El defensor Militar de Milans justifica plenamente la rebelión del 23 de febrero en su escrito de conclusiones
El defensor militar del teniente general Milans, el general Cabeza Calahorra, en una intervención con la que se iniciaba el turno de lectura de conclusiones de abogados y codefensores, hizo ayer un alegato que supone una completa justificación de la rebelión militar de¡ 23 de febrero, en la vista que se sigue contra los 33 procesados por su participación en la misma. Salvador Escandell, abogado de Milans elevó a definitivas sus conclusiones provisionales pidiendo la absolución de su patrocinado, de quien manifestó que actuó el 23-F creyendo apoyar el sentir del Rey y movido por Armada, al que presentó como inductor y motor de la operación. En la sesión de la mañana no estuvieron presentes el teniente coronel Tejero, los capitanes Dusmet y Alvarez Arenas, y el civil García Carrés.
En la primera intervención de un codefensor en la vista, el general Cabeza dijo que había que hacer un "esfuerzo serio"' para colocarse en las condiciones concurrentes el 23-F, "para no incurrir en una clara falta de moral". Entre las condiciones que en su opinión propiciaron el intento de golpe estaba la acción terrorista :3electiva contra militares ("que era tolerada con lenidad"), la celebración de entierros sin los honores merecidos ("mientras se realizaban entierros multitudinarios y demagógicos"), el desprecio a la bandera ("que se injuriaba y vilipendiaba") y la línea política del Gobierno ("que era imprudente e irresponsable y podía llevar a España a perjuicios irreparables").Dijo luego, apayándose en el papel que la Constitución y las Reales Ordenanzas confieren a las Fuerzas Armadas,, que no se explicaba cómo alguien puede escandalizarse de que éstas estuvieran preocupadas por el país y que reaccionaran como lo hicieron en las circunstancias que rodeaban al 23-F. Añadió que su defendido obró movido por la ética y la moral católica y en el deseo de mantener la confianza de sus subordinados. "Cuando se recela de las instituciones", dijo, "se está en el sagrado derecho de traspasar el Estado y apelar a la patria".
El general Cabeza manifestó luego su convicción de que su patrocinado creyó estar respaldado por el Rey y legitimado por ello, "y estuvo convencido", precisó, "de que iba a poner en manos de Su Majestad una situación que luego don Juan Carlos reconduciría hacia la legalidad". "El teniente general Milans del Bosch", añadió, "acepta, hoy por hoy, que alguien, el general Armada, llevado de un oportunismo político, le condujera a una acción vital, y asume su responsabilidad en ello. Pero rechaza de plano el haber protagonizado una rebelión militar llevado por ambiciones personales. Además, no puede dejar de reconocerse que lo sucedido el 23 de febrero ha reportado mejoras en importantes áreas de la vida nacional, porque en la política siempre hay hombres inteligentes".
Concluyó su alegato pidiendo al tribunal que tuviera presentes los méritos profesionales de su defendido, "que no se pueden borrar", afirmó, "de un plumazo, como han tratado de hacerlo ante el gran público esas campañas de Prensa".
Confidencias de Armada a Milans
Salvador Escandell, defensor de Milans, al comienzo de su intervención elevó a definitivas sus conclusiones provisionales, emitidas en septiembre de 1981, pidiendo la libre absolución de su patrocinado. El abogado insistió también en enumerar las condiciones negativas de la democracia que propiciaron la operación golpista, y dijo que Milans y Armada no eran ajenos a las preocupaciones que aquéllas provocaban. Añadió que en noviembre de 1980 Armada expuso a Milans que esas preocupaciones eran compartidas por los Reyes, y que su defendido pretendió sin éxito que el Rey le recibiera para hablar del tema.
"El 10 de enero de 1981, el general Armada, tras una comida en la capitanía de Valencia, se reunió a solas con Milans y le comunicó en tono confidencial que el Rey estaba harto de Adolfo Suárez, que si se producía un movimiento de fuerza Su Majestad lo reconduciría, y que se optaba por cambiar la Junta de Jefes de Estado Mayor, poniendo a su frente, y al del Gobierno, un militar de prestigio, a su vez fiel al Rey, para que calmaran así las inquietudes que existían en el seno de las Fuerzas Armadas".
Afirmó Escandell que Armada, y Milans acordaron ese día celebrar el 18 de enero una reunión en Madrid para tratar de parar a determinados grupos violentos que trataban de llevar a cabo sus respectivos proyectos golpistas. Esa reunión se celebró en la calle del General Cabrera, con asistencia de Milans, Torres Rojas y Tejero, y la ausencia de Armada. "Mi defendido", dijo, "expuso a los reunidos que no se llevaría a cabo más que la acción que él creía que deseaban los Reyes".
