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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Poder de convicción del 'Marat-Sade', de Peter Weiss, representado por el Centro Dramático de la Generalidad

Marat-Sade, de Peter Weis, fue estrenada el pasado lunes en el teatro Romea de Barcelona, sede del Centro Dramático de la Generalidad, en versión catalana de Feliú Formosa y dirección de Pere Planella. Al terminar la representación el público, puesto en pie, aplaudió a la compañía durante más de diez minutos. La Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, representados por el grupo escénico del hospicio de Charentón, bajo la dirección de De Sade, título completo de la obra vista en el Romea, tiene dos características fundamentales: fuerza y poder de convicción. Y si la fuerza está ya en el texto de Weis, el poder de convicción viene dado por una puesta en escena imaginativa, dentro de la fidelidad al original.

Deliberadamente lejos del intento de recreación histórica, la acción transcurre en el comedor del manicomio. Totalmente blanco, iluminado por luces de neón, como tantas instalaciones en las que hoy se asila la locura o la lucidez excesivas. Un único espacio escénico transformable, que obliga a los actores a una interpretación constante, incluso cuando son ferozmente recluidos tras las rejas perfectamente visibles.Y en ese espacio fluyen, fuertes, rotundos, los discursos ideológicos de Marat y De Sade, la esperanza frenética del primero y el naturalismo estoico, y por ello apasionado, del marqués perfectamente interpretados por Francesc Lucchetti y Joaquín Cardona. Mientras enfunda en un vestido pálido, como los muros que albergan la presunta sin razón, Charlotte Corday (Muntsa Alcañiz) guarda en su pecho la muerte.

Y sobre el blanco, el colorido del rojo y el azul del pregonero (Bros Ruiz), de los cuatro actores (Llorenç Torres, Jordi Vila, Oscar Mas y Amparo Moreno) y el más seco del ex fraile Jaques Roux, hasta llegar a las sórdida vestimentas de las comparsas tonos mortecinos acordes con sus miradas extraviadas, esporádicamente recogidas por las cámaras de un vídeo, cuya representación en seis pantallas se superpone a la representación.

Este nuevo medio resulta, sin embargo, desigualmente desaprovechado. Sus efectos son anodinos durante la mayor parte de la obra, para estallar al final, mostrando buena parte de sus posibilidades. Un final, por otra parte, que culmina toda la tensión dramática de la representación. Un final inevitable, desde el momento en que los locos deciden preguntarse en voz alta por qué las promesas de cambio deben esperar a otro día. Terrible pregunta para la que el poder sólo tiene una respuesta: el busto de Napoleón y el cierre de las rejas.

Discurso sobre el pasado

Pero Marat-Sade, como bien repite una y otra vez el pregonero ante las irrupciones del honorable director de la institución, incómodo frente a las salidas de tono de la obra y de los locos, es un discurso sobre el pasado, sobre cómo eran las cosas cuando las cosas no estaban en su sitio natural. Hoy eso ya no ocurre. Hoy ya no es necesario esperar a mañana.

Y, sin embargo, sigue habiendo locos que reclaman el cumpli miento inmediato de lo prometi do, que osan derribar airados el busto del procórisul. y que terminan arrojando un rostro de vio lencia ante la Cámara que, ¡m pertérrita, sólo sabe captar la de sesperación del presente, cuando ya ha caído el telón para ahorrar a la concurrencia el rostro de la necesidad, del hambre perpetua y de la necesidad insatisfecha.

El novelista y dramaturgo Peter Weiss (1916) es uno de los máximos representantes del llamado teatro documento, a través de montajes como el Marat-Sade, La indagación, sobre los campos de exterminio nazis, que fue montado por Piscator en 1965, y otros oratorios sobre Vietnam y Trosky, obras de denuncia política. Marat-Sade tuvo en el franquismo un conflictivo montaje a cargo de Adolfo Marsillach, con una adaptación de Alfonso Sastre. De otra de sus obras, Canto del fantoche lusitano, el grupo canario La Gangocha presenta estos días un montaje en Madrid.

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