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La polémica disuasión nuclear y la posibilidad de una guerra limitada en Europa

Andrés Ortega

¿Está muerta la disuasión nuclear? Algunos expertos opinan que sí, insistiendo en la necesidad de aumentar la defensa convencional en la OTAN. El corresponsal de EL PAIS en Londres conversó con dos especialistas británicos sobre este tema.

Lawrence Freedman, a sus 33 años de edad, es director de estudios políticos de Chatham House, el Real Instituto de Asuntos Internacionales de Londres, y acaba de publicar un grueso volumen sobre La evolución de la estrategia nuclear. John W. R. Taylor, de 59 años de edad y apasionado por la técnica, es desde hace veintidós años el editor del anuario Jane`s, la publicación mejor documentada del mundo sobre las fuerzas aéreas.

Para Taylor, el mayor problema es que el arsenal nuclear es demasiado grande. "Ahora tenemos" explica, "3.976 misiles estratégicos en manos de Estados Unidos y de la Unión Soviética, lo suficiente para destruir todos los blancos posibles dos o tres veces. Esta es una forma ridícula de disuasión, pues destruye la razón por la que nadie quisiera ir a la guerra". "Una disuasión ideal", opina Taylor, "consistiría en no más de veinte misiles nucleares de cada lado, precisos e invulnerables, y cuyos blancos podrían ser programados cada semana".

Freedman habla de las ideas sobre la utilización de las armas nucleares, concluyendo que "no sabemos cómo usarlas de un modo estratégico". Pero, para Freedman, "la disuasión no es una ciencia exacta. Sería mejor no decir que necesitamos esto o lo otro para aumentar la credibilidad de una amenaza. La disuasión reposa más bien en el miedo a perder el control, en la completa incertidumbre en lo que va a ocurrir mejor que en que tal o cual acción militar se va a llevar a cabo... Otra cuestión es saber si tenemos una forma de disuasión que nos haga sentirnos cómodos".

Lo que piensa el enemigo

"La disuasión reside no tanto en lo que nosotros pensamos que podríamos hacer como en lo que el adversario piensa que vamos a hacer. Si el otro piensa que podemos estar un poco locos, la disuasión puede aún funcionar", comenta Freedman. Pero es justamente lo que el otro piensa lo que hace a Taylor rechazar la idea de la guerra nuclear limitada, pues, "una vez disparada un arma nuclear, ha dicho el presidente Breznev, y yo le creo, se empieza una guerra nuclear generalizada". En esto, Freedman está de acuerdo, pues una guerra así "sólo estaría limitada con referencia a lo que podría ser una guerra nuclear total... Aunque si se llegara a lo peor, hubiera una crisis completa en las relaciones políticas y fueran a utilizarse armas nucleares, habría muchos incentivos para intentar utilizarlas de un modo limitado. Pero es muy peligroso planificar sobre esta base".Para Taylor, pues, la disuasión nuclear está muerta, ya que "no hay posibilidad de que nadie, salvo un lunático total, apriete el botón. O las armas nucleares no se usan nunca, con lo cual no hay disuasión, o ambas partes se barren mutuamente. Por tanto, todo el mundo supone que nadie disparará sus armas nucleares". Esta situación preocupa a Taylor, pues podría llevar al Pacto de Varsovia a lanzar un ataque convencional contra Europa occidental. "Nuestro cálculo", explica Taylor, "es que nada puede impedir que lleguen al canal de la Mancha sin utilizar nuestras armas nucleares, que es lo que se quiere evitar".

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El único modo de evitar esta situación, para Taylor, es mejorar las defensas convencionales en Occidente, "donde tenemos fuerzas lo suficientemente potentes, pero con muchos fallos.

Armas aún peores

Nuestras fuerzas aéreas, por, ejemplo, no pueden luchar con mal tiempo, mientras las soviéticas pueden combatir bajo todas las condiciones atmosféricas que se suelen dar en Europa". En esto Freedman está de acuerdo. Pero no se trata de comprar más armas, "sino de utilizar lo que tenemos de un modo más eficiente".Todos estos argumentos parecen apoyar las tesis de los movimientos contra las armas nucleares en Europa. "No", opina Taylor, opuesto al desarme unilateral; "estos movimientos atacan únicamente a las armas nucleares. Pero hay armas aún peores. Creemos que la Unión Soviética está desarrollando bombas bacteriológicas. Sabemos que en el desierto de Utah (Estados Unidos) hay almacenados más de 60.000 kilos de armas químicas, que incluyen cosas como las bombas Wetye, que contienen un producto químico llamado CB. Una gota de este producto basta para bloquear el sistema nervioso de una persona. Los sistemas antinucleares no conocen suficientemente este tema. Si se eliminaran totalmente las armas nucleares estaríamos de nuevo en 1914 o en Vietnam".

Los que protestan, manifiesta Freedman, "no han pensado suficientemente sus argumentos. El misil de crucero que puede alcanzar la Unión Soviética pone en ridículo los planes para una guerra nuclear limitada; mientras que Ia artillería nuclear, no. Si se eliminan los misiles nucleares, uno se queda con las armas que hacer posible una guerra nuclear limitada, confinada geográficamente a campo de batalla".

Surge entonces el problema de control de armamentos y de cómo se juzga un acuerdo en este campo. Para Taylor, el criterio es el de equilibrio. El SALT II (Tratado sobre la Limitación de Armas Estratégicas) fue un mal tratado, en opinión de Taylor, pues permitía que la disparidad continuase en favor de la Unión Soviética.

Taylor espera que las negociaciones de Ginebra entre Estado Unidos y la Unión Soviética sobre misiles nucleares de alcance medio sean un buen paso para una reducción de estas armas a nivel mundial.

Freedman, por su parte, cree que "cualquier cosa acordada entre las superpotencias es probablemente buena... Lo que se quiere es algo que sirva de eslabón entre Estados Unidos y Europa. Pero lo más importante es que un acuerdo sobre Europa esté relacionado con el SALT o START, como se quiera llamar ahora. Estoy más interesado en que haya movimiento este nivel que en el estrecho marco europeo".

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