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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El triunfo fue para José Carreras

Carmen es una de las óperas más populares de todo el repertorio, y entre nosotros es conocida y estimada como las más célebres zarzuelas. Constantemente ha circulado la obra de Bizet, basada en Merimée, por los escenarios estables y no estables de nuestras ciudades y hasta por las plazas mayores durante muy diverso tipo de festivales.La temporada de ópera (o su antecesor festival) la representó en 1973 para enfrentar a la increíble Mirella Freni con la misma Carmen de ahora, Ruza Baldani. Insistió dos años después, y en el presente ciclo la ha programado con un excelente reparto.

Con razón, el tenor José Carreras se llevó el mayor número de ovaciones y bravos. La belleza de su voz, la nobleza de su estilo y los acentos apasionados fueron creciendo según aumentaba la intensidad dramática de la ópera. Si fue excelente la Romanza de la flor, toda la parte dé tenor en el tercer acto mostró el arte grande de Carreras.

Carmen, de Meilhac, Halevy, basándose en Merimée, y G

BizetIntérpretes: Ruza Baldani, José Carreras, Alida Ferrarini, Ascensión González, Evelia Marcote, Justino Díaz, Jesús Sanz Remiro, Vicente Esteve, Mario Ferrer y Piero de Palma. Coros titulares de la Zarzuela. Director: José Perera. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: García Navarro. Directora escénica: Pilar Miró. Escenarios y figurines: Gerardo Vera. Escolanía: César Sánchez. 2, 4, 6 y 8 de mayo. Teatro de la Zarzuela.

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Aun con los precedentes de la Freni, la Micaela de Alida Ferrari ni convenció y encantó al público por la pureza de línea, la delicadeza de expresión y un exactísimo trabajo de actriz.

Ruza Baldani es, desde hace tiempo, una Carmencita soberbia. Entiende el tipo con coraje, pero sin la tantas veces sufrida exageración. El peso y el color de su voz resultan perfectamente idóneos, y la potencia expresiva -en lo vocal y en lo gestual- obligan al público a penetrar en la mitad fácil, mitad compleja psicología del personaje.

El barítono Justino Díaz, bien conocido y apreciado, compuso un Escamillo de evidente calidad, fuerza convincente y gran poder de contraste con su oponente, el oficial. Todo el reparto se completó con artistas capaces de guardar el nivel impuesto por las primeras figuras: excelente la mezzo Evelia Marcote, así como el bajo Sanz Remiro. Bien montados y ajustados los números de conjunto y las intervenciones corales.

La dirección musical del maestro García Navarro apuntó, desde el comienzo, hacia matices de refinamiento qué quizá fueron culpables de que los tiempos resultaran caídos, lo que posteriormente fue corregido hasta alcanzar momentos de gran tensión tanto de la orquesta sinfónica como de todos los elementos de la escena.

En una ópera como Carmen se han intentado a estas alturas todo tipo de soluciones, desde la pandereta más descarada hasta la oscurotecnia más tenebrosa. Los escenarios y figurines de Gerardo Vera y la régie de la dictadora cinematográfica y realizadora de televisión Pilar Miró huyeron por principio de todo pintoresquismo.

Sobre decorados en los que dominaba el gris y negro (perjudicados, a mi juicio, por una luminotecnia de gran pobreza) se movieron las masas, grupos e individuos vestidos en contrastes de tonalidades oscuras y completamente blancas, cosa que a estas alturas no debe extrañar a nadie pues, ha sido practicada por diversos autores.

Pilar Miró consiguió mover los grupos con inteligencia, aunque aceptó, a veces, el vicio operístico de actuar "cara al espectador" y las caprichosas entradas y salidas de las gentes, cuando es cierto que en una obra como Carmen puede mantenerse animada la escena la mayoría de las veces.

En resumen, un montaje deseoso de romper los hábitos, que no fue bien recibido por quienes prefieren que los hábitos, incluso los más convencionales, se mantengan. Y un éxito total, grande, entusiasta, para la versión musical.

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