La ciencia y la democracia
La instauración de la democracia en España no ha cambiado por el momento las bases para un desarrollo de la ciencia. Lejos de ser dos mundos separados, el funcionamiento de un régimen político está, en opinión del autor, fuertemente vinculado a la vitalidad de un pensamiento creador como es la investigación científica.
Es opinión bastante generalizada que la instauración en España de un sistema democrático parlamentario sufre de vaivenes y dificultades que hacen problemático su definitivo asentamiento como columna básica de la convivencia y desarrollos sociales de la nación. La crisis económica, la intransigencia de las instituciones, la mediocridad de la clase política, el individualismo, el terrorismo, la crisis de las materias primas, han sido las causas más frecuentemente analizadas para explicar el agotamiento psicológico, el escepticismo y la pesadumbre de una gran parte de la población, que manifiesta su desencanto con una democracia a la que, no obstante, quiere y anhela. Muy rara vez se ha considerado la descapitalización cultural de España como agente importante de la etiología del síndrome, y casi nunca se acepta que el término cultura, en este siglo, se sustenta esencialmente en el quehacer científico. En el año 1961, Arnold J. Toynbee (The present-day experiment in western civilization. London. Oxford University Press. 1962) explicaba en Montreal que la democracia parlamentaria no era el origen del poder en Occidente, sino más bien un lujo de ese poder, cuyo nacimiento vendría determinado esencialmente por el afortunado maridaje entre ciencia y tecnología que a través de la ciencia aplicada producía los márgenes de fuerza, riqueza y seguridad que hacían posible la democracia. Toynbee aceptaba, como la gran mayoría de los españoles, que era este el régimen político más atractivo para la mayoría, pero avisaba entonces, y creo que certeramente, a los países que sentían necesidad de adaptarla, que la tendrían que vislumbrar y aceptar como un lujo político que no era posible sin los márgenes de poder, dinero y seguridad necesarios. En otra parte de su charla incluso afirmaba que la democracia parlamentaria es menos eficiente que un gobierno oligárquico parlamentario, y éste, a su vez, es ineficiente y extravagante en comparación con un régimen autoritario.En el año 1981, un prominente banquero español llegaba quizá intuitivamente a las mismas conclusiones que Toynbee, declarando que un régimen autoritario garantizaba mejor los garbanzos que una democracia. Ni el banquero ni los detractores de sus manifestaciones intentaron analizar la validez o invalidez de las mismas. Un análisis somero de la última década española demuestra una disminución en los márgenes dé poder, dinero y seguridad del conjunto nacional, lo que, sin duda, dificulta la instauración de la democracia. Como preveía Toynbee, debido a una deficiencia grave del desarrollo cultural y clentífico, que se manifiesta en muchas de sus facetas a niveles de país tercermundista.
Hasta los más acérrimos defensores del régimen anterior aceptan como fracaso importante de esa época la falta de un desarrollo cultural educativo y científico mínimamente adecuado a los avances sociales y económicos obtenidos. Desde 1975, el socavón cultural y científico ha ido en aumento, encontrándose la universidad y muchos centros de investigación en situación de sonrojo nacional. Los pactos de la Moncloa fueron la primera manifestación de que la clase política de la renovación era calco y semejanza de la sustituida (universidad y ciencia son olvidadas y marginadas).
Por nuestras latitudes no encontramos escuelas de Francfort, ni Harvard, ni Chicago Boys; nuestros políticos son socavón boys en su mayor parte, hijos de las oposiciones franquistas, no de la oposición. Para ellos, la ley priva antes que la vivencia de la misma. La usan como talismán de arreglo y como sustitutivo de la aventura de la mente como experimento. Así, ni la ley de Centros Escolares ha modificado la calidad de] proceso educativo, ni la LAU puede modificar el necesario concepto de la universidad como centro libre de creatividad cultural, ni la LOAPA va a cambiar un ápice los deseos verdaderos autonómicos de las gentes, ni las leyes fiscales ayudarán un mínimo a la justa distribución de la prosperidad, porque ésta no existe; ni el ANE creará un sólo puesto de trabajo que no venga apoyado en la creatividad nacional o importada (Seat, a la búsqueda de una multinacional). Es el triunfo de los burócratas con sus manuales, sus libros blancos, sus leyes nominales, agazapados en la esperanza del milagro y no del resultado. Por necesidad histórica cultural, la transición democrática durará un largo período. Urge el rearme cultural y científico de España a través de una reconversión de los políticos actuales, que deben de abandonar su estructura mental cultural franquista sustituyendo su voluntarismo democrático por el concepto de que el progreso cultural científico-técnico no es un lujo de la democracia, sino que, al contrario, ésta es un lujo de lo primero. Si esto no fuera posible, el pueblo español debe tener la palabra y la oportunidad de sustituir a esta clase política por otra que acepte la reconversión científica y cultural a nivel nacional y particular como única garantía de la pervivencia democrática.
es investigador científico. Miembro de la Junta de Gobierno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
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