Colombia y su tradición democratica
Las elecciones presidenciales de Colombia, precedidas hace unas semanas por las de renovación del Parlamento, asambleas departamentales y concejos, son muestra terminante de la tradición democrática y constitucionalista del país, apenas rota hace ya tres décadas por la dictadura del general Rojas Pinilla.Con no ser livianos los problemas políticos, económicos y sociales actuales de Colombia, en gran parte de crisis le crecimiento, y que reclaman estudio cuidadoso y objetivo, imposible a través de viajes apresurados o de infórmaciones superficiales no exentas de prejuicios, Colombia constituye una democracia estable, en la que el sentimiento de libertad, el pluralismo político y el respeto a los principios constitucionales la colocan en elevado rango de madurez y firmeza institucional.
Una Constitución casi centenaria
En la turbulencia política del siglo XIX, tan lleno de actitudes románticas y violentas, América española y España sufrieron pronunciamientos y guerras, civiles enconadas. No sólo en los países de nuestro idioma. Recuérdense la Revolución de 1848, los movimientos nacionalistas, el golpe de Estado de Napoleón III, historiado por el desterrado Víctor Hugo en duras páginas; la Guerra de Secesión de Estados Unidos, sin contar con tas infinitas guerras coloniales de la era, del imperialismo europeo.
Por lo que a Colombia se refiere, en el período que allí se llama de la regeneración, discutido todavía por historiadores acuciosos, hace casi un siglo, se llegó a una Constitución moderada, presidencialista y equilibrada, obra preferentemente de dos insignes literatos y políticos: Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. Con algunas reformas y breves períodos de suspensión con los inevitables y lógicos contrastes de liberales y conservadores, y con algunas modificaciones progresistas -Colombia es bipartidista por tradición más que secular- ha servido y sirve para la estabilidad institucional del país. En parte suspendida por la dictadura del general Rojas Pinilla, por los años cincuenta, sirvió para vencer a la dictadura misma, que cayó por su falta de apoyo democrático y legal, en la incruenta revolución de 1957, que puede muy bien titularse de los acuerdos de Sitges y Benidorm, villas españolas felizmente incorporadas en la historia contemporánea de Colombia.
Paridad y alternación
Vivía exiliado en España el ex presidente conservador Laureano Gómez, de singular espíritu polémico y gran arraigo en su partido. Derribado por el golpe de cuartel del general Rojas Pinilla, se instaló en España. El ilustre estadista liberal Alberto Lleras Camargo, ya ex secretario general de la Organización de Estados-Americanos y ex presidente de la República en el año de 1945, escritor y orador admirable, vino a España para entrevistarse con Laureano Gómez, antes su adversario político y ahora unidos por su oposición al régimen dictatorial.
En las entrevistas que celebraron ambos en Sitges y en Benidorm llegaron al acuerdo de buscar sustituir al régimen de la dictadura por medio de muy original sistema político que uniera a la democracia liberal, la colaboración de los dos partidos, hasta el punto de hacerlos corresponsables de la nueva forma de gobierno, consistente en la fórmula de entregar la mitad de los puestos en el Parlamento. Asambleas departamentales y municipios y, desde luego, el Gobierno nacional, a personas de cada uno de los dos partidos, y en cuanto al presidente de la República se alternaría en el cargo -que tiene cuatro años de duración- y durante cuatro mandatos presidenciales, un liberal y un conservador.
El ambiente público se hizo de tal manera adverso al general Rojas Pinilla que éste tuvo que dimitir y dejar el poder a un directorio militar, que sometió a referéndum popular la fórmula de Sitges y Benidorm con reforma temporal de la Constitución.
Así, durante dieciséis años, a lo largo de cuatro presidentes, se alternaban los liberales -color rojo- y los conservadores o godos -color azul-. Sólo adalides políticos prestigiosos y el juicio prudente y honesto de la opinión pública, han permitido la vigencia de este sistema.
Guerrillas
En 1946, a raíz de la pérdida por los liberales de la presidencia de la República, por haberse dividido en las elecciones, al ocupar el cargo Mariano Ospina Pérez, conservador moderado, surgen guerrillas liberales preferentemente, a consecuencia del cambio de Gobierno y de los errores y abusos de poder del Partido Conservador en algunos lugares del país.
Los grupos alzados suscitan la respuesta de la Policía Nacional y de las fuerzas del Ejército, que obedece las órdenes del Gobierno y se pierde la paz pública, afirmada con las Administraciones conservadoras y liberales de casi medio siglo.
