Nicaragua: ¡que difícil ser independiente!
"Preparaban atentado contra refinería y cementera. Implicados militares argentinos, hondureños y diplomáticos venezolanos". "Países fronterizos constituyen alianza sin informar a Nicaragua". "EE UU veta un crédito del BID para Nicaragua". "Ex guardias somocistas entrenan en Miami y California". "Otros dos soldados nicaragüenses -34-, muertos en frontera con Honduras". "Haig amenaza con emplear la fuerza contra Nicaragua". Estos son algunos de los titulares de Prensa que he podido leer durante una reciente estancia en Nicaragua.Cuando aterricé en Managua iba muy interesado en saber si los sandinistas estaban dispuestos a celebrar elecciones democráticas, en ver hasta qué punto existía pluralismo y libertad de Prensa, cómo se iba desenvolviendo la relación entre el sector público y privado de la economía, qué avances sociales se estaban produciendo en agricultura, enseñanza, salud, etcétera. Pero la sensación de agresión que se vive en Nicaragua condicionaba todo y planteaba otra pregunta: ¿qué va a hacer EE UU?
En medios revolucionarios predominaba una opinión muy pesimista sobre lo que podía esperarse de la Administración Reagan. Contaban con una dura presión de EE UU y no descartaban la intervención militar. En esta perspectiva, todo lo demás pasaba a segundo plano. Se aceptaba que el sandinismo tendría enormes dificultades para mantener el pluralismo y la economía mixta. Lo importante era que las organizaciones sandinistas estaban dispuestas a hacer frente a una intervención indirecta de EE UU en cualquier variante -vía El Salvador, OEA u otras- y que una intervención directa se convertiría en un nuevo Vietnam, con las proporciones de toda Centroamérica.
Por su parte, en medios de oposición al sandinismo se consideraba que el FSLN exagera la agresión y los riesgos de intervención con el Fin de recortar las posibilidades de ejercer la crítica y la discrepancia, es decir, el pluralismo. La mayoría de estas opiniones coincidían en que la cubanización del país era inexorable y que Nicaragua camina hacia un régimen marxista-leninista. Ante la pregunta de ¿cómo evitarlo?, raramente escuché cosas que no reposaran en un incremento de la presión de EE UU.Sin burguesía nacionalEn posteriores conversaciones expresé mi opinión de que ni una guerra ni un régimen marxista-leninista eran cosas deseables y pregunté si existían otras posibilidades de evolución.
Interlocutores sandinistas me dijeron que el problema crónico de Nicaragua es la falta de una burguesía capaz de jugar un papel nacional. Antes de la revolución, la burguesía siempre delegó en los yanquis. Hoy, la mayor parte de la burguesía tiene una sensación de vivir de prestado. Ve que como clase ha perdido el poder político No añora el régimen de Somoza; la mayor parte de ella ha sentido alegría con su desaparición. Pero el temor que le produce ver en el poder a fuerzas que no son burguesas pesa más que el hecho de continuar conservando sus plantaciones y obteniendo utilidades Ven fincas que eran de Somoza funcionando en manos populares y están convencidos de que cualquier día puede ocurrir lo mismo con las suyas.
Esto le lleva a actuar en política sin perspectivas serias. No piensa en lo que puede hacer en el país, sino en lo que otros pueden hacer por ella desde fuera del país. No define una política de oposición que sea nacional y de fondo.
Sin embargo, es posible que su pere esta situación. De la actual política de EE UU la burguesía nicaragüense no tiene nada que esperar. Si empuja a Nicaragua a empobrecerse económicamente y endurecerse políticamente, perderá todo. Si lleva a la guerra, lo perderá igualmente. Si su deseo sincero es el pluralismo y las elecciones nada peor que la imagen egoísta ; poco nacional que está dando. Si entiende esto, aceptará lo que la revolución les ofrece. Afirmará sus intereses económicos en vez de descapitalizar y evadir recursos Levantará una fuerza política seria, para lo que cuenta con tradición en el país y dispone de libertad. Desde posiciones burguesas pude escuchar otros argumentos que completaban el tema.
Los sandinistas, con la guerra ganaron la posibilidad de construir un ejército, una policía, etcétera, y lo han hecho. Con la reforma agraria tratan de ganarse a los campesinos. Desde el poder se esfuerzan por organizar obreros, profesionales, pequeños agricultores... Están aprovechando su mérito. Son la imagen de la revolución y el símbolo más fuerte de la nación.
Pero este gran capital político les ciega. Creen que los que no están con ellos son traidores; piensan que ellos solos pueden hacerlo todo; identifican revolución y nación. Pero la verdad es que no toda la nación es revolucionaria.
El entusiasmo popular es alto, pero las expectativas, también. Para empezar a reconstruir el país han tenido que congelar los salarios, suspender el derecho de huelga y racionar el azúcar. Para ir más adelante necesitan mucho dinero y tecnología.
Seguramente ni la URSS ni Cuba podrán o querrán ser tan generosas en este terreno como en el militar. Por ejemplo, para poner en explotación la mitad atlántica del país. Si EE UU, además de vetar ayudas, inicia un bloqueo económico, el consenso social se resentirá y crecerá la tentación totalitaria.
Modelo cubano
El modelo cubano es el que tienen más cerca y mejor conocen los sandinistas. Muchos lo aceptarán porque, a fin de cuentas, en Cuba la gente trabaja y come, y los niños pueden estudiar.
Pero ese no ha sido su programa. Han prometido libertades y han dicho que Nicaragua no será otra Cuba. Son nacionalistas, y la vía cubana hipoteca la independencia política nacional. Sí quieren mantener su programa deben aceptar que la burguesía nacional es una clase necesaria. Que el avance económico y político más sólido para Nicaragua necesita que esa burguesía sea económicamente productiva -y para ello, que conserve sus propiedades y disponga de créditos-, políticamente activa -es decir, que pueda hacer una política que no será revolucionaria-. Y todo esto no está claro. También deberían darse cuenta los sandinistas de que, garantizadas unas mínimas condiciones de formación militar y firmamento, la mejor manera de conjurar la intervención de EE UU es lograr que nadie dentro del país la busque o simplemente la desee.
Surgieron nuevas preguntas.
Una burguesía que no supo jugar su papel nacional cuando las fuerzas populares estaban sometidas, ¿será capaz de hacerlo ahora, cuando ha perdido el poder político?
El sandinismo, ese movimiento-partido-ejército, con una edad media de veintitantos años, ¿sabrá modificar las trayectorias y los modelos de la revolución, como hizo su paisano Rubén Darío con la poesía? Pero no encontré respuestas. Sólo la certidumbre de lo difícil que resulta en este mundo bipolarizado ser independiente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.