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SEGUNDA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Escándalo y provocación

El conflicto gordo se ve venir y ayer llegó el primer escándalo., A la altura del cuarto toro, que era un inválido más de los muchos que se crían y enferman por los predios hispanos (según dicen) medio ruedo quedó sembrado de botes y almohadillas.La gente estaba indignada. Nadie podía comprender cómo un animal tan evidentemente cojo seguía en el ruedo a pesar de la protesta furibunda. El presidente se equivocó permitiendo su lidia, pues tal actitud pudo ser tomada por provocación, y no está el horno para bollos.

Convengamos en que, en efecto,. se trató de un error. Pero quien incurrió en provocación verdadera y dolosa fue José Fuentes, empeñándose en torear a aquel inválido de inocencia absoluta. Marchoso el señor Fuentes, vertical y desangelado, pegaba pases como si le hubieran dado cuerda y cuanto más le chillaban, más los pegaba. El crepúsculo sorprendió al pegapases altivo en pleno furor muletero. La gente ya no sabía qué decirle para acabara con aquél suplicio. Y cuando terminó le abroncó. Pero el coletudo, imperturbable e irónico, saludaba y sonreía. ¿Será que le va la marcha?.

Plaza de Las Ventas

15 de mayo. Segunda corrida de la Feria de San Isidro.Dos toros de Martínez Benavides, primero y cuarto, bien presentados; uno, probón y manejable, y otro, noble e inválido, protestadísimo. Segundo, tercero y sexto de Francisco Ortega, bien presentados y nobles. Quinto, de Benavides, devuelto por inválido y sustituido por un sobrero de Luis Algarra, con trapío, quedado. José Fuentes: Pinchazo, estocada atravesada que asoma, aviso, y tres descabellos (algunos pitos). Estocada (bronca y saluda). Ruiz Miguel. Pinchazo y estocada caída (oreja). Pinchazo y estocada (aplausos y algunos pitos). César Pastor, que confirmó la alternativa: Pinchazo, estocada tendida, rueda de peones, descabello, aviso, otro pinchazo y descabello (algunos pitos). Dos pinchazos y descabello (silencio).

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Hace 62 años

Ya explicará algún día José Fuentes 4ué le ha hecho el público de Madrid para molerle a derechazos con el pico y para ponérselo por montera. Porque es ese público, precisamente, el que le regaló el pasado verano un inmerecido triunfo, el cual le ha servido para contratar dos tardes en esta feria.

Acaso a Fuentes le desagradó que su faena al tercero de la tarde produjera la más absoluta indiferencia. Pero, ¿qué esperaba?. Tuvo un toro suavón, apagadito, entregado por el pitón izquierdo, y en vez de armar el alboroto, pues así de clara se le presentaba la oportunidad -¡una más en su vida!-, perdió los trastos dos veces, y arrimó tres docenas de pases, todos malos, que aburrieron al personal.

Falta de respeto

Es decir, que ni toreó ni tuvo respeto al público. Entonces ¿qué pinta en la feria este señor?. A Madrid se debe venir con otros ánimos. Ruiz Miguel es, en este sentido, sin ir más lejos, un espejo en el que se podrían mirar muchos. Todo cuanto tiene, lo da. Así de sencillo. Aparte están sus limitaciones, por supuesto. Ruiz Miguel es torero para presumir de él cuando se mide con la fiera corrupia, y para mirarlo de reojo cuando le ponen delante ganado de poca monta.

Su primero era de poca monta, manso, docilón, y un poco golfete. Embestía para que no dijeran, pero si le hubiesen dejado se habría ido de vacas, que la noche era joven. Bueno, pues si no tenía ganas de embestir, Ruiz Miguel sí las tenía, con perdón, y bulló lo que no podía bullir el toro, a lo largo de una faena voluntariosa.

Al sobrero de Algarra lo castigó por bajo y se le quedó probón, con media arrancada. De manera que porfió por ambos. pitones y lo despachó con brevedad. Ruiz Miguel mantiene su cartel de torero con oficio y con vergüenza torera. Y no como otros...

Tan larga fue la corrida -cerca de dos horas y media- que transcurrió casi toda como si no existiese César- Pastor. Y sin embargo César Pastor existe. Es un mexicano pinturero, valentón, esforzado, entusiasta, con pocos recursos y aspecto de buen chico. Es cierto que hay mucha diferencia entre el toro mexicano y el español. Aquel, bajo de casta y recortado de estampa, tiene menos fiereza y respeto. Los toreros de ambos países notan mucho el cambio cuando cruzan el charco, unos para bien, otros para mal.

Los mexicanos, para mal, claro. César Pastor no se acoplaba con sus toros y cada embestida le suponía un atragantón. Tres naturales al sexto embarcando bien se perdieron entre un montón de pases embarullados, traspiés y suspiros. Su presentación en Madrid resultó cárdena, incluso con las banderillas.

Fuentes abandonó la plaza en medio de un fenomenal griterío. Le dijeron cosas como para ir pasando. Por provocador y por pesado. Y por pegapases.

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