Riesgo sin recompensa
Siete calles
Guión y dirección: Juanma Ortueste y Javier Rebollo. Fotografía Miguel Molini. Música: José Nieto. Intérpretes: Enrique San Francisco, Patricia Adriani, Antonio Resines y Mariví Bilbao. Comedia. Española. 1981.
Local de estreno: Cine Azul.
Las dificultades que la industria cinematográfica española ofrece a quienes desean dirigir sus primeras películas son a veces tan insalvables que los nuevos directores se ven obligados a improvisar los mecanismos de producción para hacer posibles sus obras. Rebajando considerablemente los presupuestos, reuniéndose en cooperativas o trabajando en condiciones penosas, estos kamikazes del cine han creado ya un estilo identificable en bastantes de las películas estrenadas en los dos últimos años.Estilo que no surge de una elección poética, sino de la necesidad de adaptarse a los pocos medios: historias, por tanto, rodadas en habitaciones, con profusión de chistes y actores amigos que sepan trabajar en malas condiciones... Hay títulos que no sólo han contado con el aplauso del público, sino que realmente han sido capaces de plantear una perspectiva nueva para el cine español. Otros, sin embargo, se han limitado a existir, agotando en ello todas las energías del director sin que las películas tengan luego una justificación para tanto esfuerzo, un cierto rigor, una lógica.
Este es el caso de Siete calles, dirigida al alimón por los jóvenes Ortueste y Rebollo, dos cineastas vascos que han querido aunar ciertas pretensiones de un cine nacional con la dinámica de los últimos éxitos del cine cooperativo. Orientan su película en varias direcciones sin que se concreten sus deseos. Es, a veces, una historia de humor sujeta a los esquemas del cine negro; en otras, se intenta un delirio cómico; esporádicamente, se pretende un filme localista donde el barrio bilbaíno que recibe el nombre de Siete Calles ofrezca una panorama insólito en nuestro cine.
Dificultades de rodaje
El problema de estos autores es que no dominan el medio y sus intenciones quedan diluidas, confundidas, sin peso. Hay que achacar muchas veces estas deficiencias a las dificultades de rodaje antes comentadas: no es posible planificar con acierto sin disponer del tiempo necesario; tampoco se pueden matizar las intenciones cuando los problemas del rodaje se hacen protagonistas.
Claro que ello no debe afectar al guión. Y Siete calles tiene también un punto de partida poco elaborado, probablemente confiado en que el estilo de ese nuevo cine puede justificar las deficiencias. Pero no es posible.
Precisamente, lo único que puede compensar los desaciertos de la puesta en escena es la imaginación utilizada en la historia, la consistencia del guión.
Cuando, como en este caso, se quiere hacer una película de géneros (cine negro y de humor), es decir, referirse a estéticas ya muy elaboradas en el cine, sujeta a comparaciones, ese guión debe ser impecable. Han arriesgado mucho Ortueste y Rebollo y la victoria no ha coronado su esfuerzo.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.