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Los toros se caen más que nunca

El "afeitado" está tocado de ala, gracias a la. inhabilitación de ganaderos, y la mayoría de los toros salen astifinos, pero la alegría dura poco en la casa de los pobres y ahora se caen más que nunca.Es evidente que no nos dejan ver al toro íntegro. Cuando no son los pitones, son las patas Los taurinos, que tienen excusa para todo, dicen que las caídas se deben a la consanguinidad o acaso a misteriosos males que la ciencia investiga, pero la verdad es que aquí huele a fraude.

En algunas caídas de las reses, y en algunas ganaderías, seguramente ha, enfermedad. Sucederá, suponemos, como en todo ser vivo, hombre incluido, que si pierde el equilibrio puede ser por razones patológicas. Naturalmente también lo pierde si le golpean o le drogan.

Es significativo que los toros que más se caen sean, precisamente, los que torean las figuras. Con figuras; en el ruedo, hay toros que ni siquiera embisten. Sus reacciones nada tienen que ver con las características de¡ toro de lidia. No es que se comporten como mansos; es que se comportan como ¡dos.

Hace muchos años, en los mentideros taurinos se hablaba de¡ "hombre del saco", para denominar a los truhanes que golpeaban a las reses en los riñones con sacos terreros. También se hablaba de las purgas. De otras salvajes; prácticas hemos oído contar, como sembrar el toril de cristales y clavos, para dañarles las pezuñas. Suponemos que cada maestrillo tendría su librillo y que también se llegaría a disparar la fantasía cuando la afición comentaba, indignada, estos atropellos.

Lo que era cierto, sin embargo, es que el taurinismo de la picaresca se las ingeniaba para debilitar las reses. Y lo que no podemos suponer es que dejara de hacerlo por propia iniciativa, sobre todo cuando los toros se caen cada vez más, y ahora en unas proporciones escandalosas. En la pasada feria de Valencia no hubo ni un solo toro o novillo que no se cayera.

Lo que sí cabe pensar, sin embargo, es que ha evolucionado la técnica. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Hoy no es preciso que dos o tres mozos carguen con un saco terrero, lo cuelguen de una cuerda, lo lancen desde lo alto del corral contra el indefenso toro, etcétera. Hoy existen procedimientos mecánicos más sutiles y, mejor aún, químicos, que sin esfuerzo pueden dejar un toro adormecido.

A un buen diestro, con valor, oficio y vergüenza torera, por supuesto que nunca le interesará un toro así, pero ¿dónde está ese diestro?. A las figuras con un programa garantizado de corridas, que torearán, salvo infortunio o catástrofe nacional, triunfen o fracasen, y a sus exclusivistas, les va mejor el toro apagado, aunque se caiga, que el toro que plantea problemas. Y es incuestionable que todo toro, bravo o manso, grande o pequeño, plantea problemas, si salta al ruedo con toda su integridad física.

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