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El alemán Rainer W. Fassbinder ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín con su película 'Veronika Voss'

No ha habido sorpresas en el palmarés del 322 Festival Internacional de Cine de Berlín. Las escasas películas interesantes proyectadas durante estos doce días han quedado (salvo alguna excepción) registradas en la lista de premios. Oso de Oro para Veronika Voss, de Fassbinder; premio especial para el filme polaco Escalofríos; Oso de Plataa Mario Monicelli como mejor director, por El Marqués de Grillo; premio masculino de interpretación, ex aequo, a Michel Piccoli, por Un asunto extraño, y al sueco Stellan Skarsgard, por su interpretación en El asesino cándido; Oso de Plata al mejor guión al húngaro Zoltan Fabri, por Requiem, y menciones especiales a los filmes soviético, norteamericano y al presentado por Australia.

Era previsible que Rainer Werner Fassbinder consiguiera este año el Oso de Oro. La simple presentación de su película merecía ya esa recompensa, puesto que, al margen de sus valores, significaba con ello que los jóvenes cineastas alemanes concedían una tregua a Moritz de Hadeln, a quien hasta ahora habían negado capacidad para dirigir el certamen. Incluso el pasado año, el propio Fassbinder estrenó Lili Marleen en salas comerciales durante las mismas fechas del festival, haciendo así más ostensible su rechazo. Este ha sido, pues, el año de la paz. La Berlinale ha concedido una especial atención al cine alemán, y éste le ha correspondido. A su vez, el festival debe premiarlo.Independientemente de ello, Veronika Voss es una notable película en la que Fassbinder vuelve a insistir en la corrupción moral que fue engendrando el resurgir económico vivido por Alemania Occidental tras la segunda guerra mundial. Aunque en esta ocasión atienda más el caso íntimo de la fracasada actriz que da título a la película y los frustrados amores que por ella siente un oscuro periodista deportivo, el filme se enmarca en la crónica general que sobre la historia de su país viene realizando el director en sus últimas películas.

Previsible

Era también previsible que el premio especial del jurado se concediera a la película polaca Escalofríos, que, a su vez, ha obtenido varios de los premios paralelos (entre ellos, el de la Fipresci, de la crítica internacional). La crónica de la evolución de un adolescente de los años cincuenta que, de un arraigado sentido religioso pasa a una suerte de despotismo político que adquiere durante su estancia en un campamento para jóvenes, tienen estos momentos una serie de connotaciones políticas que destacan la película por encima de sus aciertos. El filme es, sin duda, sincero, tiene una excelente factura y cuenta con una serie de intérpretes excepcionales, pero cae a veces en la confusión y el esquematismo. Por otra parte, recuerda en ocasiones a El joven Torless, cuando no a la española Arriba Hazaña en lo que tiene, al menos, de visión de la convivencia de un grupo de jóvenes, desorientados durante los primeros años de sus vidas.Que el palmarés haya destacado al actor sueco Stellan Skarsgard por su trabajo en El asesino cándido (en igualdad de méritos con Michel Pieccoli, de quien ya hablamos extensamente a propósito de la excelente Un asunto extraño), de Pierre Granier-Deferre, ha sido bien recibido por el público. Su interpretación del bobo de un pueblo a quien no le queda más recurso que asesinar al propietario de la fábrica en la que trabaja para adquirir una cierta condición humana, es un difícil ejercicio de emociones que Skargard matiza con acierto La película, sin embargo, no supera la obviedad. Término que puede, igualmente, aplicarse al guión de Zoltari Fabri, Requiem, consi derado como el mejor por el jurado, que ha presidido la actriz norteamericana Joan Fontaine.

Son muy sensibles los jurados de los premios internacionales a las películas que se acercan al folletín, cuando no lo abrazan directamente. Así se entiende que haya destacado la película presentada por Alemania del Este, A prueba durante un año, en forma de premio a la actriz Katin Sass, que en la película vive la tragedia de una madre a quien la ley separa de sus hijos; su juventud, su vida poco ejemplar, no le dan derecho a ello. Durante un año, sin embargo, intenta respetar los moldes que se le exigen. No lo consigue.

El resto de las menciones especiales que el jurado ha concedido no vienen sino a intentar el contento de todos. Moujics, de la soviética Iskra Babitsh, que también insistía en el tema de los hijos abandonados (en esta ocasión, un padre que descubre tener una hija de catorce años cuando regresa a su pueblo natal), podía haber quedado, en estricta justicia, fuera de las menciones. Como igualmente podía haber ocurrido con el filme australiano, Asesinato en la calle de Angel, cuya presunta denuncia de la corrupción de las altas inmobiliarias sólo da paso a una película truculenta que recuerda el peor cine de terror. Que se haya querido también destacar el trabajo de Sydney Pollack en Ausencia de malicia (que en España, al parecer, tendrá un título distinto), no es sino una forma de agradecer su visita y de no cerrar las puertas a futuras aportaciones del cine norteamericano, interesado ya en su propio Festival de Los Angeles y descuidado, por tanto, con los que se celebran en Europa.

Cada crítico tiene sus preferencias. A mi juicio, haber marginado el filme holandés La chica de los cabellos rojos, una vez, sobre todo, que no se ha querido olvidar a nadie, es un error.

Los premios otorgados a los cortometrajes han sido, sin embargo, recibidos con aplausos unánimes. Por vez primera, un filme de China Popular hacía reír al público de un festival sin ofender por ello la película. De ahí el Oso concedido a Tres monjes que, con dibujos animados, cuenta las peripecias de los encargados de la custodia de una imagen. El enfrentamiento que tienen a la hora de repartirse el trabajo sólo puede ser solucionado, como es lógico en cualquier filme moralizante, con un profundo sentido de la solidaridad.

Por su parte, el cortometraje checo, Los muñecos, amigos del hombre, también galardonado con un Oso, ofrece tres imágenes distintas de otras tantas situaciones en que el hombre maneja los muñecos (una niña con King Kong, el dueño de un guiñol a quien los muñecos cortan las manos, y el realizador de un filme de animación desprovisto de todo sentimiento hacia sus personajes). Es decir, ninguno de los dos cortometrajes españoles ha sido considerado por el jurado. Nadie puede protestar por ello.

Festival menor, el peor de la historia de Berlín, no ha sorprendido siquiera a la hora de su balance.

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