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Garcia Hortelano confiesa que "todos los escritores han querido ser Flaubert alguna vez"

El que Juan García Hortelano haya presentado su propia novela, esta última, Gramática parda, no quiere decir, según él, "que el autor sea impresentable", ni tampoco "que la editorial no haya conseguido nadie para que le presente". Pero sí ha tenido que ver con el resultado: el acto más concurrido y seguramente el más divertido de los que llenan las tardes culturales madrileñas, en torno al escritor que confesaba que, como su personaje y como todos los escritores, también ha querido ser Flaubert.La fiesta se abrió por copas, y ya se veía que aquello iba a ser un cóctel, que es como se llamaban las presentaciones de libros durante el tardofranquismo, cuando todavía no se habían puesto de moda las largas listas de presentadores acedémicos, quizá porque estaba más permitido beber que hablar. Se veía también, y Mónica Faimberg, la arifitriona de la fiesta por parte de la editorial Argos Vergara lo dejó claro, que allí se iba a dar con generosidad la confluencia entre el alcohol y la literatura, que en este país han ido tradicionalmente de la mano, aunque "las novelas no se beban", y aunque en esta Gramática parda de García Hortelano no aparezca, excepcionalmente en su literatura, el alcohol.

De hecho, el novelista se agarró a este espíritu para justificar su corto discurso. En su propósito estaba que la parte académica del acto fuera breve aunque instructiva, dicho sea con todo el escepticismo de este novelista que nunca, y ahora menos que nunca, fue castizo, aunque alguna primera novela pasara por realista. Habló de su protagonista, esa niña de cuatro años, analfabeta y francesa, dijo, encerrada en un proceso de suave y humorístico aprendizaje en la lectura, en la escritura y en el aborrecimiento del mundo exterior y empeñada desde siempre en ser Flaubert. Gustavo Flaubert, dijo. "Todos los escritores han deseado alguna vez ser Flaubert. Todos los escritores han deseado poder decir de sus personajes como él: Madamme Bovary, c'est moi. Pues bien: yo creo que por fin esta vez puedo decir que Duvet, Duvet Dupont soy yo".

Y es que la novela, en la que una niña y algunos alteregos absolutamente otros pero que son como su cara oscura, por ejemplo, esa tata extremeña que se llama Venus Carolina Paula y que uno sospecha que no existe, hablan muy parecido a Juan García Hortelano (a como Hortelano cuenta las historias entre ginebra y amigos), trata de literatura como su nombre indica. "La literatura es lo único que seriamente me ocupa", decía, serio, Hortelano en su autopresentación. Y hablaba de las torturas flaubertianas del escritor, y de las tentaciones de lo literario. Y bueno, los asistentes se fueron con la idea de que, pese a sus afirmaciones de que cuatro años son cuatro años, y ese es el tiempo que le ha llevado el libro, y que escribir es llorar también en Francia, Juan García Hortelano se lo ha pasado muy bien escribiendo la novela, y que él será Duvet, pero es más divertido que Flaubert.

Y es que anteanoche se encontraron en Bocaccio, sobre todo, los muchos amigos de Juan García Hortelano. Estaban allí sus amigos de antiguo, como los Machimbarrena y los Oliart, Natacha Seseña y Jaime Salinas. Y los jóvenes novelistas y poetas, esos que sólo comparten la admiración por Hortelano con muy pocos nombres más. Había compañeros de generación, como Caballero Bonald, y había las jóvenes generaciones, o sea Blanca Andréu. Estaban todos los mundos del escritor, que no siempre es la literatura: y en la literatura, todas las capillas. Los personajes que han salido en sus novelas -Gabriel y Amparitxii Celaya, Pepe Esteban, Lourdes Ortiz- los que comparten sus aficiones futboleras, como Alvaro Pombo y García Candau.

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