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Reportaje:El proceso por la rebelión militar del 23 de febrero

La jornada de los modestos

Pasadas las seis de la tarde de ayer, la fatiga física y mental poblaba el almacén de papel del Servicio Geográfico del Ejército convertido en Sala de Justicia. Sólo restaba la intervención de tres letrados para finalizar la etapa procesal de lecturas sumariales y los asistentes albergaban la impresión de que el presidente continuaría la vista hasta que consumiera su turno el último letrado. El teniente general Milans extrajo un papel de su guerrera, garabateó unas líneas amplias y requirió al soldado que hace de ujier. Este pasó la nota al coronel Escandell -defensor de Milans- quien pidió la venia: por el cansancio y las necesidades de todos pedía un descanso. El presidente optó por levantar la sesión hasta el lunes.Una jornada extenuante, multiplicadora del cansancio acumulado en diez días de proceso, y cargada de reiteraciones, apuntaciones ya sabidas, sin aportaciones relevantes y dedicada a resaltar aspectos de los encausados menos relevantes. Esta ha sido la jornada de los modestos, quienes, como resaltó uno de sus abogados, el teniente coronel De Meer, recaban obviamente menor atención del Tribunal. No se procede a la relectura de lo ya escuchado en la sala, y las maratonianas peticiones de los letrados que defienden a las primeras figuras han dejado poco que leer. La sala tiene que hacer un esfuerzo por recordar qué aspectos quieren estos defensores destacar. A cuenta de las diferencias entre los folios anotados por la relatoría y las notas de los abogados se reproducen mínimos incidentes cuando un letrado pide un folio que da por no leído y el relator-jefe opina lo contrario. Y como dice el presidente, él tiene que creer lo que le dice el relator. Luego no se lee.

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Capitanes y tenientes -la mayoría seguidores del teniente coronel Tejero en su asalto al Congreso- han sido mínimos protagonistas del día. Sus responsabilidades no parecen tan nimias como quieren presentar sus defensas, pero por sus figuras no pasa la Historia. Uno de los planteamientos de este bloque de defensores apunta decididamente al hecho de que no se encuentran procesados los tenientes de la policía militar de la Acorazada que entraron en el Congreso a las órdenes de Pardo Zancada. ¿Si no lo están estos tenientes -vienen a preguntarse- porqué sí lo están los tenientes de la Guardia Civil?. Se destaca igualmente, por las lecturas de ayer, la ausencia en las sillas de los acusados de tantos oficiales jóvenes de la III región militar (Valencia) que quedaron exentos de culpabilidad al cumplir órdenes. El caso es que no es lo mismo atender al mando natural que al primer jefe de rango superior que pretenda sacar una fuerza a la calle. Ni el comportamiento general -todavía es imposible individualizarlo- de estos oficiales en el Congreso es fácilmente exculpable.

Lo que estos abogados no olvidan recordar es la capitulación confirmada por Tejero y Pardo Zancada y nebulosamente aceptada por la anterior Junta de Jefes de Estado Mayor -firma Armada en nombre de aquella JUJEM-. En aquel folio del Congreso se pactaba que no hubiera responsabilidades de tenientes para abajo en la columna de la Acorazada. Alguien autorizado debería clarificar qué valor real tienen aquellas insólitas capitulaciones.

La obediencia debida es otro argumento machacado. Ha llegado a escucharse en la Sala que cuando la Guardia Civil cumple órdenes de sus jefes siempre está exenta de responsabilidad. Esto se les recordó, muy astutamente, a los guardias antes de embarcarlos en los autobuses de Tejero. Teoría falaz y peligrosa donde las haya que, además, está acotada por las Ordenanzas Militares. Unos hombres, con formación de oficiales -aunque las defensas se ocupan de resaltar la procedencia de muchos de ellos de la recluta y el voluntariado- son llamados con invocaciones de que "Tejero tiene un grave problema en el Congreso" o de que hay que proteger al Rey y evitar que se reproduzca un incidente como el de Guernica, y acuden sin más tras un jefe que no es el suyo, ocupan el Congreso, tirotean la sala de sesiones y aducen luego patéticamente -declaración de un guardia- que no tenían conciencia de estar violando ningún código civil o militar. Hasta la incultura tiene límites, a más de que la ignorancia de la Ley no obsta de su cumplimiento.

El estado de necesidad, como era deducible, es otro de los sillares en que los defensores pretenden hacerse fuertes. Repetidamente el presidente denegó la lectura de un informe del diario El Alcázar relativo a los "desastres de la democracia", peores, a lo que se ve, que los desastres goyescos de la guerra. Así como peticiones de indagatorias, en organismos oficiales hasta de las divisas evadidas desde la muerte del general Franco. Todo ello solicitudes de prueba denegadas en el plenario. Protestas consiguientes a efectos de casación, a las que se suman la mayoría de los letrados.

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Un competente abogado con mucha experiencia en su biografía comentaba que si lo que pretenden los defensores es ir a la casación en la segunda del Supremo, no lo están haciendo nada mal en su legítimo derecho de ir derramando puntualmente sus protestas. Alguna cuajará y habrá que repetir actuaciones procesales. Con lo que este juicio puede acabar cerrándose el día del Juicio, con las consecuencias políticas que ello acarrearía, no ignoradas por la defensa. Por lo que atañe a tan insistente petición de que se lea la enumeración de los crímenes de los últimos cinco años, un abogado chungo contemplaba la hipótesis de que se llegara a pedir en la sala la lista de fusilados tras el triunfo franquista del 39 hasta el fallecimiento del general.

Otro punto en el que insiste la defensa de los modestos es la declaración de algunos diputados de Coalición Democrática supuestamente favorable a estos oficiales. Fraga es conciso y se limita a certificar que cuando en la mañana del día 24 le recluyen en el despacho de Landelino Lavilla no le tratan mal. Su compañero de coalición, el diputado pontevedrés Portanet, es desolador; este padre de la patria, con dos infartos y secuestrado en el Congreso, afirma que el comportamiento de los guardias de Tejero fue correctísimo, que le pasaron una bolsa con medicamentos y que atendieron las peticiones de acudir a los evacuatorios. A poco más -la certificación de Carlos Sentís es del mismo tenor- y el diputado gallego expresa su agradecimiento al pelotón asaltante. No menos exultante es la declaración del diputado de Unión Nacional, Blas Piñar.

Y poco o nada más en esta recta final de la primera fase de la vista oral. El lunes, presumiblemente en la misma mañana, acabará la lectura de folios y el fiscal togado dará comienzo al interrogatorio de los justiciables, empezando por el teniente general Milans. Seguirá el turno de la defensa. Luego el interrogatorio de testigos. Finalmente las conclusiones definitivas de cada parte. Sería banal ignorar que se temen nuevos incidentes procesales en el momento de los interrogatorios; se contempla con particular preocupación el inmediato papel que pueda jugar uno de los militares codefensores, figura ésta jurídicamente discutible, como señalara el presidente de la abogacía española.

Nota Bene. Ayer nuestro anfitrión convidó a almorzar a la prensa y se tomó la molestia de instruirnos sobre el interesante y poco conocido trabajo de la geodesia militar. Luis Camargo de Parada, coronel-jefe del Servicio Geográfico del Ejército, en cuyas instalaciones se celebra la vista, dio un paso más para consolidar la imagen de eficiencia, colaboración y entendimiento entre militares y periodistas que distingue las jornadas que se están viviendo en el acuartelamiento de Campamento.

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