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La URSS suministrará gas siberiano a la República Federal de Alemania

La Unión Soviética suministrará a la República Federal de Alemania (RFA) 10.500 millones de metros cúbicos anuales de gas natural procedente de Siberia, durante un cuarto de siglo a partir de 1984, de acuerdo con los términos del espectacular contrato firmado ayer en la ciudad germana de Essen, en vísperas de que el presidente soviético, Leónidas Breznev, llegue mañana, domingo, a Bonn, en visita oficial.

Las reticencias de Washington, donde se entiende que este tipo de acuerdos puede ser utilizado en el futuro por la Unión Soviética como arma de presión económica, no convencieron suficientemente al Gobierno y a la industria alemanes, más preocupados por la diversificación de las fuentes energéticas y por los pingües beneficios que les traerán las exportaciones destinadas a la construcción de los 5.500 kilómetros de longitud que tiene el gasoducto.Desde los yacimientos siberianos de Urengoy, el gas natural soviético llegará no sólo a la RFA, sino también a Francia, Italia y los Países Bajos, sin descartar la un tanto remota posibilidad de que algún día el gasoducto se alargue hasta España.

El coste total del proyecto ronda el billón de pesetas, y en su financiación participarán bancos de seis países de la Comunidad Económica Europea (RFA, Austria, Italia, Bélgica, Holanda y Francia), además de Suiza.

El acuerdo de ayer fue firmado por el viceministro de Comercio Exterior de la Unión Soviética, Nikolai Osipov, y por el presidente del Consejo de Administración de la empresa Ruhrgas, Klaus Liesen. Fuentes allegadas al funcionario soviético confirmaron que, dentro de unas semanas, acuerdos similares serán firmados con otros países europeos.

Detrás de este «contrato del siglo», como se le denomina en Bonn, subyace toda la filosofía, actualmente en crisis, de la distensión política unida a los lazos económicos. Más de un experto militar alemán entiende que la interdependencia tecnológica entre el Este y el Oeste es, de hecho, una garantía frente a un eventual conflicto bélico.

En cambio, Estados Unidos no cree que una creciente dependencia energética de Europa respecto a la Unión Soviética le sea favorable a la larga al viejo continente, e incluso llegó a ofrecer al canciller federal, Helmut Schmidt, garantizar el suministro de otros productos energéticos a la RFA si desistía de adquirir el gas natural soviético.

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