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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Simulacros

Se habla de "simulación", se cita -en el programa de La mueca del miedo- a pensadores, sociólogos: Baudrillard, Eco, Aldo Garzía. "Nos hallamos en medio de una simulación que no tiene ya nada que ver con la lógica de los hechos" (Baudrillard), "El terrorismo no es el enemigo de los grandes sistemas, si no que es su contrapartida natural, aceptada, prevista" (Umberto Eco). Tábano, es el mismo programa, acerca a nuestros días mismos el tema: "Hasta en el juicio sobre un pretendido golpe de Estado,que todos hemos comtemplado a través de las imágenes de un video, se utiliza para la defensa del esperpéntico acto toda una maraña retórica acerca de la relatividad de los puntos de vista -lo que es verdad para unos, no lo es para otros-, y de ese modo hacernos entrar en la gran verbena del simulacro".

La mueca del miedo, de Darío Fo, Versión castellana de Carla Matteini

Intérpretes: Angel de Andrés, Miguel Arribas, Isabel Ayúcar, Celia Ballester, Juan Calot, Arturo Martínez Herce, Juan José Perucho. Dirección: Guillermo Heras. Estreno: sala Cadarso

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Teatro cómico y mensaje político

Todo esto viene a parar en la obra de Darío Fo titulada La mueca del miedo. Se sabe como trabaja Darío Fo: utiliza los tópicos más característicos del teatro cómico para dar su mensaje político. A veces puede pensarse que justifica con una política -radicalismo italiano, acracia- su necesidad de hacer teatro cómico. Aquí están los elementos de siempre: la confusión de dos personajes; el juego de vodevil de las muchas puertas para aparecer o escamotear a quien convenga, para dejar entrar la sorpresa; la comicidad de un personaje balbuciente y vendado; la complicidad del espectador que sabe más cosas de las que saben los personajes en escena... Todo hecho, según la antigua carpintería, con gran habilidad y eficacia. Debió leer Darío Fo a Jardiel Poncela, el cual, a su vez, debió leer mucho a Pitigrilli.Todo, teatralmente, funciona como debe funcionar. Los espectadores ríen a carcajadas y reciben la lección, que a veces lo para todo para convertirse en discurso directamente. Escrita la obra después del secuestro y muerte de Aldo Moro, utiliza todos los puntos de vista que se manejaron, desde la oposición total, frene a los misterios oficiales y políticos, y la utilización del caso. Es una devaluación clara del terrorismo, pero también de las fuerzas que declarándose antiterroristas se mantienen de él y por él.

La simulación no sólo está en el mundo exterior que desmonta la obra, sino también el escenario; y aún hay varias simulaciones encapsuladas una en otra. Simula Darío Fo, que escribe un juguete cómico o un vodevil; simula el grupo Tábano, que representa ese vodevil a la italiana (imitando muecas, formas de hablar, músicas o letreros). La interpretación esta pasada: se entiende que deliberadamente, para aumentar el simulacro.

En este sentido, la dirección de Guillermo Heras es muy eficaz: mantiene el difícil ritmo, consigue las sorpresas. Y lleva bien los actores. Angel de Andrés lleva el peso de la obra y consigue lo que antes se llamaba "una creación": levanta su personaje con todos los recursos del oficio, con una comicidad auténtica. Celia Ballester busca el efecto en la línea que mantuvo Guadalupe Muños Sanpedro; arranca también carcajadas. Los demás personajes son más planos y los actores que se encargan de ellos los mantienen.

El joven público de la Sala Cadarso -y de Darío Fo, que tiene mucho en España- lo pasa muy bien. Es un público que concuerda con el mensaje y que no tiene ningún perjuicio en reírse con el simulacro del teatro cómico: ríe y, aplaude con entusiasmo y con participación.

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