Francia y la RFA adoptaran medidas para contrarrestar la política monetaria de Reagan
"Francia y la República Federal de Alemania (RFA) tomarán medidas precisas para contrarrestar la política americana de dinero caro", declaró el presidente galo, François Mitterrand, al término de la cumbre franco-alemana, en París, durante la cual mantuvo amplias y profundas conversaciones, a lo largo de ocho horas en total, con el canciller de la RFA, Helmut Schmidt.
Franceses y alemanes coinciden al señalar su deseo de que esta reunión aparezca como una confirmación de la cooperación perfecta entre ambos países, frente a los tres grandes problemas del momento europeo y mundial: construcción europea, relaciones Este-Oeste y problemas económicos, monetarios en particular.París y Bonn quieren desvanecer todas las dudas sobre "el carácter fundamental de su cooperación" ante los grandes problemas actuales, tratados durantelos dos últimos días en la capital francesa por las delegaciones conducidas por Mitterrand y Schmidt. El presidente galo y el canciller germano-occidental conceden una importancia excepc ional a esta 39ª cumbre franco-alemana, y por ello publicaron ayer un comunicado conjunto, recurso reservado para las circunstancias especiales.
Soluciones rápidas
Primero: Francia y la RFA quieren continuar siendo el motor de la construcción europea "para acrecentar su peso en el mundo". Y, por ello, piden que se resuelvan, rápidamente, los problemas comunitarios pendientes:
fijación de precios agrícolas y reforma de estructuras intracomunitarias (política agrícola común y cuestión presupuestaria). A pesar de las circunstancias eco nómicas mundiales, François Mitterrand y Helmut Schmidt preconizan el desarrollo de la CEE, incluso en lo que se refiere a la ampliación.
Segundo: el presidente y el canciller señalan su acuerdo total al comprobar el deterioro de las relaciones Este-Oeste, de la que "son directamente responsables, el superarmamento de la Unión Soviética, la intervención en Afganistán y los graves acontecimientos de Polonia". Las buenas relaciones entre el Este y el Oeste reposan en "el equilibrio de fuerzas", y tanto Mitterrand como Schmidt, se declaran "favorables a preservar el proceso de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), de la que esperan, de manera sobresaliente, la aplicación del Acta Final de Helsinki", en la que figura, como se sabe, el respeto de los derechos del hombre traducidos especialmente en términos de "libre circulación de los hombres y de las ideas". Piden que Polonia retorne a la situación anterior al golpe de Varsovia y dicen, expresamente, que su "objetivo es ayudar al pueblo polaco".
Tercero: Francia y Alemania Occidental se dicen fieles a la Alianza Atlántica y "estiman vital el refuerzo de los lazos de solidaridad con Estados Unidos y con los demás miembros de la Alianza", pero ante la grave crisis de la economía mundial, solicitan una cooperación creciente en este terreno y, más particularmente, en el monetario. Y aquí es donde Mitterrand y Schmidt le hacen saber al presidente americano, Ronald Reagan, que sus "tasas de interés, extremadamente elevadas, conllevan consecuencias muy graves para las economías europeas". El presidente y el canciller tomarán medidas concretas próximamente y las someterán a la aprobación de los demás países de la CEE. "En este aspecto", rernachó Mitterrand, "la determinación francoalemana está asegurada".
Todas estas cuestiones internacionales han dominado la cumbre de París. Y la europea, más que las demás. París y Bonn, socialistas y socialdemócratas, parecen realmente decididos a salvar la construcción europea de la crisis posiblemente más grave de su historia, simbolizada por el cáncer británico. Otra cuestión es que el buen entendimiento al que han llegado Mitterrand y Schmidt persista, a nivel de Estados y de opiniones públicas de sus respectivos países.
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