Luego enumeró las entrevistas que Armada e Ibáñez Inglés ceIebraron en Lérida y Madrid el 19 de enero y 3 de febrero de 1981. En las mismas el general comentó al coronel que él iba a ser nombrado segundo jefe del Estado Mayor y que se hablaba de Calvo Sotelo como presidente. Dijo también que el 20 de febrero Tejero, el comandante Cortina y el capitán Gómez Iglesias se habían entrevistado en un piso de la calle Biarritz de Madrid. El primero telefonearía luego a Milans para decirle "que un comandante estaba empujando la operación". Un día después, según el relato de Escandell, Milans celebró una conversación telefónica con Armada, quien le aseguró que Cortina era hombre de su confianza.
"Tras la reunión celebrada en la calle del Pintor Juan Gris", recordó Escandell, "se recibió una llamada en capitanía de Valencia en la que se indica que, de orden de Armada, la operación tenía que realizarse el 23 de febrero por la tarde". Luego se refirió el abogado de Milans al viaje de Pardo Zancada a Valencia, donde se le comunicará el plan de Tejero y se le pedirá el apoyo de la división acorazada a la operación. Desde el despacho de un hijo de Ibáñez Inglés, volvió a narrar Escandell, Milans, en presencia de Pardo, habló por teléfono con Armadia, quien le dijo que el 23-F él estaría en la Zarzuela. "Armada insistió", dijo Escandell, "en que habría que avisar al general Torres Rojas,, y asegura que no había hablado con el 'número uno' en las últimas horas".
Relató luego el abogado, en la línea de la defensa que hizo en su día de su patrocinado, la forma en que Milans preparó el bando y dispuso el acuertelamiento de las tropas, y su decisión de poner en marcha la operación Turia y fijar los
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objetivos de la alerta roja. "La decisión de sacar las unidades a la calle", afirmó Escandell, "se adoptó en la tarde del 23 de febrero, a la vista de que el secretario general de Comisiones Obreras, en una visita al Gobierno Civil de Valencia, amenazó con sacar a las masas a la calle, sabiendo lo que estaba sucediendo en Madrid".A petición del abogado Escandell, minutos antes de las doce el presidente del tribunal levantó la sesión por veinte minutos.
Reanudada la sesión, el abogado Escandell, en el uso de la palabra, recordó que cuando, entre las 19.15 y las 19.30 horas del 23-F, llamó Tejero a la Capitanía General de Valencia, el coronel Ibáñez Inglés, al que también defiende, le insistió en que no debía producirse derramamiento de sangre. Dijo asimismo que, una vez puesta en marcha la división Maestrazgo, de Valencia, Milans conversó con varios tenientes generales, "entre ellos, con Gabeiras Montero, jefe del Estado Mayor del Ejército, al que le anunció que había sacado algunas unidades a la calle y había publicado un bando, recibiendo el asentimiento de su superior".
Escandell insistió en que a las diez de la noche del 23-F, Milans telefoneó a Armada y le recomendó que no se asaltara el Congreso y pusiera en marcha la operación que llevaba su nombre. Dijo que hasta que a las doce de la noche llegó el primer télex de la Zarzuela, no se había recibido en Capitanía ninguna llamada del Rey para ordenarle que retirara las tropas de la calle. Media hora después, según volvió a relatar el abogado, Tejero telefoneó a Milans y le dijo que Armada estaba en el Congreso con una propuesta con la que no estaba de acuerdo, a lo que el capitán general y su ayudante replicaron que debía de ponerse a las órdenes del general, sin que lograran convencerle.
Las declaraciones que no llegaron a efectuarse
Resaltó después por haberse denegado la declaración del coronel Pardo Santayana, en la actualidad agregado militar en Bonn, del que aseguró que era el hombre a través del cual Armada mandó recado a Milans para que no declarara nada relativo a las fechas anteriores al 23-F. Añadió al respecto que existe, debidamente autentificada ante notario, una carta dirigida a Milans por el mencionado coronel.
Protestó también porque no se hubiera aceptado la declaración del comandante Bermejo, que, en su opinión servía para corroborar que la primera llamada del Rey se recibió en Valencia a la una de la madrugada del día 24, y que en la tarde del 23-F Milans no desobedeció las órdenes del Monarca.
Luego, el abogado Escandell dio lectura a la declaración efectuada ante notario por el teniente coronel Galindo, ayudante de Milans, quien manifestó que había sido él quien recibió la primera llamada del Rey y quien escuchó cómo su superior le decía al Monarca, al término de la conversación: "Otro muy fuerte para vos", y luego, decía al general Urruti: "Que se retiren las tropas de Valencia; hay que cumplimentar la orden del Rey".
Rechazó la aseveración del general Gabeiras, quien en su declaración dijo que sobre las 19.45 horas del 23-F el Rey ratificó la orden de retirar las tropas del centro de Valencia a Milans.
A la 1.45 horas, el presidente del tribunal, general Gómez de Salazar, levantó la sesión hasta las cuatro.
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