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La guerra en el Atlántico sur

Gran decepción en el Argentina por el veto al alto el fuego en la ONU

ENVIADO ESPECIAL"Reagan y la Thatcher han masacrado la paz". Este titular de un diario porteño die ayer define bien lo que siente la opinión pública argentina cuando, tras el veto de Washington y Londres en el Consejo de Seguridad de la ONU, se sabe, ya que la gran batalla por la capital de las islas Malvinas es inevitable y todo está listo para el baño de sangre.

La noticia de que Gran Bretaña y Estados Unidos habían ejercido su poder de veto para impedir que fuera aprobado el proyecto de resolución hispano-panameño, donde se contenía un llamamiento al alto el fuego, cayó como un mazazo en Buenos Aires.

Hasta media tarde del viernes quedaban esperanzas de un acuerdo en el último minuto, e incluso el ex ministro de Relaciones Exteriores, Oscar Camilión, habló de "una lucecita que ha comenzado a encenderse", refiriéndose a la influencia que, se suponía, iba a tener Ronald Reagan para flexibilizar la postura de Magaret Thatcher.

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La lucecita se apagó, sin embargo. El presidente norteamericano no ejerció tal influencia y, por si fuera poco, su Gobierno ordenó un voto negativo, equivalente a un veto, algo absolutamente innicesarío puesto que ya existía el veto de Londres. El intento posterior de cambiar tal veto por una abstención no sirvió sino para incrementar las duras críticas argentinas contra Washington.

"Socios para el crimen", titulaba otro periódico su información sobre la entrevista celebrada por Reagan y la señora Tahtcher en París. Y hasta un periodista tan poco sospechoso de izquierdista como Bernardo Neustadt escribía que "tal ver perdonaré, pero no olvidaré" la actitud de Estados Unidos en este conflicto.

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Las esperanzas de paz se han desvanecido y Argentina se prepara para la guerra. El ex comandante de la Armada Eduardo Massera, uno de los principsales cerebros del golpe de estado de 1976, hizo ayer un llamamiento a la guerra total contra el Reino Unido y condenó con dureza a los "pusilánimes y derrotistas".

Massera expresó su indignación contra quienes "destilando el veneno del derrotismo y la capitulación olvidan porqué estamos combatiendo". En una crítica a ciertos círculos del poder que permite pensar en que existen serias discrepancias dentro de la Junta Militar, el almirante critica al "coro de los pusilánimes" y a los "sectores del poder opuestos a colocar todas las fuerzas de la nación al servicio del triunfo".

El próximo y quizá definitivo episodio de esta guerra será la bw talla por Puerto Argentino (Port Stanley) donde unos 7.000 defensores se disponen a resistir el ataque de las fuerzas británicas. La ofensiva se espera para este fin de semana, tras unos días de escasa actividad en los que los ingleses han reagrupado y abastecido sus tropas mientras que los argentinos consolidaban sus defensas.

La capital del archipiélago está protegida por una "herradura de combatientes" de los que, se asegura aquí, por lo menos un 30% son militares profesionales y el resto soldados de reemplazo. La fuerza aérea argentina que, según su comandante en jefe, "está prácticamente intacta efectuó el viernes ataques contra las posiciones de las "fuerzas colonialistas" y cuando se libre la batalla definitiva atacará presumiblemente también a la flota inglesa, algunas de cuyas unidades de superficie tendrán que aproximarse a la costa para participar en el combate. La marina de guerra argentina, que hasta ahora ha brillado por su ausencia en la zona de operaciones, combatirá seguramente en esta batalla, afirman fuentes de la armada.

Los británicos tratarán muy probablemente de efectuar un desembarco anfibio al noroeste de la capital y avanzarán en tres frentes, respaldados por la artillería de campaña y naval y por blindados. Los argentinos, que han minado la zona, cuentan con artillería pesada y blindados, han fortificado sus posiciones y, sobre todo, tienen un mayor apoyo aéreo.

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