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DECIMONOVENA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Eros y los toros

Y hete aquí que el espectáculo se nos convirtió, durante el segundo novillo, en un festival vagamente erótico. Oficiaba Fermín Vioque, a quien parecía venirle ancha la taleguilla.Luego se vería que era una simple estratagema para que el astado partenaire tuviera facilidades a la hora de arrancar al artista el último, el más íntimo encaje.

Tras una excitante pelea con el animal, Vioque perdió primero la muleta, luego se dejó medio arrancar una hombrera y al final de la lucha, durante fracciones de segundos, como hacían las vedetes en tiempos de la censura, dejó entrever sus más genuinos encantos, mientras decenas de prismáticos dirigían sus puntos de mira hacia la apoteosis.

Alguna espectadora (no se enfade nadie: lo mismo hacían los varones cuando, con carteles de señoritas toreras, se producían trances similares), levantó su humanidad del asiento y estiró la garganta, en busca de más adecuado plano.

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Luego la cosa duró un rato, porque como no hay vestuarios en la plaza, y el torero se había olvidado los calzones de recambio, hubo de solicitarse el concurso del respetable.

Aunque parezca extraño, un espectador había ido a los toros con dos pares de pantalones, uno de los cuales resolvió al fin la delicada situación.

Entre el toque erótico de Vioque, que, aunque fugazmente, todo lo enseñó, y el de Campano, que sin prescindir para nada de la ropa hizo varios alardes de exhibicionismo viril, claramente dirigidos a los tendidos, la cosa estuvo, ya digo, de lo más descocado.

El mentado Campano, hijo de novillero pasable, puede convertirse en el Bosé taurino, con perdón de las comparaciones. Como el muchacho se deja ver por las veraneantas en alguno de los establecimientos hosteleros que posee su padre en Las Navas del Marqués, ayer estaba la plaza repleta de quinceañeras vociferantes, todas las cuales habían ido a la plaza provistas de ramos de reventones claveles. Como, además, el muchacho apuntó casta y llegó a torear, ya puede imaginarse el resultado. Tablas tiene el chico como para abrumar.

Aunque no deja de ser un novillero jovencito. ¿Que en qué se nota?. Pues muy sencillo: cuando se es matador confirmado, el mozo de espadas da a beber agua a su maestro en un inmaculado vaso de cristal, previamente limpio con una no menos blanca toalla; cuando se oficia de novillero, aunque sea puntero, el ayudante le hace conformarse con un recipiente de papel encerado.

Para que así se acostumbren los aspirantes a las privaciones y a la austeridad.

Y hoy los victorinos. Ya ha llovido en san Isidro, con lo cual puede haber sol y toros, como está escrito. Habrá que gozar de ambos.

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