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La Orquesta de RTVE rinde homenaje al compositor catalán Federico Mompou

La Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española dedica hoy y mañana dos conciertos de homenaje al compositor catalán Federico Mompou, de 88 años, con la interpretación de algunas de sus obras. Ambos conciertos se celebrarán en el Teatro Real. Estuvieron presentes en el acto en que se anunció anteayer el homenaje el propio músico y el nuevo delegado de la mencionada orquesta, Enrique de la Hoz.

Al tener como vehículo Mompou la juntura de orquesta y coro, el programa de la Orquesta Sinfónica de RTVE se tornaba dificil pues bien sabido es que la honda invención del músico barcelonés, fluye -sobre todo- por cauce pianístico y, en menos ocasiones, vocal. Sólo en el caso de Improperios -escritos para la Semana de Música Religiosa de Cuenca- Mompou trabajó, y bien, en una obra extensa que compromete un largo conjunto instrumental y vocal. Como recordó en su intervención en la presentación del homenaje el director de orquesta Odón Alonso, el menos influido por el pianismo de Mompou a la hora de instrumentar ha sido el propio Mompou, lo que es natural. Nadie se atrevió, antes que el mismo Federico, a sobrepasar unas cualidades que se presentan con carácter de sustancialidad. Ni Tansman (Escenas de niños), ni Rosentahl (Suburbis), ni Landsberry (La casa de los pájaros, ballet), ni Ernesto Halffter, ni Ros Marbá, Mestres Quadreny o Benet Casablancas, pudieron desprenderse en sus transcripciones de la originaria naturaleza pianística del pensamiento musical de Mompou.Mil veces se ha intentado la comparación de la música de Mompou con cualquier otra. Al final nos encontramos sólo con la hondísima originalidad de un compositor que, en cada pasaje, en cada acorde, investiga el material sonoro. Que esto persigue nuestro gran compositor: el hallazgo de nuevas sensaciones sonoras, el desarrollo de un lenguaje poético cuya capacidad intimista llega a agotar sus posibilidades en los cuadernos de música callada.

Música ensimismada

Se ha comentado poco un rasgo que parece inequívoca en la obra de Mompou: con todo y ser ensimismada, contemplativa (recordemos Cantar del alma, sobre San Juan de la Cruz), rebosa una alegría sin rostro, una alegría también de alma. Y hasta cuando arranca de la calle las estampas de una Barcelona vieja y rinconera, como la que pintaron los hombres de la escuela catalana, todo queda envuelto en un halo poético de alegría serena. Quizá por ello Mauricio Rosenthal se excedió en la feria colorista al tratar los Suburbis acercándolos en alguna medida a la Catalonia de Albéniz.No ocurre así con Antonio Ros Marbá, escrupuloso transcriptor de las canciones de Paul Valery, un tanto por identificación de sensibilidad con Mompou, otro tanto por cercanía física a la hora de su trabajo. La vecindad poética se da, con sorprendente exactitud, entre Valéry y nuestro músico, creadores de expresiones mágicas, acaso porque están depuradas por cien filtros de exigente y apretada trama.

La efusividad y la emocionada catalanidad que aparece en los Imperios hace de esta página algo aislado en la obra de Mompou y en la música religiosa española de nuestro tiempo.

Federico Mompou habló en el mencionado acto de forma breve, concisa, certero desde un magisterio que ejerce con enorme afabilidad y con tanta humildad que su actitud más parece gesto de disculpa. No hay figura musical más querida que la de este gran catalán universal, cuyas singularidades artísticas son sólo comparables a sus valores humanos. "El músico más espiritual de Europa", le llamó Federico Sopeña.

El delegado general de la Orquesta y Coro de RTVE que, por la mañana, había entregado su puesto al recién nombrado Enrique de la Hoz, cierra su breve ejercicio de la manera más bella: presentando el homenaje a un músico tan de excepción como Mompou, capaz de conciliar el cariño y la entusiasta admiración de varias generaciones.

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