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Reportaje:

Cuarenta años después del que japonaes a Pearl Harbour

Al día siguiente, Roosevelt y Churchill replicaban con idéntica medida. Japón, en la frase del almirante Yamamoto -encargado de la operación, pero reacio a aprobarla-, acababa de "despertar a un gigante dormido-, cuya enorme potencia industrial le permitiría invertir el conflicto año y medio más tarde, en la batalla de Midway, y doblegar finalmente a la potencia atacante.Fue el país militarista del general Hideki Tojo, un Japón que por entonces era una potencia regional de cien millones de habitantes -y que ya estaba en guerra con China y en el sureste asiatico-, el que dejó estupefacto al mundo al atacar sin declaración de guerra previa al coloso estadounidense. Aunque aún hoy no todos se crean en Estados Unidos que el ataque contra Pearl Harbour fuese una sorpresa. Uno de los libros que conmemoran en EE UU el 40º aniversario, "Infamia", de John Toland, sostiene que el presidente Roosevelt estaba al tanto de la operación y la permitió para galvanizar a la opinión pública de su país.

En cualquier caso, los prejuicios de la mayoría de, los militares norteamerícanos y su desprecio general por sus colegas nipones hacían inconcebible para ellos que semeJante ataque pudiera llevarse a cabo. Se decía, por ejemplo, que los japoneses no pueden ser buenos pilotos, porque sufren un desequilibrio del oído interno provocado por su posición sobre la espalda de su madres cuando son muy pequeños.

Fueron esos "malos pilotos" los que, a bordo de dos oleadas sucesivas de más de 350 aviones de cuatro tipos diferentes (torpederos, bombarderos en picado, cazas y bombarderos de altura) barrieron Pearl Harbour y echaron al fondo del mar a la crema de la flota estadounidense en la zona: Arizona, Oklahoma, California...

¿Cómo pudieron dejarse sorprender los responsables militares de la base de Háwai?. Se habían interceptado repetidos inepsajes cifrados japoneses. Un submarino nipón había sido identificado y destruido por un contratorpedero cinco horas antes dpl primer raid. Una hora y diez minutos antes de que las boit1as japonesas comenzaran a caer sobre los buques norteamericanos, el pequeño radar de Fort Shafter, a 60 kilómetros de la rada de Pearl Harbour, detecta una llegada masiva de aviones ... que se consideran B-17 norteamericanos procedentes de Cafifornia.

Y a pesar de todo, el almirante norteamericano Kimmel, comandante de la base, se dispone a jugar al golf cuando los primeros Zero sobrevuelan su cabeza y los cazas y bombarderos estadounidenses dormitan en las pistas, unos pegados a otros, de forma que destruirlos fuera un juego de niños. Casi 350 aparatos fueron dejados fuera de combate en el aeródromo de la isla de Oahu.

Cuarenta años después de aquello, los norteamericanos se preguntan si su país está al abrigo de un ataque sorpresa, que hoy, probablemente, sería nuclear. Para los militares está claro que es imposible: "Nuestros servicios de inforniación y detección han hecho enormes progresos", declara un jefe del Pentágono. Hoy, cualquier avión no identificado a lo largo de las costas norteamericanas es sistemáticamente interceptado por Jos aparatos de caza.

La clave son los submarinos. Los sumergibles soviéticos que navegan periódicamente a lo largo de las costas de Virginid podrían disparar un misil nuclear que alcanzaria Washington en 10 o 12 minutos. Pero en casi ningún caso, salvo la hipótesis del submarino solitario, el Kremlim puede contar con un efecto sorpresa total, porque el Pentágono dispone hoy de un dispositivo muy perfeccionado de vigilancia por satélite que le permite detectar el lanzamiento de un cohete intercontinental desde la URSS, que tarda media hora en alcanzar sus objetivos en EEUU.

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