Rosa Chacel: "Lo que se obtiene con la literatura es una miseria"
Escritores y artistas rinden hoy un homenaje a la escritora
"La idea de la muerte no admite palabras. La muerte es el silencio". Rosa Chacel (Valladolid, 1898) habla pausada, dolorosamente. Sus ojos, sus manos, la voz que contesta al teléfono y acepta, con resignación, una entrevista o la visita de un estudiante que le dedica una tesis, esos gestos denotan una enorme tristeza, que sólo disimulan su vitalidad (una mala salud de hierro) y el ansia creadora que va añadiendo páginas a su gran edificio literario. Hoy recibe un homenaje, al que se han adherido desde Vicente Aleixandre al último de los jóvenes escritores de este país -la cena en el restaurante Biarritz sigue a un coloquio en el centro de Estudios y Difusión de los Derechos del Hombre, en la Cruz Roja-. Pero Rosa Chacel tiene un mundo interior roto por la muerte de su marido, por la lejanía de sus hijos y por una situación económica calificada como angustiosa por cuantos, conociendo y admirando su obra, le imaginan a la autora una mayor tranquilidad para crearla.
Rosa Chacel vive muy sencillamente y va recuperando sus hábitos de trabajo, rotos a la muerte de Timoteo Pérez Rubio, el pintor que salvó, cuando la guerra civil, los cuadros del Museo del Prado y con el que la novelista vivió el largo exilio. Su presencia abruma en la pequeña y austera habitación principal de la casa: además de los cuadros colgados de las paredes, que retratan inevitablemente a la mujer del artista, la ausencia de éste marca dolorosamente la conversación."La muerte de mi marido, de la que, efectivamente, no he hablado en mis entrevistas, no es algo que pueda separar de mis otras cosas. Es la muerte vivida por mí, la fractura de mi vida. La vida que hago ahora es sólo una parte de mí; la otra era mi vida. Por eso se interrumpió bruscamente mi trabajo durante años, cuando murió Timoteo, y si no se interrumpió también mi existencia es porque tengo esta salud, que me hace salir a la calle como si fuera un bicho. Se come, se bebe, se respira, de trabaja. Pero por dentro sólo me queda la ruptura".
Cuando Rosa Chacel, hace dos años, escribió la biografía de su marido, Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín, declaró que la biografía de Timo está tan acabada como mi vida. No tengo más que añadir". Pero ahora recobra su trabajo, pausadamente, ceremoniosamente. Se levanta a las siete y a las ocho está escribiendo con un goteo de páginas diarias que añadir a su trilogía del Barrio de Maravillas, interrumpida a mitad del segundo tomo. Ese recobrar el ritmo creador es casi una sorpresa. ¿Cómo olvidarse de la muerte? Rosa Chacel dice que no puede comprender a esos poetas a los que se les muere una persona y la cantan repetidamente. "La idea de la muerte no admite decir nada. La muerte es el silencio. Lo que se dice el acabóse."
Siempre los mejores
La cultura española, a nivel editorial, le parece que está teniendo una actividad notable. "Pero si me pregunta usted por la calidad literaria, le diré que hasta ahora no se han destacado tipos excepcionales, aunque haya escritores muy buenos entre los jóvenes. Hay que esperar más. La etapa pasada es como una enfermedad que se supera poco a poco, con años por delante. Y ahora estamos en el paso de una situación a otra, en el principio de algo muy bueno. No me cabe duda." Rosa Chacel no es lectora habitual de novelas. "Trabajo muy lentamente y leo muy poco. Presiento que lo necesito, pero administro muy mal mi tiempo."
Sobre gustos literarios y estéticos piensa que, no sólo los suyos sino los de todo el mundo, "no han variado sensiblemente". "No ha habido ningún cambio en los últimos cuarenta años al que uno se pueda trasladar. Pero esto no es excepcionalmente grave. Esas cosas pasan una vez cada siglo". Rosa Chacel nació con el siglo y se entusiasmó primero por Proust y luego por Joyce, "los primerosmaestros del siglo". "Para mí, Proust tuvo una gran importancia, aunque la vida que se cuenta en su obra no me es afin. Mi vida no ha sido nada proustiana. Pero me entusiasmó su método. Después apareció Joyce, su mundo y sus personajes, y me atrajo profundamente porque le consideré mi gente, esa gente que vive muy intensamente una cultura en medio de una gran pobreza. Así que Joyce no me sirvió sólo como aprendizaje literario sino como compenetración con ese género de vida".
Nacida el año que marca el comienzo de la Generación del 98, no es Rosa Chacel, ni por carácter ni por ideas estéticas, una mujer marcada por aquella generación de la España sombría y brutal que años más tarde la habría de arrojar a un largo exilio. Ni encaja con precisión en la generación siguiente, la de 1927, aunque se la tenga por una de sus más grandes prosistas. En realidad, Rosa Chacel ha creado su Obra desde el silencio y la lejania, pasando de puntillas por el mundo literario, tejiendo su obra lenta, meticulosa y dolorosamente. Como Proust. Como Joyce. Fueron sus grandes maestros. Y no Galdós. Ni Baroja. Sólo, lejanamente, Ortega y Unamuno, aunque el mundo del rector de Salamanca también le es muy lejano. Se reconoce, en cambio, grandes coincidencias estéticas con Valle Inclán.
Pero es el otro mundo artístico, el de la plástica, el que más influye en su vida. "Más que la propia literatura; tiene usted razón. Y no sólo en mí sino en toda la generación. Son los poetas y los pintores los que cambian y mueven esa época. Pero yo no viví ese mundo con intensidad. Entré en la Escuela de San Fernando, quería ser escultora y entré en ese mundo accidentalmente, relacionándome con los niejores. Yo siempre he elegido a los mejores".
Una enférmedad, su gusto por lo clásico -los otros aprendices iniciaban caminos modernistas- y problemas económicos la alejaron de la Escuela. En la biblioteca del Ateneo comprobó que su mundo era la literatura. Y en él está, con penurias de dinero -"nunca tuve premio alguno y lo que se obtiene con la literatura es una cosa tan miserable..."-, y una trágica añoranza familiar, que la tiene pendiente del regreso difícil del único hijo, residente en Brasil. Homenajes como el de hoy quizá la ayuden en la espera.
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