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DECIMONOVENA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Vimos de todo

Plaza de Las Ventas. 31 de mayo. 19º festejo de la Feria de san Isidro.Novillos de Manuel Santos, bien presentados; aunque mansos, con casta excepcional, fuertes y nobles.

Curro Durán: Estocada trasera tendida, pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos (silencio). Pinchazo, estocada atravesada que asoma y seis descabellos (ovación y salida al tercio).

Fermín Vioque: Estocada perdiendo la muleta y tres descabellos (silencio). Pinchazo, estocada perdiendo la muleta y tres descabellos (aplausos).

Luis Miguel Campano, nuevo en esta plaza: Pinchazo y estocada corta caída (dos orejas y dos vueltas al ruedo). Pinchazo y estocada (aplausos). Salió a hombros por la puerta grande, con grandes protestas.

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Eros y los toros
García-Conde

De todo vimos en la novillada de ayer; hasta lo que no queríamos ver. Para empezar, el toro. Eran novillos, pero los llamaremos toros. Así como a un niño le decimos que se comporta como un hombre cuando hace una hombrada, al novillo le diremos que se comporta como toro, cuando hace una torada, con perdón. Así los de ayer, que embestían comiéndose los engaños, eran fuertes en todos los tercios, derribaron alguna vez, no se caían nunca aunque en varas les pegaron de firme (el segundo recibió cinco puyazos), y se iban arriba.

De manera que vimos toro. Y vimos torero, algo raro en esta feria de los melindres, porque un debutante, que se llama Luis Miguel Campano, salió a triunfar con la ilusión y con la entrega que siempre fueron características de los de su oficio y condición. Vimos también lidia completa que aparejaba emoción. El público lo pasó en grande, y los aficionados también, pues cuanto sucedía en el ruedo tenía interés de primera magnitud.

Y vimos, aunque nunca lo hubiéramos querido ver, una cogida con poco drama y menor gloria, que trajo consecuencias insospechadas, pues de ella salió el torero, de nombre Fermín Vioque, con la taleguilla destrozada y las vergüenzas al aire. ¡Cuánto dislate, entonces! El cónclave se desgañitaba, unos por reir, otros por penar. Había rostros encendidos de arrebol y rostros púdicamente velados; había rechifla e histeria, y dicen que un florito de pitiminí se desmayó. Mientras, el torero y su cuadrilla hacían filigranas con vendas y esparadrapos intentando contener, sin resultado, la indómita causa del alboroto.

Vioque, que evidentemente no podía con la casta agresiva del novillo, volvió a él, le aguantó dos embestidas en las que no fue barrido de milagro, perdió el engaño y hubo de volver precipitadamente al burladero, venteando los pecados. Finalmente, el empresario Manuel Chopera reclamó un pantalón, que trajeron del desolladero; Vioque se lo puso y pudo presentarse al público con decencia.

Sí, se comían los engaños estos galaches enterizos y encastados. Se comían lo que le pusieran delante y menos mal que Vioque se tapó. También mansearon, que una cosa no quita la otra. Todos resultaron mansos en el caballo y algunos tenían clara querencia a toriles, pero cuando les daban un segundo de reposo se iban arriba. Uno persiguió y volteó a Finito de Triana, a la salida de un par; otro la tomó con Manuel Rubio, al que no dejaba vivir; otro manifestó su nobleza pero hacía correr a Curro Durán, que no la entendía. Otro, precisamente el primero, tiró de bruces al caballo y al picador, para dejar bien claro que la familia venía farruca.

Sin embargo embestían con una nobleza repetitiva inusual por estos pagos. Los seis pudieron ser de oreja, con mayor facilidad los cuatro primeros. Y el que quiso y supo, las cortó. Este es el caso de Campano, que hizo una faena variada, ajustada, vibrante y torera, la cual provocó un verdadero alboroto de entusiasmo. Pura exquisitez le salieron algunos redondos, naturales, un de pecho, un cambio de mano, ayudados. Tenía defectos propios de novillero la faena, desde luego, más ciertos vicios como ese del pico piconero, para el que no se conoce antídoto. Era una faena que merecía premio, por supuesto, pero no las dos orejas que le regaló el presidente Portolés, el cual lleva un año de aúpa. Este funcionario quizá ignora que cuando un torero mata mal no se le pueden otorgar los máximos trofeos.

En el sexto, querencioso a toriles, estuvo Campano sobrado de recursos y consiguió algunos muletazos aceptables, con lo cual redondeó su tarde. Ha conseguido un éxito grande en Madrid, que tendrá mucha proyección. Obtener dos orejas en esta plaza es como quien encuentra un tesoro. Y no pareció darle demasiada importancia, pues las dejó por ahí, para coger sendos ramos de flores. Un torero que de verdad sepa lo que significan esas dos orejas, no las suelta ni para dormir. Ahora falta saber qué alcance torero tiene Campano.

El valiente Vioque se mostró torpón, embarullado y sin oficio. Curro Durán, que no pudo con el primero, aplicó a la nobleza del cuarto una retahíla de derechazos, muy celebrados los primeros, y sólo esos, pues tanta reiteración llegó a aburrir.

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