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Tribuna
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El 13 de diciembre del general Jaruzelski

Sólo algunos raros paseantes nocturnos vieron, el domingo antes del alba, la irrupción de la milicia en los locales de Solidaridad en Varsovia y las ventanas del Comité Central del partido comunista, que brillaban con todas las luces mientras las tinieblas caían sobre Polonia. A las seis de la mañana, el discurso del general Jaruzelski, ministro de Defensa, presidente del Consejo y primer secretario del partido, informó a los polacos que vivirán de ahora en adelante en estado de sitio bajo la ley marcial.El general Jaruzelski justifica su golpe de Estado -pues es un golpe de Estado, pese al respeto demostrado por las formas legales- por una requisitoria en regla contra Solidaridad: huelgas, propaganda del odio, utilización del terror, creación de un clima propicio al aumento de la criminalidad.

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Extraña amalgama

En apariencia, se ataca solamente a ciertos dirigentes extremistas del sindicato, a quienes se acusa, junto con los militantes de las organizaciones ilegales, de haber puesto en peligro la seguridad del Estado, lo mismo que Gierek y sus amigos -una extraña amalgama-. De hecho, nosotros sabemos que han sido detenidos los consejeros de Solidaridad reputados por su moderación, tales como Geremek y Sliwinski, lo que demuestra que cada sindicalista, cualesquiera que hayan sido sus posiciones, está amenazado con sufrir los rigores de la ley si no se arrepiente ante el poder para hacerse perdonar ciertos crímenes y delitos contra los intereses del Estado, cometidos antes del 13 de diciembre, que se erige así en fecha fundamental de la era de los tribunales militares en la historia de Polonia.

Este golpe de Estado no es una improvisación. Los preparativos comenzaron no el sábado a las 11 de la noche, después de un voto de la comisión nacional de Solidaridad, como han informado los medios de comunicación occidentales, repitiendo las declaraciones del general Jaruzelski. Estaba preparándose desde hacía meses.

Jugando constantemente con la analogía entre la situación presente de Polonia y la que vivió a finales del siglo XVIII, el general Jaruzelski dio a entender que una nueva desaparición del Estado polaco habría sido inevitable si el Ejército no hubiese tomado en mano el destino de la nación.

Internacionalización

Esta insistencia sobre el carácter interno de la operación era muy hábil, y hasta algunos diplomáticos experimentados se felicitaron por ello, como si no supiesen que el Ejército polaco forma parte del Pacto de Varsovia, que un golpe de Estado en un país del bloque soviético es imposible sin la aprobación de Moscú y que los dirigentes de la URSS esperaban ese acontecimiento desde hace tiempo y presionaban con toda sus fuerzas. Y como si no estuviese claro que desde el domingo último la probabilidad de una internacionalización de la crisis polaca se ha acrecentado enormemente.

Nadie puede, en efecto, prever hoy cómo reaccionará la población, exasperada por las detenciones, que se pueden contar por miles, ya que afectan a todos los medios sociales, y por la suspensión de la actividad de todas las asociaciones. No se puede excluir de ninguna manera el peligro de una guerra civil, que puede desembocar en una intervención soviética. Y si se evita esta tragedia nacional mayor, el mérito será debido no a los generales, sino a la Iglesia polaca, cuyo primado, en un sermón valiente y dramático, ha asumido la dirección de una resistencia pacífica, comprometiéndose a luchar por la liberación de los presos y para que prosiga la edificación de una Polonia en donde a los polacos les gustaría vivir.

¿Qué hacer?, se preguntan en todas partes. ¿Cómo ayudar a Polonia? La primera respuesta se ha encontrado espontáneamente y de forma inmediata: protestar. Y es bueno que continúen las protestas. El general Jaruzelski ha pedido a la opinión mundial comprensión con respecto a las medidas que acaba de adoptar. Esto demuestra que tiene en cuenta a la opinión pública mundial. También es importante que sepa que la opinión pública no comprende y que no está dispuesta a aceptar el hecho consumado.

Pero las protestas no bastan. También es necesario exigir que Polonia deje de ser ese país cerrado en que se ha convertido desde el domingo. Que se hagan públicas las listas de todas las personas internadas. Que se asegure la defensa de aquellos que corren el riesgo de ser llevados ante los tribunales. Que los periodistas y los abogados puedan realizar su trabajo. Si las intenciones del general Jaruzelski son las que ha declarado, la publicidad no le perjudicaría. No se cierra un país más que cuando alguien se dispone a ejercer un poder arbitrario, dictatorial e implacable.

Y una cosa más: el golpe de Estado no anula el invierno ni suprime la penuria.

Krzysztof Pomian es profesor de filosofía, delegado del KOR (Comité de autodefensa obrera) en Europa occidental e investigador del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.

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