Murió Miroslav Krleza, "el talento literario más grande de Yugoslavia"
De un paro cardiaco, y tras una prolongada enfermedad, murió ayer en Zagreb el escritor croata Miroslav Krleza, traducido a cuarenta idiomas y considerado en Yugoslavia como el talento literario más grande que el país ha dado. Hombre de biografía azarosa, que hace cortos su 89 años de existencia, el año 1909 ingresaba en la famosa Academia Militar Ludoviceum, de Budapest, siendo todavía Croacia protectorado englobado en el imperio austro-húngaro.Al estallar la primera guerra mundial se negó a combatir contra los serbios y su opus pacifista se codea con las mejores obras del expresionismo alemán de la época, en cuya órbita se movía aquel joven croata cuyo único pecado literario era no escribir en alemán. Más tarde sería una de las cimas europeas de la prosa simbólica, con insuperables ironía y sarcasmo.
Entre las dos guerras es el reflejo de una Croacia versallesca, dentro de una monarquía teóricamente tricéfala (reino de los serbios, los croatas y los eslovenos), pero más fruto de las grandes potencias que apadrinaron el surgimiento de Yugoslavia que del anhelo unificador de los eslavos del sur. Ingresa en el Partido Comunista yugoslavo el año 1919, antes que quien llegaría a ser su íntimo amigo, el también croata Josip Broz (Tito), con el que sin conocerse había combatido en los Cárpatos contra el zar ruso.
De la época de entreguerras son sus obras de teatro Gólgota, El perro lobo, Los Glembayev y El hielo, autopsia de una Croacia burguesa que quiere aparentar germanismo para resistir frustrada al hegemonismo panserbio de los Karadjordjevic. Miroslav Krleza no estuvo siempre en la línea del Partido Comunista de Yugoslavia y de sus forcejeos clandestinos con sus correligionarios y de las prohibiciones a que las autoridades sometieron sus obras y revistas, adquirió el talante de un hombre tolerante.
Se dice que Krleza era uno de los tres yugoslavos capaces de decirle cualquier cosa a su también longevo coetáneo Tito. Podía llevarle a fondo la contraria sin que aquel apasionado croata montara en cólera, utilizando la argucia de la sorna expresada en el dialecto montañés de la Zagoria y lubrificada con una copa del ácido clarete, el cvicek, que allí se bebe. «Tuvimos un malentendido con él allá por el año 1939, al haber minimizado Krleza la fuerza de las masas», decía ayer VIadimir Bakarich, que con Krleza y Tito forma la cúspide croata de los notables de posguerra.
El año 1939, Krleza considera que el PC de Croacia tiene que convertirse en la izquierda del nacionalismo croata, sin presentar candidatos propios. Pronto palparía el carácter pronazi del Estado Ustachi. No se echa al monte con los partisanos, pero su autoridad literaria le salva la vida en el Estado independiente croata de Pavelich. Tras el triunfo de Tito, vuelve a ocupar cargos públicos el año 1948, cuando éste rompe con Stalin. Siempre defensor de la tolerancia y la libertad artística, combatió la perpetua moda-mandamiento del realismo socialista.
Babelia
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