Lo que había sido dechado de libertad y paz con las administraciones de Olalla Herrera, Alfonso López, padre, y Eduardo Santos, con señalados progresos del país en todos los órdenes, sufre luchas armadas de lamentables consecuencias para la vida y seguridad de los campesinos. Las guerrillas liberales duran poco. El general Rojas Pinilla, que no dejó de ser aceptado favorablemente por las liberales, al poner término al inquieto Gobierno de Laureano Gómez, logra pactar con los guerrilleros de la extensa y rica región de los Llanos Orientales, pero no consigue acabar con las guerrillas, que no han desaparecido todavía, aunque hayan cambiado sus orientaciones políticas y sus tácticas y medios de lucha.
Sin duda, ansias de transformación social, sobre todo en el campo, pueden ser factor de permanencia de las guerrillas. El presidente Lleras Restrepo intentó una bien meditada reforma agraria que no llegó a extenderse demasiado, aunque no pueda desconocerse la exitencia de planes útiles de colonización y regadíos, aplicados en estos años.
Las guerrillas, combatidas por el Ejército, han ido adoptando formas con cierta analogía a las que desarrolló la revolución cubana y los tupamaros y montoneros con violencia y golpes de mano e ideas confusas y utópicas, y la inevitable consecuencia de convertirse en formas de vida arriesgada y cruel.
Crecimiento y progreso
La persistencia de las guerrillas, el dramatismo que llevan consigo, los episodios diversos en aquellas cordilleras andinas, o en las ciudades en golpes de mano diversos, la constante tensión en la opinión pública, el estado de excepción prolongado por esta situación no han impedido asombroso crecimiento de la población ni el mantenimiento de libertades políticas como la Prensa y opinión, la actuación de todos los partidos, desde el comunista, con viejos y populares adalides, hasta los minúsculos grupos de doctrinarios falangistas, que si aparecen duran muy poco. La Prensa escrita, la radio y la televisión gozan de completa libertad, sin que desde 1955 exista censura previa alguna.
En pocos años se ha reducido el analfabetismo quizá de más del 50% al 15%, con eficaces canipañas de alfabetización. Sólo Bogotá poseedieciséis universidades, además de diversas escuelas de estudios superiores, y existe desde hace muchos años en algunas de éstas estudios nocturnos, que reúnen a jóvenes trabajadores de escasos recursos para la formación académica más plural.
La tradición filológica, científica, literaria y artística del país se mantiene y alcanza niveles muy considerables. El Instituto Caro y Cuervo de Filología Española no tiene par en todos los países de nuestro idioma. Colombia creó la primera Academia de la Lengua, corresponsal de la Real Española, hacel 10 años, y su ejemplo ha significado la creación de todas las Academias de los países de nuestro idioma, agrupadas en asociación de congresos periódicos y con una comisión permanente en Madrid.
Estos y otros muchos aspectos colocan a Colombia en primer plano del progreso nacional en no pocos casos con anticipación notable a lo ocurrido en otros países de ambos mundos. La aviación de líneas regulares nació en Colombia antes que en Estados Unidos, allá por el año 1920.
Las últimas elecciones
En ese ambiente de vitalidad tremenda y de problemas económicos y sociales no desdeñables, Colombia entrega a la decisión de las urnas el Gobierno de su país. No hace muchos años, el domingo electoral -también en España, por la ley de 1907, se votaba los domingos y parece regresar ahora a esa adecuada fecha- acontecía en ambiente silencioso y austero. Ahora, ha cambiado con estilo de juventud y alegre, hecho de canciones y músicas, de simpáticas actuaciones de grupos juveniles que reparte papeletas de su partido, con sus gorros de papel rojo o azul: los colores de los liberales(as) cachiporros y conservadores(as) godos.
Con una tradicional garantía, que no se entiende desde Europa: la vigilancia del Ejército para proteger los derechos de todos, el buen orden y el cumplimiento de las leyes. Función que señala la estimación del pueblo por su Ejército y la tradición constitucional de éste, muy rara vez interrumpida en este siglo.
Ahora, como en 1946, divididos los liberales, ha triunfado la candidatura conservadora, después de vivaces polémicas, muy naturales en las democracias. Eran los tres, candidatos valiosos: el ex presidente Alfonso López, el joven (ahora el de más edad de ellos), hábil y pleno de imaginación política; constitucionalista prestigioso: el joven neoliberal Galán, periodista y orador fogoso, de linaje de grandes servidores del país, y el conservador Belisario Betancur, reformista y entusiasta, embajador en España algunos años y admirador de nuestra transición a la democracia, que él vivió con fervor.
La mayoría relativa da el triunfo al señor Betancur, que gobernará con su partido y con liberales lo manda la Constitución- y que servirá al país con la dedicación y elevación de miras que subrayan la historia de los presidentes de Colombia.
es senador socialista por la provincia de Madrid. Vicepresidente segundo de la Comisión Ibero-Americana del Senado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.