que el número de satélites en órbita alrededor de la Tierra alcanzaba la cifra de 4.500. No quiere decir que todos ellos estén en funcionamiento. Su vida suele ser corta (muy corta en el caso de los satélites soviéticos: prácticamente toda la serie Cosmos no supera los quince días de vida efectiva), por lo que están en continua renovación. Sólo unos trescientos efectúan realmente algún tipo de trabajo.

Satélites militares

Según Banks, los satélites con capacidad militar pueden ser divididos en cinco categorías: reconocimiento y vigilancia (R/S), comunicaciones, navegación y situación, meteorológicos y geodésicos.

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Los primeros tienen, a su vez, distintos cometidos. Los más famosos son tal vez los fotográficos. Estados Unidos dispone desde 1971 del modelo Big Bird (Gran Pájaro), capaz tanto de vigilar grandes áreas como de misiones de cerca. Transmite sus fotos de área por un sistema electrónico y las de cerca por cápsulas que son expulsadas por el satélite y recogidas por la fuerza aérea norteamericana. El último modelo de satélite fotográfico es el KH- 11 (dos unidades), de vida larga (dos años). Aunque su capacidad exacta es un secreto militar, parece comúnmente aceptado que puede fotografiar claramente superficies de quince centímetros, sin luz y a través de nubes.

Existen también los satélites R/ S dedicados a cometidos electrónicos, tales como calcular la penetración de los bombarderos en las líneas enemigas. Son los llamados ferret satellites, algo así como satélites fisgones o hurones. Otros, llamados de alerta rápida, están equipados con sensores infrarrojos capaces de detectar la radiación de un misil balístico intercontinental en vuelo sesenta segundos después de haber sido disparado. Doblan así el margen de seguridad que dan los radares más perfeccionados en tierra o en aviones. Estados Unidos ha preparado un modelo experimental -que será lanzado previsiblemente en 1983- llamado el Teal Ruby, con 95 sensores diferentes. Un modelo especial de R/S se dedica a la detección de explosiones nucleares en la tierra.

Los satélites R/S son indispensables, según los expertos, para garantizar el respeto de los acuerdos sobre reducción de armamentos nucleares en la tierra, para fijar los blancos de los misiles balísticos intercontinentales y de los Cruise, para detectar movimientos de tropas (Estados Unidos conoció dos semanas antes los preparativos para la invasión de Afganistán) y, algo muy importante desde el punto de vista militar, para la guerra antisubmarinos, aunque todavía existen problemas técnicos sin superar que hacen que sean menos efectivos según la profundidad a la que se encuentra el submarino.

De los 89 satélites militares que lanzó la URSS en 1980, el 40% eran Cosmos fotográficos, de sólo trece días de vida. En 1981 el Cosmos 1296 tenía ya una vida algo más larga: treinta días.

Si los satélites de vigilancia y reconocimiento son un elemento indispensable para los ejércitos actuales de Estados Unidos y de la URS S, no lo son menos los de comunicaciones: el 60% de las comunicaciones estratégicas norteamericanas se efectúa hoy vía satélite. Los nuevos modelos DSCS tienen diez años de vida y constan de doce unidades. Los soviéticos utilizan series de ocho Cosmos lanzados con un solo cohete: la serie Molniya (uno de cuyos satélites asegura el enlace Washington Moscú, la famosa línea roja) y la serie Radufa-Statsionar.

Para vigilar la navegación y establecer la posición exacta de fuerzas y navíos, Estados Unidos lanzará próximamente (1987) una nueva serie, Navstar-GPS, que establecerá un sistema de satélites separados entre sí lo suficiente como para que su destrucción exija acciones individuales. Para inutilizar todo el sistema habría que destruir, al menos, seis satélites de la serie.

Hasta el momento, la carrera de armamentos ha estado prohibida en el espacio. Ninguno de los satélites que giran en tomo a la Tierra posee armas de destrucción masiva, ni rayos láser de uso militar. Pero todo puede cambiar en esta década.

Los estudios científicos y técnicos para instalar en el espacio sistemas de misiles balísticos (conocidos con las siglas SBWS), permitirían hoy día nuclearizar determinados satélites con armas defensivas y ofensivas.

'Satélite bomba'

Los soviéticos han ensayado diecisiete veces entre 1966 y 1971 un tipo de satélite bomba conocido como FOBS (Fraction Orbital Bombardement Systems). Se trata de satélites que se lanzan al espacio, pero que antes de completar su primera órbita vuelven a la Tierra para caer directamente sobre un objetivo. Evidentemente, los ensayos se realizan sin armamento alguno.

Los soviéticos han desarrollado también investigaciones sobre los misiles de rayos de partículas, sobre todo en sus centros de Semipalatirisk y Sarova, alegando que tenían fines civiles e industriales, pero en 1977 el Pentágono creó también una comisión de 53 científicos encargada de estudiar el mismo problema. El valor destructivo de este tipo de arma es enorme, más aún que el láser. Pero los científicos no se ponen de acuerdo, por el momento, sobre su operatividad; por el contrario, no existe ninguna duda sobre la operacionalidad y efectividad de los rayos láser. La única duda, por el momento, es su elevado coste. El rayo láser viaja a una velocidad parecida a la de la luz y puede destruir sus objetivos por medios térmicos, radiación o propagación de ondas, o por una combinación de las tres.

Dos senadores norteamericanos, entre ellos un antiguo astronauta del Apolo, encabezan el grupo de presión que quiere convencer a Reagan para instalar este tipo de rayo en satélites permanentes. La Boeing Aerospace Corporation ha propuesto, por su parte, construir un láser para ser ensayado precisamente en la nave espacial Columbia, cuyas posibilidades son inmensas desde un punto de vista militar. El láser tendría dos aplicaciones: como sistema de destrucción de satélites enemigos (es decir, para equipar satélites Asat o asesinos) o como misil balístico de defensa. El proyecto actual supondría instalar veinticuatro estaciones en órbita permanente sobre la Unión Soviética, equipados todos con láser.

El futuro de la 'Columbia'

La primera hipótesis -desarrollar los satélites Asat con misiles láser antisatélites- es la que cuenta con más defensores. El presidente Carter paró los planes Asat hasta poseer un informe del Consejo Nacional de Seguridad, pero parece que Reagan ha vuelto a poner en marcha el proceso. La destrucción de satélites enemigos se puede realizar con aviones F- 15 poseedores de infrarrojos, pero sólo alcanzarían a los satélites instalados en órbitas bajas, o con láser instalados en tierra.

El proyecto perfecto, según los defensores de la guerra antisatélites, es adaptar la nave espacial Columbia a este tipo de misiones o equipar expresamente a otro tipo de satélites. La nave espacial abre una nueva etapa en los proyectos militares norteamericanos, porque puede transportar material pesado o misiles y porque permitirá lanzar tanto el Teal Ruby como los sistemas GPD y nuevos sistemas de comunicaciones. Aunque se mantiene en el más absoluto secreto, resulta significativo que veintiuno de los 35 astronautas que deben volar en los próximos años a bordo de la Columbia procedan del Pentágono.

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